Capítulo 16

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Sabela

El hecho de me que ofrezca a cuidar de Jacobo días después de salir del hospital, me ocasiona problemas con Brais. Insiste una y otra vez en que quiere acompañarme, pero me niego rotundamente.

Es sábado por la mañana y me dirijo a casa de mi hermano. Pienso ayudarle en todo lo que necesite y más. Aparco enfrente de su taller y bajo un par de cajas de cartón.

En su interior hay varios tupperwares con comida dentro que conseguirá mantenerse fresca al menos durante una semana. Mi hermano tiene orden expresa del médico de permanecer en reposo durante un mes, por lo que va a necesitar que alguien cocine por él.

Como no puedo estar aquí las veinticuatro horas, ni tampoco deseo que mi presencia le moleste demasiado, es lo único que se me ha ocurrido para empezar a ayudarle.

Llamo a la puerta con un par de golpes y compruebo horrorizada que continúa manteniéndola abierta sin cerrar con llave. Simplemente con darle un pequeño empujón puedes acceder al taller sin problemas.

¿Cuándo va a aprender mi hermano?

Deposito las cajas en la entrada y subo las escaleras que conducen al piso de arriba. Compruebo que está dormido. La ropa de la cama está desordenada. Incluso él está recostado de una forma que no parece muy cómoda para su brazo. Tiene un montón de ropa tirada por el suelo, los ceniceros llenos de colillas y todo está hecho un desastre.

Levemente me acerco a él. No me gusta despertar a nadie cuando está descansando, pero si continúa en esa postura solo conseguirá dañar su brazo.

—Jacobo —le susurro—. ¡Jacobo!

—¿Qué pasa? —protesta él un poco desorientado y frotándose los ojos. Obviamente no esperaba mi visita.

Se incorpora en la cama y lo ayudo a acomodarse en las almohadas. Permanece callado durante unos instantes, observándome. Después, me dice:

—¿Qué estás haciendo aquí? Ya te dije que no hacía falta que vinieras.

Me preparo mentalmente para aguantar su mal humor debido a que se encuentra en un estado de salud bastante lamentable.

—He venido a ayudarte. Te he traído alguna comida para estos días —le respondo.

—Ni que cocinar suponga algún esfuerzo.

—Puede que no, pero cuanto menos fuerces el cuerpo los primeros días, mucho mejor. No quiero molestar, pero necesito que te levantes de la cama —le propongo.

En el rostro de Jacobo se dibuja un gesto de curiosidad, por lo que me interroga:

—¿Para qué quieres que me levante de la cama?

—Para cambiar la ropa y poder limpiar este sitio. Lo cierto es que está un poco asqueroso y necesita una buena limpieza.

—¡Qué! —exclama él—. Ni de coña.

¿Tanto esfuerzo le supone empezar a tener un poco de confianza conmigo? No creo que le pida demasiado. Si hubiera exigido eso mismo a tan solo días después de reencontrarnos, lo hubiera entendido, pero ya ha pasado un tiempo considerable.

Yo por mi parte, le he demostrado de mil maneras que quiero acercarme a él, pero no he logrado que se abra totalmente conmigo.

—¿Podrías levantarte de la cama, por favor? —vuelvo a insistirle.

—Si. Claro que me voy a levantar de la cama, pero no para que tú hagas lo quieras en mi taller, sino para ponerme a trabajar.

—Estás de broma, ¿verdad? —Mis ojos se abren como platos ante su afirmación—. No pensarás abrir el negocio en el estado en el que te encuentras.

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