「Introducción.」

320 38 27
                                    

Habían millones de criaturas en el mundo, y era algo común conocerlos, estudiarlos y educarlos. Algunos al principio fueron cazados sin piedad, y sus escamas, pieles o aletas fueron vendidas en mercados para la gente de la más alta clase. Después de eso se negó cualquier maltrato hacia aquellas especies que no involucrase estrictamente la preserva de la vida humana.

Cross decidió ser de los que defendiesen a aquellos seres, era una promesa que se hizo después de cierto incidente.

Por eso había llegado a aquel pequeño poblado peninsular.

El fuerte sol veraniego que estaba cayendo le obligaba a quitarse su campera, perlas de sudor estaban resbalando por su frente, el aire era difícil de tomar y la arena que se le había colado a los zapatos le estaba comenzando a picar.

El no era de amar ese tipo de ambiente. Tampoco se había acostumbrado. Era un cazador de extrañas criaturas, conocido por capturar en especial sirenas. Mas nunca asesinó.

Pero, en los últimos años había estado trabajando con una internacional para intentar adiestrar a las distintas bestias. Había una sirena en especial que había comenzando a aprender sobre el comportamiento humano, solamente comía atún, amaba leer y de vez en cuando molestar a algún trabajador. Al parecer aquella actitud traviesa venía en su sangre.

Cross suspiró notando la preocupación en los pueblerinos, se mantenían alerta a cualquier movimiento, caminaban cerca de los guardias en un intento de sentirse seguros.

Los niños miraban el mar a lo lejos con tristeza, teniendo que conformarse con sentarse sobre la hierba y no sobre la arena.

"Desearía beber algo frío" Caviló observando a lo lejos las bebidas servidas en cascarones de coco, se relamió sus resecos labios, posando su mano sobre su frente para que la luz no le quemara los ojos. Suspiró para seguir caminando, apartando las pequeñas rocas que se cruzaban en el camino.

El caso por el que había ido específicamente a aquel pueblo era por un asunto con el que nunca había tratado: Un tritón excéntrico.

Decían que era de una belleza singular, de cola y ojos que parecían hechos con oro puro y que su canto era mortal. A las mujeres que capturaban sus labios les quitaba el don de la fertilidad y los hombres, independientemente de su edad, los capturaba para comerlos. Era algo surrealista, pero tenían razón.

Su cabeza se movió impulsada hacia el frente, parpadeó confundido acariciando su nuca cuando sintió el golpe de algo.

- Hey, tú, ¿Eres Cross, no? -Llamó un hombre de ropajes negros y abrigo, se creía la gran cosa sabiendo que no podía sentir el sofocante ambiente, el monocromático se giró lentamente para saludarlo.

- Si... ¡Si señor! -Respondió sonriendo de lado, girándose para verlo mejor. Ni faltó demasiado trabajo para reconocerlo, era el supuesto encargado de aquel pueblo peninsular - Un gusto, vine a ayudarlos. -Infló las mejillas como un niño pequeño orgulloso de su manualidad de macarrones y escarcha.

Los demás habitantes del pueblo caminaban cercanos a ellos dos, chismoseando, pues el jefe del lugar casi nunca salía de su casa y ver ese extraño cabello verdoso de por si ya era un milagro.

- Sabemos a que viniste, chico. La pregunta es si puedes lidiar con un asunto así.

- C-Claro que podré, ¡Soy un cazador de bestias!, ¡No es la primera vez que lidio con un tritón!

- S-Señor... -Un pequeño se le acercó por atrás, halándolo un poco de la chaqueta-... ¿E-Esos otros tritones también sacaban ojos?

M o n s t e r. [Cream]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora