Un mundo entero se cernía bajo sus párpados. Un mundo que nunca había conocido, pero imaginado tantas veces. Un mundo donde los lobos habían sabido cómo mantener una apariencia de humanidad en su núcleo. Muy claramente, frente a ella, se alzaba un orgulloso pueblo, en esta hermosa tarde de verano. Nadie era inútil, todos tenían su lugar, su papel preciso dentro de la tribu. Todos se dedicaron a sus tareas, dejando que algunas sonrisas aparecieran en las esquinas de algunos rostros.
Una dulzura de vida, el calor de estar juntos, reinaba sobre el lugar que parecía inviolable, protegido de todo. Casi en todas partes se encendieron fuegos, calentando a los más pequeños y a los mayores.
De repente, se escuchó una explosión ahogada, algo bajo la tierra tembló y en el aire el cielo se puso rojo. Hombres, miles de hombres salieron de la nada, entrometiéndose en la aldea, encerrados en extrañas armaduras, brillando en la noche. Los lobos aún no lo sabían, pero estos hombres, estos humanos, armados con látigos centelleantes, vinieron a darles su último aliento.
Mak se despertó sudando y se enderezó rápidamente a pesar del todavía tiránico dolor de espalda. Miró a su alrededor instintivamente. Ella todavía estaba en esta cueva, en esta cueva con Elsa.
Un poco más adelante, Olaf y Anna seguían durmiendo plácidamente, uno contra el otro, en parejas, contra el frío.
--"¿Todo bien, mi lobo?"-- Preguntó la reina, puso una mano sobre la cabeza de la joven, apoyándose en un codo.
Mak miró fuera de la cueva. El sol ni siquiera había salido. Se pasó una mano por la cara, suspiró y se recostó, con cuidado de no reabrir las heridas.
--"Si, estoy bien. Siento haberte despertado."--
Elsa sonrió y se encogió de hombros. --"No estaba dormida."--
Mak frunció el ceño ante esta declaración. Elsa nunca había mostrado dificultad para dormir
--"¿Quieres hablar de eso?"-- Ella intentó.
Elsa puso los ojos en blanco.
--"¿Y tú? ¿Quieres hablar de eso?"-- Preguntó la rubia, refiriéndose a su pesadilla.
Mak le devolvió la sonrisa y se quedó en silencio, entrecerrando los ojos.
De nada serviría compartir esta ridícula pesadilla con Elsa, la loba ya se sentía peso muerto por su más que lamentable estado, no quería molestarla más.
--" ¿Ya estáis despiertas?"-- Preguntó Anna, abriendo un ojo que hubiera preferido permanecer cerrado unas horas más. Elsa soltó una carcajada al ver que la fregona roja se elevaba sobre las orejas, como si la ingravidez no existiera.
--"Pensé que se solucionaría cuando crecieras."-- Rio la reina.
--"¡No te burles! No todos podemos tener un cabello perfecto y disciplinado como el tuyo."-- Respondió la princesa, intentó en vano domar su masa roja.
Una sonrisa triste pasó por el rostro de Mak, incapaz de acostumbrarse a su nuevo corte de pelo. Sin embargo, sabía que no tenía otra opción. Elsa notó su cambio de actitud y casualmente pasó una mano juguetona por el pequeño cabello restante del lobo. La reina se inclinó hacia su oído y le susurró:
--"Me gusta mucho. Y no lo necesito para saber lo que vales."--
Mak simplemente respondió con una sonrisa poco convencida. Al menos a ella le gusta ...
El estómago de Anna gruñó, haciéndolos volver a la realidad.
--"Lo siento. No he comido desde que salimos de casa."--