Capítulo Especial

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La puerta del despacho se abrió justo cuando Temo terminaba de revisar las órdenes para los términos de la nueva energía limpia que se estaría usando en el país.

Casi seis años de arduo trabajo y de ires y venires en las diferentes cámaras para por fin tener eso en sus manos. Sería prácticamente su último decreto presidencial y por lo que pasaría a la historia. Su gobierno se había comprometido con tres grandes cosas y dos de ellas marchaban de maravilla y lo único que le quedaba por cumplir era justamente un país con una energía renovable y limpia.

Justo lo que estaba por ser una realidad a unos cuantos meses del fin de su presidencia.


―Hola pa ―le saludó Agus entrando al despacho justo cuando el dejaba la pluma mont blanc en el flamante escritorio. Agus dejó la torre de papeles a lado y le dio un cariñoso beso en la mejilla. Estaba iniciando su segundo año en la universidad y, aunque Temo no había estado del todo convencido de tomarlo como un interno de medio tiempo, debía admitir que su hijo era de gran ayuda en la oficina. Aunque seguía lamentando que no disfrutara su tiempo libre ―. Estos los mandó el senador Mendiola y estos son los registros que pediste de la fabricas eólicas y estos son lo contratos colectivos ―Temo asintió. Amaba la determinación de Agus, algo de lo que particularmente se sentía orgulloso y cercano ― y, también, quería pedirte permiso para no ir a cenar ―Temo miró a su hijo. Era la tercera vez en la semana que se saltaba la cena y había sido algo tan raro que esta vez se había sentido inclinado a pedir permiso ―. Antes de que me lo digas, ya le pregunte a papá y él me dijo que tenía que pedírselo a los dos.

―Supongo que él también te hizo la pregunta ―Agus asintió. Temo separó la silla de su escritorio y miró a su hijo, tal vez era el único en toda la oficina que seguía usando el traje de tres piezas y con la corbata completamente en su lugar. Trabajaba duro y era esmerado. No esperaba ser tratado diferente por ser quien era, tal vez todo lo contrario, Agustín era un buen hijo pero... algo les estaba ocultando.

―Sí, sólo... ¿me pueden dar un tiempo para contarles bien? ―Agus se aclaró la garganta y Temo pudo notar sus mejillas encenderse ―, estoy viendo a alguien, como ya habrán sospechado ―siendo honesto, sí, Ari y él habían estado hablando de eso, qué tipo de padres serían si no chismearan de sus hijos.

―Bien, sólo, ya sabes, cuando estés listo, nosotros lo estaremos ―Agus asintió recuperando su compostura habitual ―. Ahora, ve, termina tus deberes y después márchate a tu cenar misteriosa ―la sonrisa radiante de Agus iluminó el corazón de Temo. Su hijo le abrazó y le dio otro beso cariñoso.

―¿Cuándo te la piensas quitar? ―Le dijo señalándole la espesa barba. Había sido un tema de tratar en los medios. Incluso se habían hecho encuestas sobre si el presidente Cuauhtémoc López Torres debía usar barba o no, las multitudes se levantaron a favor, aunque dicho con toda honestidad, la opinión que más le importaba era sólo una.

―A tu papá parece gustarle.

―Claro, pero, es un poco injusto, a papá le gusta todo de ti. Incluso esta barba ―Temo sonrió.

―¿Te parece mala? ―Agus negó.

―De hecho, te da un toque de severidad bastante impresionante ―Agus se quedó un silencio un momento ―, aunque, no sé eso que tal hable de papá ―fue el turno de Temo para medio sonrojarse y Agus se carcajeó. La conversación se interrumpió al abrirse la puerta.


Jaime se detuvo en el quicio de la puerta, como todos en la oficina, a excepción de Agus, iba en mangas de camisa y con la corbata medio floja. Si por Temo fuera todos usarían ropa casual y tenis pero le tenían que dar un aspecto a la oficina presidencial y se trabajaba duro así que eso se tenía que mostrar de alguna manera.

Tal vez construir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora