Capítulo 18: Las otras realidades

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Estela Mantilla revisó su reloj y se dio cuenta de que faltaban diez minutos para las cuatro de la tarde, advirtió entonces que tenía como tal dos horas para hacer lo que pensaba hacer sin tener que idear alguna mentira. 

— ¿No vas a pasar? —le preguntó Esteban Granados, quien estaba parado frente a la puerta de su apartamento. 

—Por supuesto —sin más espera, la mujer entró decidida a pasar un rato agradable, entendiéndose que agradable significaba ir a la cama con el muchacho. 

—Perdona el desorden, no he terminado de desempacar —anotó el joven mientras cerraba la puerta — ¿Quieres algo de tomar?

—No —sin perder tiempo, Estela se lanzó sobre el joven y lo besó de forma apasionada.

— ¡Wow! ¿De verdad quieres ir tan rápido? —Esteban quedó desconcertado, aunque estaba claro que también quería dar rienda suelta a la pasión.

—No me digas que pensabas que yo venía a conversar —dijo la mujer mientras se quitaba el abrigo. 

—Pues no; pero pensé… olvidalo —el joven procedió a quitarse la camisa.

 Se dejaron llevar por el momento, el fuego del deseo prohibido los consumió por completo. Cedieron al placer sin pensar en nadie más ni en las consecuencias que vendrían, buscaban tan solo el deleite efímero. 

— ¿No eres feliz?, En tu matrimonio ¿No eres feliz? —indagó el muchacho. Ambos estaban en la cama, él envolviendo en sus musculosos brazos a la señora. 

— ¿Por qué la pregunta? —dijo Estela. 

—Porque si fueras feliz no te estarías metiendo en la cama con el primero que se te aparece. 

 En el rostro de Estela se dibujó una mueca de desagrado: —Tú no eres el primero con el que le soy infiel a mi marido, y si supieras como es él me entenderías. 

Esteban soltó a la mujer, la miró fijamente a los ojos y le acarició el rostro con dulzura. 

—Yo no te estaba juzgando, tan solo trató de ser comprensivo. Yo no quiero ser uno más de la lista, una aventura de una tarde. Quiero seguir viéndote. 

—Eso no se va a poder —Estela se mostró dispuesta a marcharse. 

—No te vayas —el joven la tomó del brazo antes de que saliera de la cama —. Déjame demostrarte que puedes ser feliz, que puedes amar. 

—Muchacho, deja de ser tan iluso —se soltó de Esteban y se levantó. 

—Está bien —expuso el joven —. Pero podemos seguir viéndonos, solo para pasar el rato nada más.

—Voy a pensarlo —dijo Estela. Luego, recogió su ropa del suelo y se metió al baño. 

 Situación que aprovechó Esteban. Rápidamente saltó de la cama y se precipitó a esculcar el bolso de la mujer. Encontró el celular; pero como tenía contraseña no pudo revisarlo. Continuó buscando y encontró la cartera, se quedó con algo del dinero que había, halló tarjetas de crédito y otras cosas que no le llamaron la atención al joven, exceptuando una foto donde estaba la familia (Gonzalo, Estela y Diego), se quedó con ella y guardó la cartera. Sacó del bolso unas gafas de sol. Tuvo que volver a la cama al percatarse de que Estela estaba por salir del baño. Se acostó escondiendo la foto y las gafas. 

 La mujer salió sin enterarse de nada, se puso los tacones y se despidió. 

 Esteban estuvo fuera de la cama en un segundo, actuó de forma cariñosa y le hizo prometer a Estela que se volverían a ver. Mostrándose amable, agarró el bolso para dárselo a la mujer, pero lo tomó de forma equivocada y tal como lo había planeado todas las cosas terminaron en el suelo. Fingiendo estar avergonzado se apresuró a recoger todo. 

El amor es más fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora