La madre de Rixon.

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Laia debería estar acostumbrada a despertarse en lugares desconocidos, sobre todo en camillas, y sin embargo, ahí está, sorprendiéndose siempre y sin saber como reaccionar. 

Parpadea repetidas veces, sintiendo la luz quemando sus pupilas, extremadamente delicadas.

-¿Laia? -murmuró una voz masculina, muy conocida para ella.

Pero no sabía quién le hablaba, no era capaz de recordar de quién era esa voz, al igual que no era capaz de recordar como había acabado inconsciente, otra vez. Solo recuerda haber ido a la fiesta de Halloween y entonces...

Laia grita de repente, recordando el cuerpo inerte y descuartizado. Se incorpora bruscamente, mareándose en el proceso y se lleva las manos a la cabeza, incoluntariamente se balancea.

-Laia, Laia... soy yo...-unos fuertes brazos la rodean y la estrechan, la misma voz de antes le susurra en el oído, el efecto es inmediato, se relaja nada más reconocer quien es.

-Ri... -susurra con voz cansada, dejando reposar su cabeza en el pecho de él, sus ojos puestos con descuido en alguna parte de la pared blanca. -¿Qué ha pasado?

Lo siente suspirar contra ella, removiendo suavemente su pelo.

-Es hora de que te cuente la verdad. -dice Rixon tras unos interminables segundos de silencio. -Pero para ello voy a tener que hablarte de mi madre... -Laia siente su corazón martillear contra su pecho, en todos los años que llevan juntos, y no son pocos, Rixon jamás, por nada del mundo, le ha hablado de su madre y ahora, por fin, parece que va a saber algo sobre ella.

No entiende que tiene que ver el que ella haya acabado inconsciente, con la madre de Rixon, pero no dice nada.

-Cuando mi madre murió yo tenía 6 años...-empieza a relatar él.

Era una mujer fuerte y energética, no había nada que no pudiese hacer, incluso lo más impensable. Yo, a mis cortos 6 años, pensaba que ella era invencible, nada podía hacerle daño...

Pero lo fuerte que era no impidió que la matasen. Ella había ido al bosque, relamente no sé por qué, el caso es que no estaba sola. Había cazadores, en busca de lobos...

-Sé que lo que te voy a contar te sonará raro e imposible, Lai. Pero créeme cuando te digo que es la pura realidad. -le dice Rixon a Laia, quien escucha atentamente sin decir nada.

Mi madre no era normal y con eso me refiero a que no era humana, o al menos no totalmente. Mi madre poseía cierto don o maldición, según lo veas, ella podía transformarse. Dejar su cuerpo humano y volverse una loba...Como lo oyes, era una mujer lobo y como tal, poseía cualidades especiales y con ellas, debilidades y a su vez, enemigos.

Los cazadores dijeron que creían que era un lobo, que la confundieron con un animal afirmaron a la policía...

Pero hace falta algo más que una balas normales para matar a un hombre lobo, como mucho podrían haberle hecho daño, pero no haberla matado. Eran balas de plata, especiales para matar hombres lobo.

Dijeron que fue un accidente, yo no lo veo así...

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-¿Ya has pensado en como acercarte a Laia? -le pregunta Anthony a Elijah, mientras le pasa una taza de café. Ciertamente no necesitan café para mantenerse despiertos, pero el amargo sabor de los granos de café, los han vuelto unos adictos a él.

-Hay muchas maneras de que un chico y una chica se conozcan...accidentalmente... -la insinuación de una sonrisa en los labios de Elijah, antes de tomar un sorbo del café.

-¿Piensas cortejarla? Necesitamos que confíe en nosotros, no que acabe con el corazón roto y despechada. -el ceño de Anthony se frunce por inercia.

-No voy a enamorarla. -rueda los ojos Elijah con cansancio -Simplemente dejaré que las cosas pasen con aparente tranquilidad. -explicó con simplenza.

-Eres un Dhampiro con más años de los que puedo recordar, ¿qué significa normalidad para ti? -pregunta Anthony ccon desconfianza.

-Ya no estamos en la edad media, Ícaro. No soy un niño pequeño, sé lo que hago. -Elijah dejó la taza en la mesa -Por si lo has olvidado, soy uno de los mejores guerreros que hay.

-Tú mismo lo has dicho, eres un guerrero. Tú te ocupas de guerras y batallas, no de chicas adolescentes confundidas y con frágiles corazones. -lo encara Anthony.

-Si crees que lo voy a joder todo, ¿por qué narices me has llamado? -le espeta Elijah con furia.

-No sé si lo vas a joder todo, tú mismo lo has dicho, ya no estamos en la edad media, ya no eres un niño, ya no te conozco. Ahora eres un hombre, un hombre desconocido para mí. -sentencia Anthony antes de irse, dejando a Elijah enfadado y cabreado.

-Es tu culpa el no conocerme...-le suelta Elijah -No fui yo quien se largó. 

Anthony lo escucha, pero no dice nada y sigue su camino hacia la salida, sabe que el chico tiene razón, fue él quien se fue, debería ser Elijah el que no confiase en él, no al revés.

-¿Te vas? -preguntó un pequeño niño de cabello negro y tormentosos ojos grises.

-Así es, pequeño. -respondió Ícaro, mirando a su alrededor, asegurándose de que nadie los viese.

-¿Por qué? -vuelve a preguntar el niño, con el ceño fruncido-

Ícaro suspiró y se agachó, quedando a la altura del pequeño.

-Elijah... -susurró Ícaro, como si su nombre le recordase algo. -Es algo que tengo que hacer, pronto tu tío será coronado como el nuevo rey...

-Pero tú eres el rey...-murmuró un confuso Elijah e Ícaro volvió a suspirar.

-No lo voy a ser más, cogeré un caballo y me iré, entonces el nuevo rey será Edgar. -le explicó Ícaro brevemente.

El niño se quedó en silencio, sin decir nada, mirándolo como si en cualquier momento se fuese a echar a llorar.

-Lo siento, Elijah. Es algo que tengo que hacer. -Ícaro le revolvió el pelo suavemente y se levantó, dispuesto a irse para no volver. 

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora