La joven de cabello blanco como la nieve caminaba sin rumbo fijo a través del polvo de nieve, mucho menos agradable que en su infancia. Sola, en este universo helado, vagaba, perdida en sus tormentos y en su culpa. ¿Cuánto tiempo había estado corriendo? ¿Se había escapado realmente? Esta vez serían felices, el monstruo se había ido, para siempre de sus vidas. De donde venía, no podía regresar. Una reina arruinada en el exilio, eso es lo que era ahora. Su corazón, roto en millones de cristales diminutos, parecía partirse un poco más con cada lágrima, con cada paso, con cada palabra.
- "Anna"...
Resopló un par de veces cuando una oleada de fuerte viento la arrastró para abandonarla al siguiente segundo. El frío penetrante la hacía temblar, castañetear los dientes y, sin embargo, solo este frio era su amigo, quién que siempre la había entendido, que nunca le había tenido miedo.
- "Anna" ...
Susurró de nuevo. Como si repetir su nombre hiciera aparecer a su hermana como por arte de magia. Se arrepentía tanto de lo que había hecho, de lo que era. Ella, a pesar de sí misma, había causado dolor, todo el tiempo, en todas partes. Tenía el sentimiento insoportable de ser una buena persona, encerrada, atrapada en un cuerpo de monstruo. Por el bien de Anna, por el bien de los demás y para su gran desgracia, se había visto obligada a correr hasta donde sus pasos temblorosos la llevarían a parecer que estaba bailando torpemente en vez de andar. Bajo la fuerza del viento, entrecerró los ojos y apretó los puños. ¿Pero de qué se estaba quejando? Fue ella la que tropezó en su camino con esta nieve maldita, mezclándose con este invierno sin compasión. Todo ello fueron todas las consecuencias de sus errores, de su naturaleza, la de una criatura que parecía diseñada para huir.
Exhausta por pelear demasiado, Elsa cayó de rodillas, agarró un puñado de nieve entre sus palmas y gritó con la voz rota, rota por el hielo agrietado de su alma.
La bella reina tenía frío, por dentro y por fuera. Tenía hambre. De repente siente la irresistible necesidad de dormir y dejarse cubrir por lo que el cielo quisiera ofrecerle.
- "Anna" ...
Susurró de nuevo. Quizás fuera lo último que dijera. Su cuerpo, por reflejo, luchó durante unos minutos más como si pudiera engañar a la muerte, pero hacía tanto frío ...
Finalmente, se relajó, capituló y se dejó embriagar por una deliciosa sensación que solo se siente en el momento del último aliento. Poco a poco, los dedos tan finamente asesinados por el frío, liberaron su presión ejercida sobre el polvo de ángel un poco antes. Había llegado el momento, finalmente podría ser liberada, entregada a algo mejor ...
Su último pensamiento fue para su hermana, la que siempre había querido proteger, aquella por la que abandonó su infancia, rechazó su naturaleza y entregó su vida. Iba a extrañarla, pero era mejor así.
En el hueco de su oído, un ruido sordo, apenas perceptible, le hizo abrir un ojo. Las sombras se precipitaron bajo sus párpados en un desenfoque artístico que no captó por completo y que, al final, ni siquiera trató de vislumbrar. Una forma se acercó, al menos eso fue lo que le pareció. Dañado, su ojo se cerró a pesar de su batalla de curiosidad. La torturada reina solo pudo sentir un cálido aliento rozar su rostro, como un alcohol de ternura, antes de dejarse cautivar por su propio hechizo de sueño.