Prisioneros

407 33 17
                                    

Disclaimer: J. K., me caes mal, pero esto sigue siendo tuyo. Una lástima, si me permites decirlo.

«Este fic participa en el reto multifandom del foro Alas Negras, Palabras Negras» de Fanfiction.net.

Prompts: Delatar a alguien y Miedo.

Nota de autor: Siento mucho si has entrado aquí al ver la etiqueta de Draco Malfoy/Harry Potter. No, aquí no están juntos. Pero quiero creer que se sientan las bases para que, algún día, en nuestra imaginación, lo estén. Luna y Draco en esta particular visión son sólo amigos y no hay interés romántico entre ellos.

Reconocimientos a Roxy Scamander, que escribió una belleza llamada Y volver a ver el sol, donde Justin Finch-Fletchey y Penelope Clearwater se apoyaban el uno en el otro durante la Segunda Guerra Mágica para sobrevivir cuerdos. No me avergüenza decir que he fusilado su idea hasta apropiármela. Sólo hay que ver el título de su fic y la frase recurrente que encontraréis en el mío.

-----

Draco bajó las escaleras hacia el sótano, titubeante. Sostuvo con fuerza las escudillas que llevaba en la mano al trastabillar en uno de los escalones, intentando mantener el equilibrio. Los elfos de la casa tenían órdenes de no preparar los mismos alimentos para los prisioneros que para el resto de ocupantes de la mansión. Aquel engrudo de color indeterminado, supuestamente algún tipo de legumbre en guiso con las sobras del resto de preparaciones, olía asqueroso y Draco imaginaba que sabía aún peor.

—Poneos contra la pared del fondo —les gritó Draco antes de abrir la puerta.

Esperó unos segundos, escuchando atentamente hasta oír el sonido de unos pies arrastrándose, y abrió la puerta, tenso como una cuerda. Draco dejó los cuencos en el suelo, apresurándose a empuñar la varita con fuerza, acobardado por si alguno de los prisioneros se abalanzaba sobre él.

Los tres prisioneros que había en la improvisada celda estaban sentados en el suelo, al fondo, tal y como les había ordenado. Uno de ellos era un hombre que había llegado dos días antes. Draco no lo había visto nunca, pero los mortífagos debían querer algo de él, pues lo había escuchado gritar de dolor durante dos noches seguidas. Draco tragó saliva, incómodo. No duraría mucho, estaba tirado, hecho un guiñapo, sobre las baldosas de piedra.

Lovegood estaba agachada junto al señor Ollivander, ayudándole a acomodarse contra la pared. Draco se quedó allí, de pie en la puerta, paralizado, sin saber muy bien por qué no podía moverse.

—¿Sólo dos? —preguntó la chica, mirándole asustada con sus grandes ojos grises. A pesar de lo sucio que tenía el pelo, Draco pensó que tenían al menos tres cosas en común—. Necesitamos más comida, Draco.

—No... no es mi problema —tartamudeó Draco, nervioso.

Lovegood se levantó, acercándose a él. A pesar de la situación, Draco notó que seguía conservando los pasos de bailarina que le habían dado fama de extravagante en Hogwarts. Cuando la chica estuvo a menos de un metro, Draco dio un paso hacia atrás, asustado, agarrando la varita más fuerte y levantándola, amenazador. Lovegood levantó las manos, avanzando hasta las escudillas, agachándose para recogerlas.

Draco volvió a tragar saliva, repitiéndose mentalmente que debería irse de allí. Ya había cumplido el cometido que le habían encargado, su presencia ya no era necesaria. Sin embargo, sentía los pies clavados en el suelo. Luna entregó una de las escudillas al otro prisionero, que murmuró un agradecimiento. Draco quiso gritarle que, seguramente, ese hombre tenía las horas contadas. No creía que pudiera soportar una tercera ronda de tortura sin morir, revelase lo que fuese que estuviesen buscando los mortífagos o no.

PrisionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora