˗ˋ୨𝘊𝘰𝘭𝘶𝘮𝘱𝘪𝘰୧ˊ˗ || ミ⌁˖ ࣪ ִֶָ 𝘉𝘦𝘰𝘮𝘣𝘪𝘯

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-No puedo, no puedo.-Un quejido inaudible y delicado sono de los regordetes labios del pequeño pelinegro. Sus piernitas eran tan rechonchas y cortas que tocar el rocoso suelo le era imposible.

Veía como los niños a su alrededor eran empujados por sus padres, o amigos. Los suyos brillaban por ausencia, nunca estaban para el y sus amigos...
Sus amigos solo lo empujaban y hacían burla.

Nadie quería jugar con el.

Las pequeñas brisas que el aire regalaba eran lo único que movían a Soobin. Quizás los columpios no eran para el.

Un rojizo claro pintaba su nariz mientras sus ojitos se aguadaban, sorbia su nariz en un intento por mantener sus moquitos ocultos y la tristeza no lo llenara. Pero simplemente le fue imposible.

Mirando el suelo lleno de rocas lágrimas empezaron a deslizarse por sus lindos mofletes. Escondía sus manos rechonchas en el suéter dos tallas más grandes calentando estás del frío.

Los niños no deberían sufrir, los niños debían reír. Pero porque el era tan infeliz. Era hora de volver a casa.

Apenas quiso bajar su equilibrio se vio afectado por un leve empujón en su espalda obligandolo a sujetar rápidamente la cadena que sostenía el columpio, se aferro a ella asustadizo.

Dudoso miro al responsable de aquel vergonzoso susto. Un castañito.

Ocultaba sus manos tras su espalda mientras miraba el piso sonrojado. Casi no podía ver su cara pues su enorme gorro y bufanda tapaban gran parte de ella. Sin contar que parecía un bollo. Uno lindo.

-Lo siento, te asusté.-Dijo sin dejar de tambalearse con sus pies de enfrente hacia atrás.

-No, solo estaba jugando.- Mintió, quizás solo lo quería molestar como los demás. Rápidamente limpio sus mejillas.

-Tus pies.-Señaló el castaño dejando ver sus lindos guantes caféces.-Son pequeños.

-¡No son pequeños!.- Aquello lo hizo enojar, pintando sus mejillas aún más.-Solo les da flojera crecer.

-Como así.

-Son lentos, es todo, pero creceré.-Se escuso con total confianza

-Ahh, pensé que era porque eres pequeño.- Ignorando la cara del contrario tomo asiento junto a el.-¿Cómo te llamas?.

Ni siquiera prestaba atención, lo único que podía ver y analizar era que aquel chiquillo si podía tocar el suelo.

Se mecía con tanta facilidad que solo necesitaba empujarse con la punta de sus botas para moverse. Que envidia.

-Oye. ¿Te gustaron mis botas?.- El pequeño había llegado a la conclusión sobre el porque su nuevo amigo miraba tanto su parte baja, sus botitas negras estaban robando atención.

-¿Ah?.

-Me las regalo mi mami.- Sonriente sacudió sus botas para que el pelinegro las viera.- Oye las tuyas se parecen a las que usa mi abuelo.-Volvió a señalar risueño.

-¡No son de abuelo!. Y-yo...- Su comentario pudo hacerlo enojar pero simplemente quedó estático al oír aquella risa. Era tan suave y cálida. El castañito era lindo sonriendo, tanto que incluso Soobin daría lo que fuera por ser el, digo. Podía columpiarse sin ayuda.