Capítulo 1.-Seremos suficientes, seremos felices.

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Viernes/16/Abril/2020.

Un mes en el mismo instituto y no sabía cómo podían aguantarme tanto, el profesor estaba en el frente impartiendo la clase de la que yo ya tenía conciencia. Miraba con aburrimiento hacia el frente esperando que aquello terminara rápido.

Me recosté sobre el pupitre y metí mis manos debajo de mi falda tocándome las marcas de la última vez que me habían golpeado sin parar, marcas que se negaban a desaparecer de mi cuerpo. El recordatorio más perfecto de decirme que no era una persona digna de ser amada.

Ardía y dolía a mi tacto, algunas ya estaban color púrpura, mientras que el resto quedaba una ligera línea entre roja y rosa.

Mientras el profesor proseguía con su explicación me concentré en mis compañeros, ¿serían dignos del amor de sus padres o también tenían que hacer algo para llegar a ser suficientes?

La chica pelinegra de la última vez se llamaba Hailee, lo supe porque el docente la regañó por no estar poniendo atención a su clase. No se me había acercado por la nota que le había mandado y no era de mi gran importancia. Lo que le había mandado era un retrato de ella, mal hecho a propósito diciéndole, ¿qué es lo que me ves?

No entendía cómo alguien como yo podía estar en su campo de visión, no era digna de tener amor de ninguna forma. Para todos era considerada un estorbo que no querían cerca, me trataban como si fuera la peor basura al que nadie querría en su vida.

La clase terminó cuando el profesor y todos comenzaron a irse uno a uno hasta dejarme en el aula ahogándome con mis propios pensamientos.

Ojalá pudieras quedarte aquí, Angélica. Es el único lugar donde estás a salvo—murmuró mi mente desde sus profundidades más oscuras.

Tomé mi mochila ignorándola, nadie vendría por mí, para nadie era importante y no sabes lo mucho que me odiaba por no serlo.

Ninguna persona cuerda de este mundo se acercaba a mí, mis padres me lo decían y el exterior me lo confirmaba. Era como si todos temieran de lo que yo veía todos los días en el espejo, a veces ni siquiera tenía el valor de hacerlo. Todas las veces que lo hacía, creía ver el reflejo de la belleza cabello negro y ojos azules de mi hermana.

Tener once años y una privilegiada voz digna de ser escuchada por miles de personas, el amor de mis padres porque ella sí era suficiente, sí era digna, sí era amada, sí era feliz. Sí era todo lo que yo no. ¿Y yo que era? Simplemente Angélica, la hermana de Angelina.

Mi cabello era largo y cobrizo, sin volumen era como una baba que caía en forma de cascada hasta llegar a mi cadera. Mis ojos color avellana, esos que emanaban lo que los demás no podían ver a simple vista; todo lo que sufría por no ser buena para nada.

Volver a casa y encontrarla completamente vacía, sin una alma que me hiciera compañía en mis momentos de soledad, mis padres habían asistido a un concurso que se llevaría a cabo en otra ciudad. Mi hermano estaba con ellos, ni siquiera se habían tomado la molestia en llevarme. Olvidaba decir que tampoco era digna de estar cerca de Angelina.

Al cerrar la puerta fue el silencio el que se apoderó por completo de mí, mi estómago rugía a gran potencia exigiéndome de una manera poco amable alimento. Busqué en la nevera para preparar algo que introducir a mi boca.

Puse música aleatoria de mi celular y comencé a bailar y cantar al ritmo mío, mientras que cocinaba un alimento que me saciara hasta la última tripa hambrienta.

Al buscar algún suplemento vi que dentro de la nevera, en el fondo en una bolsa plástica había un trozo de carne con sangre adherida a él, la bolsa estaba rota y estaba goteando manchando todo el interior.

Balas Perdidas ¿Alguien me amará? (Nueva Versión) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora