𝖡𝗎𝗌𝖼𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖺 𝗎𝗇𝖺... ¿𝗏𝖺𝗌𝗍𝖺𝗒𝖺?

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Desperté con la luz del sol que se filtraba por la ventana de mi habitación, tenía un insoportable dolor de cabeza, uno que no sentía hace siglos

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Desperté con la luz del sol que se filtraba por la ventana de mi habitación, tenía un insoportable dolor de cabeza, uno que no sentía hace siglos. Supuse que era causado por pensar si debería ir en busca de Rhaast a Jonia y así mismo buscar a los demás por toda Runaterra.

Me senté al borde de la cama con mi vista posada en el suelo, apoyé los codos en mis piernas a la vez que llevaba ambas manos a mi cabeza. Suspire.

— Maldito Nasus —me enojaba con el simple hecho de saber que él estaba aquí— no quiero tener nada que ver con ese pulgoso —deje escapar un gruñido de mis labios— ...Nasus...

Al mencionar su nombre pude sentir mi cara arder.

"En que mierda estoy pensando. Él nos dejó atrás, hace milenios mis sentimientos hacia él se esfumaron... cuando abandono Shurima."

Sacudí suavemente mi cabeza a modo de abandonar esos pensamientos. Ahora solo tengo que decidir, si buscar a Rhaast o no; sin mencionar que no tengo ni la menor idea del paradero de Varus o Aatrox.

Realmente pienso que debería ir, me haría ilusión ver a uno de mis hermanos, tantos milenios, tanto por hablar.

Desde mi regreso a Shurima he estado ayudando al emperador en el reconocimiento de las runas y pueblos cercanos a la capital, hace un mes emprendí en una de aquellas misiones de reconocimiento y hace poco ha sido mi llegada de vuelta a la capital ...

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Desde mi regreso a Shurima he estado ayudando al emperador en el reconocimiento de las runas y pueblos cercanos a la capital, hace un mes emprendí en una de aquellas misiones de reconocimiento y hace poco ha sido mi llegada de vuelta a la capital con el informe actual del estado de los pueblos.

— Hey, Nasus —escuche como alguien llamaba mi atención.

— Señorita Sivir —le devolví el saludo cortésmente.

— ¿Cómo te encuentras?... Digo hace poco volviste a la capital —expreso la chica acariciando su fiel arma.

— Realmente, podría decir que feliz... —"después de tanto tiempo"— ...es decir, cada quien está aportando su grano de arena para ayudar en el renacer del imperio.

— Jamás pensé que Shurima volvería a sus tiempos dorados... —dijo esperanzada la muchacha.

Sentí como vagos recuerdos de hace milenios me inundaban, los buenos momentos con mis hermanos ascendidos, antes de que todo se fuera al traste...

— Lo lamento —dijo con pesar— ...pero tienes otra oportunidad, no la desperdicies.

Sivir tenía razón, ante mí se abría una nueva oportunidad y no la iba a desaprovechar, ahora podía reparar los errores cometidos, pero aún siento un vacío dentro de mí.

— ¡Casi lo olvido! —vocifero— Azir requiere de tu presencia en la sala del trono. Nos veremos en otra ocasión.

Dicho aquello me despedí de la señorita Sivir con una leve inclinación y ambos partimos en direcciones contrarias. Tome dirección a la sala del trono donde mi buen amigo y emperador de Shurima me estaba esperando.

— Nasus, querido amigo —empezó nada más cruce la puerta de la habitación— tu misión ha sido un éxito. Ha este paso podremos unificar el imperio.

— Gracias Señor —conteste con el debido respeto, situándome a unos pasos de él.

— Vamos amigo, no hay necesidad de tantas formalidades —Azir camino aquellos pasos que nos separaban para proceder a abrazarme.

Suspire— Esta bien, pero las voy a mantener en público —advertí correspondiendo el abrazo.

— No vas cambiar, ¿verdad? —se separó del abrazo y golpeo mi espalda con una de sus manos en señal de broma— te recuerdo tan serio y frío cuando yo era un humano.

— Prefiero que sea así, no puedo darme el gusto de expresar mis emociones, y más aún desde aquello.

Tras decir eso ambos llevamos nuestra vista al suelo y un silencio sepulcral lleno la sala.

— ¿Sabes? —empezó Azir buscando quitar la tensión en el ambiente— no hay nada de malo en expresar lo que sientes con los demás.

No supe que decir al instante, tan solo me mantuve en silencio.

— Ahora, pasando a otro asunto —paso su brazo por mis hombros disminuyendo la distancia entre los dos— mientras estabas fuera de la capital me he enterado que una vastaya, creo que un lobo... —elevo sus hombros por un momento en señal de indiferencia respecto a la raza especifica— está ayudando en la construcción de unas cuantas casas al sur del palacio.

— Es muy noble de su parte en ayudar al imperio —dije ante sus palabras.

— ¡Lo sé! —exclamó— por eso quiero que vayas a buscarla y la traigas. Me veo en la obligación de agradecerle por todo lo que ha hecho hasta ahora —retiro su brazo y volvió a tomar distancia.

— ¿Entonces para cuando requieres su presencia?

— Para hoy estaría bien —le vi llevar una mano a su mentón— estoy enterado que las casas están a punto de ser terminadas.

Sin más que decir me dispuse a buscar a la chica vastaya, aun así, las palabras de Azir resonaban en mi cabeza "creo que un lobo". Eso me lo esperaría en el Freljord.

De repente varios recuerdos llegaron a mí... una compañera Ascendida, la mayoría eran felices y otros deprimentes. Lo último que supe de aquella chica era que se había convertido en un darkin y fue encerrada en su propia arma.

Al recordar en como ella termino sentí un gran dolor en mi pecho... aquel enorme vacío se volvía a hacer presente en mi interior.

Ya me encontraba en el sur de la capital, ya era hora de empezar mi pequeña búsqueda por la zona

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Ya me encontraba en el sur de la capital, ya era hora de empezar mi pequeña búsqueda por la zona. Realmente fue un error pensar que encontrarla sería fácil. Tuve que preguntar por su ubicación a varias personas en los alrededores de la zona sur, sin embargo, nadie tenía ni la más remota idea de su ubicación con exactitud.

— Vamos rápido, la señorita Loona está terminando la última casa —preste atención a los gritos exaltados de un pequeño niño— dijo que jugaría con todos los niños tan pronto acabara.

— Espérame —grito una niña que iba más atrás— no soy tan rápida como tú.

Lo niños pasaron por mi lado así que no dude en detenerlos.

— Niños —al llamarles me miraron algo confundidos— disculpen que me entrometa en su charla tan animada, pero ¿la señorita Loona es la vastaya lobo? —se miraron entre sí y sonrieron de manera traviesa y luego volvieron a mirarme ¿acaso tengo algo en la cara?

— Si señor, ella es la vastaya —dijeron ambos al unisonó— ¿la necesita?

— Así es, la he estado buscando toda la mañana.

— Si quiere nosotros lo llevaremos con mucho gusto, señor Guardián.

𝖡𝖺𝗃𝗈 𝗅𝖺 𝗅𝗎𝗓 𝖽𝖾 𝗅𝗎𝗇𝖺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora