I.

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Esto era ridículo, humillante, vergonzoso. Había miles de términos para definirlo. Pero ya era algo tarde para arrepentirse o echarse para atrás. Tenía la ropa interior femenina puesta ya, ahora solo tenía que salir al otro cuarto. No era tan difícil. Oh Dios, claro que si era difícil. Desde entonces tendría que anotarse mentalmente el hecho de jamás apostar con Samuel una vez más, nunca. Maldito depravado.

— Va a ser rápido —se intentó convencer en vano sonriendo el espejo.

No, no iba a observar una vez más como lucía esa mierda encima de su cuerpo, definitivamente no. Era un hombre, los hombres no utilizaban este tipo de prendas por razones lógicas. La primera razón era la incomodidad, o mejor dicho; el poco espacio que la prenda le brindaba a sus partes privadas. Aunque era suave, el material era delicado y ciertamente lindo. Anda ya, tampoco iba a decir que era la braga más horrible que había visto en toda la vida. El rojo quedaba bien con su piel clara. Nota mental; comprar más ropa de ese color.

— Willy, Lana llamó, quería saber si…

Las palabras del nuevo personaje que había entrado de imprevisto en la habitación habían bajado de tonalidad a medida que eran mencionadas hasta que se volvieron nada. Un silencio absoluto se creó en la habitación. Uno bastante incómodo para el sujeto más bajito, el mismo que creía que sus mejillas iban a explotar por el color rojo tan intenso que habían adaptado apenas la puerta se abrió sin previo aviso.

Ni siquiera iba a voltearse no, estar de espaldas era lo mejor. Aunque claro, eso no implicaba que no pudiera ver la mayor por el espejo. El reflejo del mismo le dejaba observar casi perfectamente a Samuel. ¿Acaso no iba a decir nada? ¿por qué no salía de la habitación siquiera? Un nuevo suspiró salió de los labios del más bajo. No era normal el pulso que tenía, ni siquiera sabía cómo era posible que todos los vellos de su cuerpo estuvieran tan erizados y sus mejillas tan rojas. Era la vergüenza quizás, pero no podía serlo porque –hasta cierto punto– se sentía bien ser visto con aquellas prendas. Joder, eso sí era de locos.

Volvió la vista el espejo que anteriormente había quitado la vista y esta choco directamente con el rostro de Samuel. Una punzada se hizo presente en su vientre bajo cuando notó aquellos ojos cafés en cierto punto fijo; su trasero. Tuvo que bajar inmediatamente la vista a algún punto divino del piso cuando la lengua del mayor se asomó por sus labios para relamerlos. Eso había pasado como en cara lenta por su mente.

— Apuesta cumplida… —murmuró apenas con voz quebradiza, demasiado nerviosa para el propio bien de su cuerpo.

— Recuérdame apostar más seguido —respondió el otro con cierto tono de voz que dejó helado al más joven.

¿Cuándo habían acortado la distancia para quedar tan cerca de él? No tenía idea, el tiempo parecía relativo en esos momentos, casi innecesario o inexistente.  Su vientre se contrajo involuntariamente cuando las manos del de veinticinco fueron a posarse libremente en su cintura remarcada por las malditas pantaletas que eran parte de la apuesta. Contuvo el aire más de lo que le creía posible al tiempo que se dejaba hacer. Samuel actuaba tranquilamente al verlo así y él no dejaba de preguntarse el cómo eso podía ser posible. Esto no era lo que había estado imaginando. Iba a ser simple; iba a dejarse ver con las bragas y un camisón encima, se cambiaría y no volverían a hablar del maldito tema nunca más en sus vidas. Pero no, las cosas nunca salían como Guillermo llegaba a planearlas, siempre tenían que salir mucho peor.

Aunque usar el término “peor” sintiendo una de las palmas del mayor abarcar todo su glúteo derecho debería ser un delito en todos los estados. Oh no, eso no. No iban a terminar en la cama mientras él estaba usando una prenda femenina. Era su orgullo lo que estaba siendo pisoteado mientras las manos maduras jugaban con su cuerpo. Orgullo que hasta el momento no había salvado ya que seguía dejándose hacer.

— Sa-samuel, deja ya.. —intentó.

Sin embargo sus palabras quedaron a la mitad gracias a un intento de jadeó que gano espacio en su garganta para salir. Mierda, que no. Su mente y su cuerpo a veces no se entendían bien, pero en este caso parecían más como una tercera guerra mundial interna. Era difícil, tampoco podía decir que no cuando su pareja se encontraba tan cercana a su cuerpo; con una mano en el ya nombrado lugar y la otra acariciando su cintura. Y como si fuera poco, con los labios rozando su ya de por si sensible cuello. Samuel sabía de memoria los puntos débiles y parecía conocer a la perfección como usar tales lugares en su contra. Perfecto, ahora no tenía ni el más mínimo pensamiento de librarse de esos brazos.

— Me gusta la vista, sh. —siseó.

Acababa de aceptar todo acto con esas palabras. A la mierda con el orgullo que ya ni siquiera tenía, con la vergüenza y con un poco más de cosas que habían pasado por su cabeza cuando el castaño oscuro pronunció eso. Sus manos temblorosas se posaron encima de la mano ajena que había comenzado a hacer dibujos invisibles y amorfos en su vientre bajó. Lo escuchó reír suave. Entendía, Samuel había entendido que él aceptaba por completo lo que iba a pasar a continuación.

Fue entonces cuando el ambiente cambió. El mayor apretó más el agarre de su diestra ganando un suspiró aprobatorio de Guillermo y sin darse más tiempo a rodeos dejó finalmente a sus labios darse cambo libre en el cuello del más bajito. Suspiros llegaron a hacerse presentes, algunos sonidos extraños que provenían de los besos húmedos que el más alto comenzaba a dejar en la piel contraria y una respiración demasiado rápida. Guillermo era el primero en llegar a aquel punto divino de la excitación, comprobante de ello era la erección que a duras penas la prenda femenina lograba contener. Por otra parte Samuel se encontraba divertido, y más que divertido en el mismo estado que el chico en sus brazos. Esto de hacer apuestas era encantador, y aquellas prendas de chica hacían mil veces más provocable a Willy. Vamos que, desde que había entrado por esa puerta con una excusa estúpida al sospechar qué pasaba dentro, no había dejado de admirar lo bien que lucía en ellas. Si el trasero de su novio ya era deseable de por sí, el ser remarcado por las ropa interior roja lo volvía un pecado capital. Aquella imagen debería ser un patrimonio nacional. 

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2015 ⏰

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Bragas. { Wigetta - Oneshot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora