Capítulo 23

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Anita estuvo observando a Saimon durante varios minutos, los cuales el híbrido no se dió cuenta de su presencia, estaba demasiado ensimismado con la fotografía en su mano, la imagen de su difunta esposa, esa fue la foto que le fue entregada al momento de saber que tendría que casarse, no la conocía en persona, no supo cómo era ella hasta que le dieron la foto, le pareció una chica muy bonita, incluso en su día creyó que sería el amor de su vida, con el tiempo.

No sabía por qué últimamente pensaba en ella, tal vez era su reciente relación con la joven, en un principio también creyó que Fátima era buena y dulce, después descubrió toda la verdad y le partió el corazón. Anita no sería capaz de eso, ¿no?, ella era buena, ¿verdad?, su mente dudaba, el recuerdo estaba allí, y aunque su corazón le indicaba que no se estaba equivocando, su mente persistía con esa duda, la cual se había incrementado con la llegada de su hermano al palacio, tal vez todo era un montaje de su enemigo.

El ruido que hizo la joven al dejar la bandeja en la mesa le hizo salir de su pequeña burbuja, dejó de ver la foto y se centró en ella, la cual tenía una pequeña mueca de molestia en su cara y no le miraba directamente a la cara, definitivamente estaba molesta con él. El híbrido no entendió su comportamiento hasta que se dió cuenta de la fotografía que tenía en la mano, era obvio que le había molestado verle con ella, lo cual le hacía sentir ternura, le agradaba que ella estuviera celosa.

-Te he traído la merienda - le dijo sin cambiar su rostro ni mirarlo.

-Gracias, imagino que ya habrá pasado la hora de la merienda.

-Así es.

La joven intentó irse, pero Saimon la agarró delicadamente del brazo, no quería que ella estuviera molesta con él, quería verla feliz, no debía permitir que sus dudas y temores alejaran a la única persona que había demostrado amarlo sin segundas intenciones, que se había ganado el cariño y la confianza de su hija, y sobre todo, no podía permitir perder a la mujer que amaba, porque eso era un hecho, se había enamorado de ella como un tonto, sin importarle nada su pasado o sus orígenes.

-Anita, no te enfades, no es lo que tú crees.

-¿Ah no?, ¿entonces qué significa que estuvieras viendo una foto de tu difunta esposa? - estaba más que molesta, estaba furiosa.

-Solo estaba recordando cuando ella estaba embarazada, a pesar de todo lo malo que me hizo, me dió el mayor regalo que pude imaginar.

Anita se relajó, le parecía adorable lo que había dicho, realmente Serena era un regalo, el más maravilloso de los regalos, ella adoraba a esa niña, y se alegraba de que Saimon empezara a ver todo con más positivismo. El rey sabía que había mentido descaradamente a su pareja, pero no podía decirle la verdad, además de que sabía que si él hablaba de su hija, ella se ponía alegre en un instante, su amor por su hija igualaba al de una madre, y le alegraba saber que, con suerte, en poco tiempo pasaría a serlo.

El híbrido le pidió estar con él mientras merendaba, a lo cual la joven lo aceptó de buen grado, así podrían hablar sobre la pequeña, y ciertamente fue eso lo que hicieron, incluso idearon planes para que padre e hija estuvieran juntos, ya que con los ataques al territorio, Saimon no había tenido demasiado tiempo libre, y encima ella le había hecho perder tiempo con su escapada, lo cual en cierta forma apenaba a Anita, pero no se arrepentía, si no la hubiera detenido, habría acabado con sus padres y con Joshua, algo que en parte deseaba.

La tarde pasó de forma amena, Saimon y Cailen se la pasaron la mayor parte del tiempo en el despacho con el papeleo, mientras las chicas estuvieron en sus clases, también Jordan estaba allí con ellas, escuchando la clase, se le hacía muy tierna la imagen, a su hermana se le daba bastante bien enseñar, lo hacía mejor que las institutrices que su padre contrataba para enseñar a sus hermanos y a él, lo cual le recordaba que ella nunca pudo estudiar, siempre era apartada, y eso le cabreaba, jamás perdonaría a su padre por ello.

