CAPÍTULO 6

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CAPÍTULO 6

Al despertarme, me noto mucho más descansada. Veo que es de día, por lo que quizá haya dormido toda la noche desde la tarde de ayer. Ahora no me siento asustada, sino bastante familiarizada con la estancia. Me siento en la cama, apoyando la espalda en la pared y cae en mis piernas un paño mojado, que seguramente estaría en mi frente. Thomas. Thomas Knight. Él se ha preocupado de que no muriese de fiebre en estos días. También se preocupó ayer de que no muriese de hambre. Y tengo la sensación de que va a seguir preocupándose. Por la manera en la que me miraba ayer, sé que me oculta algo, que sabe algo sobre mí que yo no sé. Pero supongo que lo acabaré descubriendo. Al rato me doy cuenta de que a los pies de la cama hay una nota, encima de unas ropas. Entonces recuerdo que, si ayer al despertar, no llevaba mi propia ropa, Thomas también se preocupó de cambiarme. Me ruborizo, e intento sacármelo de la cabeza. Me pongo de rodillas y cojo la nota. Leo:

“Espero volver para cuando despiertes, pero si no es así, tienes agua, sopa y pan en la cocina. También tienes ropas nuevas que te quedarán mejor. Yo he ido a cazar para la cena, ya aprenderás para venir conmigo. Después hablamos, tengo que enseñarte muchas cosas. Espero verte despierta.

Thomas.”                                                                                               

Sonrío, y al darme cuenta de que parezco boba, dejo de sonreír. Desdoblo las ropas y veo que son una camiseta de tirantes gris, y un pantalón más pequeño que el que llevo ahora, largo y negro. Empiezo a creer que este Thomas tiene una obsesión con las ropas negras o blancas. Antes de ponerme aquello, me dirijo al armario del espejo. Ayer no lo abrí para ver su contenido, pero ahora lo abro y solo veo pantalones negros, alguno marrón, y camisetas blancas, negras o grises. Lo que yo pensaba. También encuentro mi capa añil, algo que no me esperaba. Aun así me desnudo y me pongo la camiseta y el pantalón. Me queda mejor de lo que yo pensaba que me iba a quedar. Me pregunto de dónde ha podido sacarlo. Igualmente, estoy muy agradecida, ya que estoy mucho más cómoda con esto. Veo que sobresale de debajo de la cama unas zapatillas oscuras. Me las pongo y me siento mejor al poder sentir la suela de las zapatillas, en vez de la madera del suelo en mis pies. Pero entonces recuerdo que estas zapatillas me son familiares, al igual que esta camiseta y este pantalón. Empiezo a rebuscar en el armario y encuentro mi mochila. La saco y la vuelco encima de la cama. Sale una camiseta rosa, y otra blanca además de un pantalón gris oscuro. Me doy cuenta de que la ropa que falta es la que llevo puesta y sonrío tontamente al no haberme dado cuenta antes. Noto que la mochila todavía pesa y la vuelco otra vez. Al hacerlo, cae algo de lo que ya no me acordaba. La daga. No es una daga grande, pero tampoco pequeña. La toco y la observo con atención. Está afilada, y en sí, es preciosa. En la empuñadura hay un escudo, en el que parece aparecer un ave extraña, parecida a la de los escudos de mi dibujo. No quiero obsesionarme con ello, pero parece tener algo que ver con ello. Aunque todavía no sepa usarla, rasgo una de las camisetas, la envuelvo con ella y me la guardo en el interior del pantalón, tan solo por si acaso. Con el trozo de tela que me queda, me cojo una coleta y lo ato alrededor de ella. Por estar más cómoda. La coleta me cae por el hombro y el mechón de flequillo que tengo hacia el lado derecho me cae por ese lado. Me siento preparada para salir de la habitación y comer algo, pero al ponerme a andar, noto lo doloridas que tengo todavía las piernas, los brazos y las heridas del cuerpo. Aun así, salgo de la habitación, al ancho pasillo y seguidamente, a la amplia cocina. Nada más entrar, veo encima de la mesa del centro, un cuenco con sopa, un trozo de pan y un gastado vaso, lleno de agua. Me siento en una de las sillas y, hambrienta, comienzo a comer. Ahora estoy sola en la casa y me pongo a pensar. Thomas parece estar solo y es sospechoso que no tenga a nadie y viva solo aquí. Pero él puede enseñarme cosas que creo que yo no descubriría ni en mil años. Le necesito, necesito su sabiduría y orientación. Mientras muerdo un trozo de pan, pienso en que todavía no puedo salir de aquí. Debería pasar un tiempo en este lugar, al menos una semana para que Thomas me enseñe a valerme por mí misma.

IGNIS; El Fénix de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora