Viajes Enlazantes

No hay nada más hermoso que el amanecer

Poco a poco comencé a despertar, tenía un fuerte dolor en la parte trasera de mi cabeza y mucha migraña... solo podía ver algo borroso que poco a poco se hacía más claro... alguien gritando en un altar, no entendía lo que decía, hasta que agoté mis fuerzas y volví a desmayarme...
Mis ojos se abrieron en la casa de una persona, era una muy hermosa mujer egipcia, poseía una belleza increíble, sus ojos brillaban con intensidad al ver los míos y fue cuando le pregunté "¿dónde estoy?"

-estás en la casa de una amiga mía -dijo suavemente- me quedé a cuidarte mientras ella trabaja.

- ... entiendo... -respondí- ... ¿sabes cómo llegué aquí?

- llegaste herido, te llevaron ante el faraón, él ordenó que te trajeran aquí y curamos tus heridas, ¿no recuerdas nada?

- lo último que recuerdo fue que me dieron un fuerte golpe en la cabeza... solo recuerdo mi nombre... "Gabriel"...

Estuvimos conversando un largo rato, hasta que llegaron los egipcios para saber mi estado. Al ver que estaba bien, de inmediato me mandaron a hacer trabajos forzados, tomándome como un esclavo.
Trabajé hasta antes de que la noche llegara, no tenía a dónde volver, por lo que volví a la casa en donde había sido cuidado, viendo a esa hermosa mujer saliendo de aquel lugar. Llegué a hablarle y la acompañé a su hogar, hablamos por todo el camino y aparentemente ambos nos enamoramos a primera vista, dejé que vaya a descansar y yo volví a esa casa, allí su amiga me recibió y me contó todo tipo de historias luego de que yo le contara la mía, en especial lo que sucedió entre su amiga y yo.
La noche pasó y la mañana llegó, nuevamente fui llevado para hacer trabajos de esclavo hasta antes que cayera el sol. Cuando regresé, el sol ya había caído, y vi que aquella hermosa mujer regresaba sola a su hogar, la seguí para darle una sorpresa pero otros dos soldados egipcios la interceptaron, quienes también estaban fascinados por su belleza. La acorralaron, así que de entre las sombras y por detrás tomé la espada de uno y se la clavé en el pecho, mientras que el otro desenvainó su espada y tuvimos un encuentro que terminé ganando, no lo recuerdo por la pérdida de memoria, pero mi cuerpo si, yo era un guerrero, y la única testigo de la muerte de ambos era ella, quien besó mi mejilla agradeciéndome y corrió a su hogar. Tiré la espada y regresé a la casa...
Al día siguiente encontraron los cadáveres pero nadie sospechaba de mí, hasta que aquella mujer hermosa a quien salvé, me señaló como el culpable... comencé a correr hasta ocultarme. Recordé que su amiga me había dicho que los egipcios temían a la noche y no se permitían salir durante ésta, lo único que se me vino a la mente es que ella lo hizo para defender su integridad, pero ya no había tiempo para pensar, los guardias empezaron a buscarme y estaban cerca, así que con rapidéz huí al desierto. Sin agua... sin comida... y sin ningún tipo de protección...