Capítulo 88

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- No hay prisas, Decimo. – A pesar de decir esto, Primo sabía que la decisión había sido tomada y no iba a cambiar.

El Décimo no respondió, solo siguió vistiéndose, arreglándose. Algo innecesario, al menos para Primo. El fantasma tenía una buena idea de lo que pasaría, y por ello creía que el Décimo solo estaba haciendo tiempo para aclarar su cabeza.

- Gracias por todo abuelo. – Dicho esto, el Décimo desapareció por la puerta, capa ondeando detrás de él antes de desaparecer por completo.

Primo cerro los ojos, y no se molestó en seguir a su sucesor. Nada cambiaria lo que iba a ocurrir. Nada. Si en tres años no había podido sacarle que planeaba hacer, no lo iba a lograr ahora y mucho menos lo haría cambiar de decisión. Su nieto era un chico terco, no muy diferente a él, cuando la familia estaba involucrada.

- No hay nada más que puedas hacer por él. – Asintió a estas palabras. No valía la pena discutir o negarlas. Aun así:

- Desearía que sí. – G le negó con la cabeza, triste, pero firme.

- Lo siento Giotto. – Una mano llego a su hombro, un gesto de consuelo.

No había nada que más que pudieran hacer. Más bien habían interferido mucho como era. Con un largo suspiro dio el comando que no quería más tenía que dar:

- Vámonos G. – Si Tsunayoshi los necesitaba o los llamaba, ya sería otro tema. Por ahora no tenían nada más que hacer allí.

De esta forma, dos fantasmas se desvanecieron y la habitación quedo completamente vacía de vida.

El Décimo se tomó su tiempo, era de madrugada y casi no había nadie por allí. Cámaras se desintegraron por donde pasaba, y si alguien miraba en su dirección no verían nada. Con la gente emborrachada o aun festejando, tardarían en darse cuenta de la falla de seguridad que estaba ocurriendo. Para cuando lo hicieran, para cuando vieran lo último que captaron las cámaras antes de ser eliminadas, el Décimo ya no estaría en la mansión.

Se sabría que era él, sin lugar a dudas, por el traje, lo poco que se vería del mismo en diversos ángulos gracias a las cámaras antes de morir. Esto, por supuesto, era de poca importancia para el causante.

- Hey, ¿aún están despiertos? – Muchos ojitos aparecieron al oír la voz.

No muchos animales estaban despiertos a estas horas, otros no eran felices de ser despertados a tales horas. No se pondrían de malas, hace tiempo que no veían a su dueño y no era la primera que se aparecía en medio de la noche a visitarlos. La hora solo significaba más mimos, se quedaría más tiempo y los dejaría rondar y hacer travesuras a diestra y siniestra. ¿Cómo podían molestarse ante una visita nocturna por su dueño con esto?

- Ah, ¿tenían que mojarme? – Se quejó sin en verdad estar molesto ante los dos tiburones que habían decidido saltar y chapotear para llamar su atención en lugar de esperar.

No es como si se fuera a tardar más que un par de minutos. Además, habían estado jugando pin pong, ¿quién era él para interrumpirlos?

- Son un par de glotones ustedes dos. – Estaba bastante seguro de que ya habían comido, pero jamás rechazaban comida extra.

Fue mojado de arriba abajo por el comentario. No le dio tiempo de quejarse, alguien lo tumbo al agua y estaba bastante seguro que no fueron los mapaches o Joker. La patada no podía hacerlo cualquier animal. Al salir del agua dio con un canguro haciéndose el inocente, tenía cicatrices en la cara y en los brazos. Era un canjuro de pelea, tenía la mala costumbre de empujarlo cuando menos se lo esperaba. ¿Su nombre?

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