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"Don't tease me,
just color me red".

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Sobraba decir que estaba celoso. A nadie le agradaría ver a su pareja comportandose de esa forma y con tal confianza con un completo desconocido. Le molestaba, le dolía, pues el no recordaba que en ningún momento le hubiese tratado con la misma cercanía con la que trataba ahora al pelirrojo sentado a su lado.

Además, Yuta juraba conocer a cada uno de sus amigos, a las personas con las que normalmente se juntaba y por las cuales constantemente estaba ignorandole, pero a este no... De él no tenía ni idea, no había llegado a verle jamás, lo que le hacía sentir más que intrigado.

¿Acaso esa era la clase de chicos que le gustaban a SiCheng?

Su mente comenzaba a generar muchas teorías, mientras que les estudiaba a los dos con la mirada. Estaban tan concentrados en su conversación que ni siquiera se habían dado cuenta de que los ojos del japonés no se habían desviado de ellos en ningún momento desde que habían cruzado esa puerta.

Sin embargo, no podía darse el lujo de dejar que sus celos se apoderaran y decidieran arruinar su día de trabajo, que parecía haber comenzado tan bien. Concentrarse y volver al trabajo, eso intentó hacer, disponiendose a servirle a ambos chicos como a cualquier otra persona que decidiese entrar a su negocio, con la misma amabilidad y esa sonrisa brillante, a pesar de que los celos quemasen tanto por dentro que se sentía como si interior estuviera envuelto en un incendio...

Ardía. La indiferencia de SiCheng, su frialdad y constante rechazo en público, el cariño que no le bastaba en las pocas noches en las que estaban juntos solo los dos. Ardía el miedo a que le dejara, el miedo a no ser suficiente para su lindo novio a quien le había mostrado tanto amor. Ardía ver como se comportaba así con un cualquiera, alguien desconocido pero a quien prefería por encima de su mismo novio.

Pero, como siempre, debía concentrarse y volver al trabajo. Después de todo, era su deber.

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El resto de su día no pareció mejorar en lo absoluto. La mente de Yuta seguía atiborrada de imágenes que tenían a su novio y al intruso del cabello rojo como protagonistas. Era agotador, pero no había manera de callar a su mente una vez que comenzaba a mostrarle tales cosas. Había llegado a una única conclusión, tan irracional como la ira que le había causado la simple presencia de un extraño: quizás, solo quizás, si llegaba a parecerse a ese chico, conseguiría el cariño de SiCheng de vuelta.

Por suerte, el resto de su día de trabajo fue tranquilo. No hubo nada diferente, los clientes de siempre, las ordenes de siempre, la rutina a la que estaba acostumbrado. La noche cayó bastante rápido, y pronto llegó la hora de cerrar. Se quedó solo allí, cuando no hubo nadie más, dejando todo listo para el día siguiente. Aseguró las puertas, limpió el lugar y afiló los cuchillos que usaba para cocinar, como sus padres le habían enseñado, así le harían el trabajo más fácil.

Alrededor de las nueve, Yuta dejó el café, asegurandose de no haber dejado ninguna puerta abierta o cualquier otra cosa que pudiese poner en riesgo su precioso local. Sin embargo, no volvió a casa quizás hasta la una de la mañana. Había hecho una visita muy importante.

Le costó conciliar el sueño. Estar solo con sus pensamientos era lo peor. Su mente podía decir y convencerle de cosas horribles. Lo había hecho en el pasado, y lo estaba haciendo ahora, aprovechandose de la existencia del chico peligroso que parecía estar robandole a su pertenencia más preciada, a la cosa que más quería y protegía: a SiCheng.

Las noches sin dormir eran comunes para Yuta, y había intentado de todo para arreglarlo, sin éxito. Solo le quedaba quedarse allí, con la cabeza hundida en la almohada esperando que sus pensamientos decidieran callarse de una maldita vez. A veces podían hablar toda la noche. Esta vez, sin embargo, guardaron silencio luego de unas horas. Tenía poco tiempo para dormir, hasta que el sol apareciera en el cielo de nuevo, y tuviese que salir de vuelta al trabajo, a repetir la rutina de todos los días.

Esperaba, al menos, no volver a sentir la rabia y los celos de ese mismo día. No quería volver a ver al chico, no quería sentirse rechazado de esa forma. Simplemente deseaba no sentirse como un cualquiera para su novio. ¿Cómo podía ser tan desagradecido, despues de todo el cariño que le había mostrado durante tanto tiempo?

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Esa misma noche, mientras Yuta dormía, hubo decenas de llamadas a la policía del lugar. Al parecer, varias personas, desde sus casas, habían visto agonizar a un hombre en un callejon, recostado sobre un charco de su propia sangre.

Pronto se descubriría el cuerpo sin vida del mismo, cuando la policía decidio hacer caso a las llamadas y ver la razón de tanto escandalo a tan altas horas de la noche. Aunque lo que vieron era, sin duda, horroroso.

Ese hombre, motivo de tantas llamadas, estaba completamente destrozado. Su cuerpo estaba completamente cubierto de puñaladas, pero por alguna razón aún había conseguído arrastrarse unos cuantos metros antes de morir. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de sangre, su rostro estaba tan golpeado y morado que estaba casi irreconocible. Además, algunas puñaladas también habían caido sobre el mismo. Su cabello estaba arrancado, dejando varios huecos en su cabeza donde podía verse el cuero cabelludo. Un crimen horrible, se notaba que estaba hecho con ira, con odio. Quien fuese el culpable tenía la completa intención de causar todo el daño posible con tal brutalidad. Una barbaridad, impensable para cualquier habitante de ese lugar.

Sobra decir que se volvió un completo escandalo tan brutal asesinato, y los vecinos del lugar estuvieron intentando averiguar, por encima de la policía, quién era la víctima y la forma atróz en la que había sido asesinada. Despues de todo, era un pueblo pequeño, pacifico, donde no pasaba nada, por lo que algo de tal magnitud había causado tanto revuelo como el incendio de hace un par de años, quizás incluso más.

La noche entera transcurrió en investigación, gritos y conversaciones, y una enorme multitud alrededor de la escena del crimen, en la cual gente sin pizca de vergüenza intentaba pasar por encima de la policía y los forenses para intentar ver el cuerpo, quienes batallaron para llevarselo de la zona y restringir la misma entre todas las personas que salieron en plena madrugada a observar el escandalo.

A ese pobre hombre no se le identificó hasta la mañana siguiente. Su nombre era YukHei, un inmigrante chino.

Él era el pelirrojo.

愛して ➵ YuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora