Globo arrocero

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La Tierra, luego de muchos años, sufrió un cambio que ningún humano se hubiera imaginado en su era.

Toda la población humana, por una razón que se seguía desconociendo, había comenzado a comer arroz blanco en exceso. Arroz con granos de elote.

El dicho «Eres lo que comes» se había vuelto real.

La Tierra se había convertido en una bola, una bola de arroz cuyos habitantes eran granos de elote.

Ya no era «Tierra», sino «Arrocera», llegando a pasar de «globo terráqueo» a «globo arrocero». No había asfaltos, construcciones hechas de concreto ni ningún otro material. Todo era de arroz.

—Cuando sean mayores, tendrán que ayudar a sus padres en el trabajo. Ustedes van a producir arroz, arroz que saldrá de su interior. ¡No se asusten! Es un ciclo normal. Todos pasamos por eso, femeninos y masculinos; es una cualidad de todos. Miren, es a lo que nos dedicaremos toda la vida. A eso y a cuidarnos del sol. ¡Mucho cuidado con exponerse al sol! —pidió el maestro—. Pero, cuando sean grandes… No, desde ahora, además de cuidarse a ustedes, tendrán que cuidar del arroz, y más con estos tiempos difíciles. —Hizo una pausa y continuó—: Mañana traigan hojas, no se les vaya a olvidar. Iniciaremos con geometría.

A los titos, es decir, a los granitos de elote pequeños, se les enseñaba en la escuela sobre los procesos de fertilización del suelo, la producción de arroz y datos importantes de su forma de vida. Y figuras geométricas.

Era el año 2015 d. e. —después del elote—, una era también conocida como «era elotal», en la que los humanos habían dejado de existir, pero habían dado paso al nacimiento de un nuevo mundo, una nueva población y cultura. Ahora, tenían que protegerse siempre del sol, cuidarse de no exponerse demasiado para no secarse y morir explotando, convirtiéndose en una palomita de maíz.

El suelo se fertilizaba antiguamente con los restos de granos de elote que creían muertos, pero luego se descubrió que no era así. No estaban en verdad muertos, sino que las féminas pasaban por una etapa de recuperación tan desastrosa después de tener pequeños granitos de elote, que tenían muy mala apariencia; así que, cuando aquello se supo, empezaron a dejar de fertilizar el arroz de esa forma y comenzó a secarse. Por esa razón empezaron a comer más de lo «normal».

—Recuerden siempre esto: no hay castigo si trae beneficio. —El maestro decía lo mismo al final de cada jornada escolar.

Si se quería seguir produciendo arroz como en los buenos tiempos, debían comerlo, pero demasiado. Si antes era un grano de arroz, ahora eran tres, y eso, para ellos, era todo lo que podían comer sin reventar su germen desde el interior.

Creían que estaba mal lo que hacían, pensaban que un ser supremo los iba a castigar por abusar del alimento, por golosos; porque eso, en el 2015 d. C. y 2015 d. e., era conocido como gula. Ya desde antes había problemas de alimentación en la población, pero eso era un bien para el planeta, porque así producían más arroz y el suelo se mantenía en buen estado, solo que ahora se estaban rebasando los límites.

Sin embargo, en esos momentos, lo que menos importaba era si eran castigados o no; tenían que sobrevivir a como diera lugar. La Arrocera era ahora un planeta en el que se ponía en práctica la supervivencia día a día, hora, minuto y segundo. Si no comías arroz, no sobrevivías mucho tiempo, y no por posible muerte de hambre, sino porque no era sano vivir en un lugar en el que se estaba rodeado de tan poco arroz; era como los árboles para los antiguos humanos: vida.

El sol estaba no solo secando a los granos de elote, sino a todo el arroz. Los pobladores reutilizaban el agua de riego: la extraían del subsuelo y volvían a rociarla en todas partes.

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