A pesar de que los guardias que le custodiaban estaban ocultos para no alarmar a la princesa, él era muy consciente de su presencia, tal vez para la pequeña fueran invisibles, pero para él no, había recibido un intenso entrenamiento desde pequeño, no era fácil que le pillaran por sorpresa, y algo le decía que a su hermana le pasaba lo mismo, que había notado su presencia, a pesar de no haber sido entrenada, sus sentidos y facultades eran increíbles, mucho más que los de Joshua.

Aún se le hacía increíble que su hermana pequeña fuera el arma prometida de la familia, aquella que había sido negada y maltratada por el resto, todo porque su olor la identificaba como humana cuando no lo era, solo era una medida de distracción, haciendo que el enemigo no se diera cuenta del auténtico peligro hasta que no fuera demasiado tarde, algo en verdad ingenioso, y aunque lamentaba la forma en que fue tratada en su infancia, se alegraba que al final Daniel Lonburt no hubiera conseguido lo que quería.

La guerra ya estaba comenzando, pronto las tropas enemigas se alzarían contra el rey, una batalla a muerte donde solo habría un ganador, y todo se determinaba por la fuerza de cada uno, y, contrario a lo que ese señor pensaba, el equipo de Saimon contaba con la criatura más poderosa sobre la faz de la tierra, aquella nacida para ser un arma imparable que llevase a su bando hacia la victoria, ese bando era el del rey, el bando de su amado, donde estaban todos sus seres queridos, a los cuales protegería.

Él mismo también lucharía en esa batalla, junto a su hermana, aunque eso significase enfrentarse él también a su familia, si es que se les podía llamar así, cortó todo lazo con ellos en el mismo instante que se fue de casa para buscar y rescatar a Anita, ¿quién le diría que al final el rescatado sería él?, pues su hermanita le había rescatado de su dolor, de su soledad y de su culpa, gracias a ella tenía la oportunidad de formar parte de una auténtica familia, e igual que ella, él lucharía por dicha familia.

Sabía que tenía un largo camino por recorrer hasta que todos le aceptasen, pero confiaba que eso pasase más pronto que tarde, tenía a su hermana al lado, la cual estaba encantada de que él estuviera ahí, también estaba la pequeña Serena, la cual también estaba feliz de su presencia allí, hasta le llamaba tío, se notaba que era una niña muy alegre, y después estaba Cailen, él parecía tenerle algo de recelo, pero aún así también se mostraba agradable con él, y por algo se empezaba, el más difícil sin duda sería el rey, pero aún así pensaba lograrlo.

Lejos de allí, Daniel Lonburt había descubierto el escape de su hijo, lo cual le molestó, más aún al leer la nota que había dejado y saber que se había ido para rescatar a su hermana, en voz alta le insultó repetidas veces, llamándolo idiota entre otras cosas, no entendía por qué había hecho eso, no consideraba a Anita una persona de interés, una simple humana que no servía para nada, eso era lo que la consideraba, y por lo mismo jamás comprendería a su hijo, pero poco le importaba, aún tenía a su hijo pequeño, a su arma, no necesitaba nada más.

La guerra ya había empezado, la cuenta atrás hasta la batalla final estaba por llegar, solo necesitaba más hombres, después podría llevar a cabo su plan y atacar el castillo, se haría con la corona a la fuerza, y usaría a su hijo para conseguirlo, por algo lo había tenido, pues para él, Joshua no era tanto su hijo sino un arma para lograr sus objetivos, una vez cumplidos, no le interesaba saber lo que ocurría con él, podría morirse que no le importaría, pero solo después de conseguir su anhelo.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora