Noveno capítulo.

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Noveno capítulo.

El cuerpo de Pete temblaba. Su cuerpo reaccionaba a un frío que no venía de afuera, sino del frío proveniente de sus huesos, de sus músculos, de su alma. 

Sabía que habían pasado varios días, pero en este momento su mente ya no reconocía el tiempo. No era consciente si era de mañana, tarde o noche. Si había sol, nubes o llovía. 

Al principio, la esperanza de ser rescatado había llenado al omega de cierto optimismo. Aún siendo retenido en la cama, guardó dentro de sí la ilusión de que pronto lo liberarían de este infierno. Conforme fue pasando el tiempo todo empezó a menguar.

En los primeros días su captor lo desataba algunos minutos donde lo metía en un baño sin puerta para que hiciera sus necesidades y se bañara. La primera vez intentó correr a la puerta. Comprendió de mala manera que era inutil. No sólo estaba cerrada con llave, sino que el alfa lo tumbó en el suelo con un solo golpe en una de sus mejillas. Sintió la sangre llegar a sus labios producto de un corte que le provocó, el dolor era demasiado y lo dejó aturdido. Su cuerpo fue arrastrado por el pelo y tirado de nuevo sobre la cama. Y se volvió a repetir la escena que le hizo tener pesadillas la primera vez que el sueño lo venció.  

-¿Por qué, Pete, por qué?- le decía al oído mientras estaba sobre su cuerpo. - No sabes lo que me duele tener que ponerte en tu lugar, pero es tu culpa, ¿por qué tienes que portarte mal?.

Pete dio vuelta la cara y cerró los ojos para no dejar escapar más lágrimas, el dolor de su mejilla no era nada comparado con lo que sentía su corazón. Lo escuchó gemir sobre él, notó cuando el otro se levantaba y se dirigía al baño para limpiarse. El omega se hizo un ovillo sobre la cama y dejó las lágrimas correr enterrando la cara en su pecho, sin importar que el otro se acercara y lo cubriera con una manta.

-Descansa amor...debes estar agotado.- lo escuchó decir y percibió cuando se retiró de la prisión donde lo mantenía cautivo.

Los primeros días fueron difíciles. Se obligó a pensar en un rescate, a soñar con sus padres, en los abrazos de su papá Nine, en los besos en la frente de su padre Joong. Esos minutos en los que los veía mientras dormía lo mantenían esperanzado. Comió lo que le ofrecía, quería mantenerse fuerte. Se higienizó lo más rápido que pudo cada vez que lo dejaba en el baño para no permanecer desnudo en su presencia. Siempre iba vestido con un uniforme escolar, a veces el propio, en otras ocasiones, los que el alfa le dejaba sobre la cama. 

Si bien, la mente de Pete a veces permanecía confundida, notó que la rutina de su secuestrador seguía igual. Y en esos momentos en que sabía que ya no estaba en donde lo mantenía retenido, dejaba que su cerebro diera lugar a imágenes de momentos en donde fue feliz. Sus padres, su amigo Plan. Ya pocas veces pensaba en Ae. Miraba atrás y se dijo que había sido tan tonto, tan infantil. El enamoramiento que sintió en ese momento era como una imagen mirada a través del agua, algo borroso e indistinguible. Solo el amor por sus padres prevalecía y la amistad que lo unía al otro omega. Pensó en Plan, su vida no era fácil y seguramente esto también lo habría afectado. Quería verlo, quería abrazarlo, darse consuelo mutuamente. Deseaba ser envuelto nuevamente por los brazos de sus padres, recostarse entre los dos, sentirse protegido, amado. Conjugar sus recuerdos era lo único que mantenía la poca cordura que inexorablemente lo iba abandonando.

Calculó que ya habían pasado 15 días cuando notó los cambios imperceptibles en su cuerpo. Su papá omega le había explicado algunas de las sensaciones y cambios que su cuerpo sufriría. Un calor molesto desde el centro de su pecho, el temblor en sus extremidades, el sutil cambio de su aroma. Esta vez, cuando lo llevó al baño y se metió en la ducha, lavó su cuerpo con fuerza, restregó con jabón hasta dejar su piel roja en un inutil intento de aminorar su olor. Pero esta vez, cuando fue a cambiarse, no había una nueva muda de ropa, el uniforme con al cual estaba obligado a vestir todos los días había desaparecido.

El terror invadió su cuerpo, trató de correr inútilmente a la salida, rogó, pidió por favor. Gritó pidiendo ayuda, intentó golpear, arañar, morder a su captor cuando éste lo apresó en sus brazos y fue dejado sobre la cama. Pete no menguaba su actitud en su esfuerzo por escapar. Se retorcía con todas sus fuerzas y lo siguió haciendo aún después de recibir varios golpes en su cara, sintió sus labios rotos, un corte en algún lugar cercano a su ceja izquierda, sus ojos iban cerrándose fruto de la hinchazón que los puñetazos le provocaron. Fueron esos mismos golpes los que dejaron semi inconsciente al adolescente y posibilitaron que fuera otra vez atado a la cama. 

-¿Por qué mi amor…?, tranquilo, todo va a estar bien, te prometo que te va a gustar…

Pete volvió a intentar resistirse, trató de mover las piernas y brazos, forzar con su cuerpo que el alfa saliera de arriba suyo. Cuando ya nada funcionó, empezó a gritar, gritó hasta desangrar su alma, hasta que no quedaba un hilo de voz que pasara por su garganta. Gritó al sentir como el otro lo violentaba, como le robaba su primer celo, como destruía su cuerpo al entrar en él sin su consentimiento. Por lo menos los dioses permitieron que el cerebro de Pete se desconectara, y el desmayo lo llevó a un lugar oscuro donde no sentía nada.

Despertó y estaba solo en la oscuridad absoluta. Sus extremidades estaban sueltas pero el dolor en su cuerpo era abrumador. Se sentó en la cama, no sin esfuerzo llegó al baño y se metió en la ducha. Abrió el agua y se recostó en el suelo, dejando que esta lo mojara y arrastrara con ella todo rastro de la violencia que había sufrido poco tiempo atrás. Se quedó allí tumbado, mientras el agua limpiaba las lágrimas que todavía brotaban de sus ojos hinchados de tantos golpes y llanto. 

Volvió a la cama, esta vez no se secó ni tapó. Dejó que el sueño y el cansancio lo llevaran de nuevo. Y esta vez no soñó. No vio a sus padres, no recordó a Plan, Ae ya no existía en su mente. 

La escena se repetía con frecuencia, por lo menos una vez a la semana el alfa se forzaba en el cuerpo destrozado del omega. Pete ya no lloraba, las lágrimas ya no formaban parte de la escena, pero si forcejeó, luchó y trató de evitar lo que era inevitable. En todo ese tiempo no salió de su prisión. Con los días fue dejando de comer, y aún cuando el otro intentó de obligarlo, cada vez que comía todo terminaba en vómitos. Sentía que su cuerpo se consumía, las fuerzas lo abandonaban, ya no era nada, estaba desapareciendo. Las esperanzas de un rescate eran inexistentes. Ya no pensaba en sus padres, no pensaba en su amigo. Su alma se deshizo y se esfumó como si nunca hubiera existido. 

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Desde el abismo♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora