Octavo capítulo.
Nine había sido lo que podría decirse un omega rebelde y no es que cometiera locuras en su juventud, sino que su visión del mundo y el status quo en relación a los omegas iba en contra de lo que el quería para su vida.
Joong lo vio por primera vez en el instituto. Estaba reunido con varios omegas mas en lo que parecía una acalorada lección a unos alfas que osaron molestarlo. Los gritos del mas pequeño se escuchaban en el patio y conseguía atención de los que allí estaban.
Mientras la mirada seguía atrapada en ese enano de alocado pelo castaño, notó como un alfa se acercaba con claras intenciones de hacerlo callar. Joong apresuró sus pasos para poder detener un ataque que nunca llegó a suceder, porque bastaron segundos para que el omega adivinara las intenciones del otro y acertara un buen derechazo en la mandíbula del agresor. De mas está decir que en ese momento todo se convirtió en caos, momento que él aprovechó para acercarse y tomar de la muñeca al menor para sacarlo de allí. Nine no tomó a bien su intervención, así que él también fue víctima de un golpe que lo tomó desprevenido. Desde esa primera interacción, el mayor se dedicó a mirar al adolescente, seguir sus pasos, aprender de él, conocer sus gustos.
Nine era un omega, pero no había nada débil en él, no había miedos ni nada que no pudiera hacer por sí mismo.
Su relación se dio por insistencia de Joong, de a poco fue gastando las resistencias del otro y si bien tuvieron un romance, los padres de Nine no autorizaron su relación hasta cuatro años después, momento el el que Joong pudo demostrarles que él era un alfa capaz de cuidar y mantener a su hijo, aún cuando el omega con toda probabilidad podía prosperar solo.
Nine era un omega fuerte, valiente. Solo una vez había sido derrotado, la vez que perdieron su primer hijo. Esa vez había llorado, gritado, clamado a los dioses por la injusticia de haberle arrebatado su tesoro más preciado. Y ahora estaba aquí, viendo las pertenencias de su hijo regadas por el suelo de un cuarto, el celular desechado a un lado. Rastros de sangre, objetos tirados, tal vez fruto de un forcejeo. Su hijo no estaba. Sintió el cielo abrirse sobre su cabeza, sintió como colapsaba el mundo bajo sus pies. Escuchó la voz de Joong, vio todo con sus ojos, pero aún así, no podía asimilar lo que estaba pasando. Pete, su Pete, ese chiquito, ese pequeñito, el amor de su vida, la razón por la que despertaban todas las mañanas, había desaparecido.
Su alfa lo abrazó y apretó fuerte contra su cuerpo, Joong quería ser el escudo de su marido, pero no había nada lo suficientemente grande para frenar el dolor que los estaba destrozando. Él también sintió los cimientos de su vida tambalearse. No podía ser el escudo de nadie, porque en este momento el alma estaba escapando de su cuerpo.
Fueron a la policía, el director del instituto los acompañó y contaron los detalles de lo que encontraron y la poca información que tenían. Recorrieron hospitales, revisaron calles y callejones. Cuando se hizo evidente que la búsqueda era infructuosa, el alfa obligó a su marido a volver a su hogar. A esta altura, la cara de su amado estaba transfigurada. Sus ojos hinchados y su mirada apagada, la cara roja y un temblor continuo en los labios. Al traspasar el umbral de la puerta, el menor corrió a la habitación de su hijo, cayó de rodillas al suelo y gritó hasta dejar la garganta en sangre. Gritó todo el dolor que lo estaba consumiendo, el miedo que lo atormentaba. Se mecía en el suelo envuelto en su chaqueta, el frío estaba calándole los huesos, un frío que venía desde su propio centro, que lo paralizaba. Lloró de rodillas, rogando a todos los dioses que le devolvieran a su bebé, haciendo promesas y amenazas.
No entendía como esto pudo suceder, no entendía cómo, si un día atrás estuvieron los tres en esa misma cama, llenos de sueños, anhelos y proyectos. Había sido una noche normal, una mañana común. Escuchó en el camino la voz esperanzada de Pete contando sobre el alfa del que se estaba enamorando. Lo había dejado en la puerta del instituto, lo miró alejarse y encontrarse con Plan. Y ahora no estaba.
Joong se colocó a su lado, lo tomó en sus brazos y lo apretó a su cuerpo. Escuchó como su marido se preguntaba "por qué" y se recriminaba por haber permitido que saliera solo del instituto, que fuera a entrenar al gimnasio, que hablara con un alfa, que respondiera mensajes.
-Si yo le hubiera dicho que no....- dijo Nine con la cabeza escondida en el pecho del mayor- si yo no lo hubiera apoyado. Tendría que haberle enseñado distinto, tendría que haberle enseñado a tener miedo, a quedarse en casa, a no hablar con nadie...
-Shhh Nine, no es así...- pero el otro siguió como si no escuchara.
-Fue mi culpa, yo creí que criarlo así era lo mejor, que él fuera fuerte, que él se manejara sin que nosotros tomáramos todas las decisiones en su nombre,. Nunca lo tendría que haber dejado solo....
-Basta amor....-lloró Joong- basta por favor, lo vamos a encontrar, va a estar con nosotros nuevamente, todo va a ser una pesadilla que vamos a dejar atrás.
El alfa acariciaba el pelo de su marido, lo acunaba para darle y darse consuelo.
Esa fue la primer noche de las muchas noches que pasaron el el cuarto de Pete esperando su regreso.
Las que siguieron fueron peores, la falta de noticias de su hijo debilitó cada vez mas a los dos. Joong volvió a trabajar, pero Nine no tenía fuerza para moverse. No dejaba el cuarto de su niño mas que para lo necesario, apenas comía. Se abrazaba a su almohada, sostenía la foto familiar entre sus manos, acariciaba sus objetos. Así lo encontraba el alfa cada vez que volvía corriendo de su trabajo.
El día que Nine entró en un nuevo celo fue uno de los peores. Joong lo encontró en la cocina arrancándose los pelos, rasguñando sus brazos, llorando a gritos. Había perdido peso, su cuerpo estaba desgastado. En esa ocasión no quedó otra opción que drogarlo. El médico de la familia fue quien lo inyectó para luego seguir con medicaciones para la depresión que lo estaba agobiando. Todos los días y noches las pasó pidiendo perdón por pecados que él no había cometido, por darle libertad a su hijo, por no notar las señales que indicaban que su mundo se estaba por derrumbar.
Cada amanecer fue peor que el anterior, cada noche era un infierno al no recibir noticias de su niño.
La fecha en la que Pete cumplía los 17 años los dos se quedaron en la cama, ya no tenían fuerza ni para llorar y aún así, seguían respirando. Se preguntaron, no por primera vez, si su hijo tendría hambre o frío. No querían perder las esperanzas, pero en el fondo sabían que cada día que terminaba, las posibilidades de volverlo a ver eran menores. Se durmieron con la ilusión de que este calvario terminara de una vez. Cerraron los ojos, con la intención de por lo menos, encontrarse con su bebé en sus sueños.
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Desde el abismo♥
FanficTiempo atrás la vida de Pete cambió como nunca su alma de adolescente lo hubiera pensado. Cada día, él y su familia luchan para no dejar que los demonios que habitan en su mente derriben lo que han vuelto a armar luego de tanto dolor. Las cicatrice...