Ese día llegó muy rápido la noche y fue una liberación. En total armonía, la manada se sonrió, recordó la felicidad de estar juntos, la dulzura de una conversación junto a un enorme fuego central, que calentó el cuerpo y la mente de todos.
Anna permaneció en profunda admiración mientras escuchaba atentamente a Malek contarle antiguas leyendas de su pueblo. Olaf miraba el fuego, perdiéndose en él, jurando que nunca había visto uno así. Los niños jugaban bajo la mirada protectora de los padres, que comían tranquilamente mientras se contaban muchas anécdotas. El estado de ánimo general era ligero, relajante, casi mágico. En la noche oscura, las chispas escaparon del fuego, para morir en el aire, haciendo que el lugar fuera mágico.
La capa de nieve parecía haber desaparecido sobre el pueblo y sus alrededores. Por primera vez en mucho tiempo, esa noche parecía una verdadera noche de verano.
Elsa miraba a los lobos con una sonrisa, sorbiendo distraídamente una taza de té caliente, serena, feliz de conocer a la gente que tanto la había intrigado. Rápidamente comprendió que además de ser una tribu, eran sobre todo una gran familia unida. Cada uno se preocupaba por las necesidades del otro, incluso antes de que el otro tuviera tiempo de pensar en ello. Los hombres vigilaban atentamente a las mujeres y las mujeres a los ancianos y niños. Todos se protegían unos a otros. La reina pensó que el mundo estaría mucho mejor si estuviera formado por lobos. Lobos que parecían comprender solo el amor, ahora que habían renunciado al miedo. Elsa jugó con la idea de que podría haber vivido aquí para siempre. Su castillo entonces le pareció muy frío, vacío.
La reina sonrió más cuando vio a Mak caminar hacia ella, con los brazos cargados con enormes troncos de madera. La rubia negó con la cabeza y con una expresión de risa, todavía preguntándose cómo una cosa tan pequeña como Mak podía levantar tanto peso. La joven lobo dio de comer al fuego bajo el incesante agradecimiento de Olaf, y se acercó a sentarse junto a su bella, dejándose caer casualmente y suspirando.
--"¿Todo bien, mi lobo?"-- Preguntó Elsa, notando la expresión de Mak. La lobo sonrió, se estiró y respondió:
--"Cansada, pero estoy bien."--
Sin hacer más preguntas, Elsa le entregó una taza de té, quien la tomó con entusiasmo. Tomó un primer sorbo y se estremeció cuando el líquido la calentó por dentro. Bajo el efecto benefactor, Mak suspiró de placer y cerró los ojos, permitiéndose unos segundos bajando la guardia, para felicidad de Elsa.
--"Gracias."-- Mak resopló, manteniendo la taza en la palma de sus manos.
--"¿Hablaste con tu padre?"-- Preguntó la reina, colocando una mano posesiva sobre el muslo de su pareja.
Mak suspiró, pasando una mano rápida por su rostro. --"No, no tuve el coraje."--
Elsa sonrió con tristeza. Decididamente, el padre seguía siendo un bloqueo. Su pareja no parecía decidida a enfrentarlo.
Después de todo, ella podía entenderlo. Sin embargo, ese ser había intentado matarla cuando ni siquiera había alcanzado la edad adulta. La reina había jurado no juzgarla nunca sobre este asunto, y finalmente no lo hizo. Mak había encontrado algo parecido a la familia. No debería pedirle demasiado, Elsa sabía que su lobo no era irrompible, incluso si estaba decidida a intentar hacerlo creer.
--"¿En qué estas pensando?"-- Preguntó Elsa, viendo a su compañera preocupada. Mak sonrió, hizo una mueca y respondió, luciendo bastante insegura:
--"¿Lo mismo que tú?"--
Elsa puso los ojos en blanco con un suspiro silencioso. "Como si te fuera a creer ..."
Ante la expresión poco convencida de su reina, la loba le dedicó una triste sonrisa y confesó: --"En el día de mañana..."--
"Definitivamente, el mañana nunca parece destinado a ser un buen día ..." pensó la reina, tomando un sorbo de té. La misma pregunta vino a su mente. ¿Seguirían vivos mañana? Tenían que conseguirlo.