Ian
Bajo las escaleras, esta fiesta es la hostia, por fin coincidimos todos. Mike esta con una tía que ha conocido hace diez minutos y el resto, bebiendo y riendo, lo mismo que voy a hacer yo en tres, dos...
-¡He dicho que cierres la boca!
Me sobresalto al escuchar la voz de una tía gritar y giro la cabeza para observar el pollo que esta por montarse, no sin antes coger un buen vaso de vodka.
-Vamos, monjita, deja que tu novio disfrute un poco.-digo sin si quiera saber a quién me refiero.
Cuando consigo atravesar la manada de cotillas que se han parado a ver lo que ocurre, me quedo de piedra. Noa... la estirada atrevida de literatura que tuvo los huevos de plantarme cara. Vaya, va a ser una noche interesante. Lleva un atuendo algo diferente a lo que estoy acostumbrado a verle puesto e inevitablemente, los ojos se me van a su culo. Joder. Lo tenía bien escondido.
Éso, o es que los pantalones que lleva son mágicos. De cualquier manera, me ponen las chicas con genio y, por mucho que ésta quiera esconderlo, lo tiene. Veo su coleta ondearse mientras se gira a mirarme cuando suelto otra barbaridad. Pero me quedo parado al fijar mis ojos en los suyos, y la sonrisa que tenía en la cara, desaparece. Están jodidamente vacíos, el brillo juguetón que creí ver cuando la tenía contra la pared se ha esfumado, y cualquier ápice de vida que pudiesen poseer ya no existe.
Veo cómo sale por la puerta después de mirarme una vez más. Y siento una jodida sacudida por dentro. Sin saber por qué, me jode que me haya mirado así. Siento un fuerte puñetazo en el brazo y sé que ha sido Katie.
-Pedazo de gilipollas.-me dice ahora con los brazos cruzados.-Podrías haber cerrado la boca, tus comentarios sobraban. Mierda.-dice mirando tras de mí.
Me giro y veo al gilipollas que, supongo, era el novio de Noa. Tiene la cara roja y las manos en puños. ¿Es broma? Ni que hubiese sido yo quien le ha puesto los cuernos a su novia. Hace el amago de pegarme un puñetazo en la cara, pero me aparto y antes de que tenga tiempo a reaccionar, soy yo quien se lo da. Se cae y la sangre empieza a salir por su nariz. Menudo mierda tiene que ser para que la ya no tan estirada Noa haya reaccionado así. La sangre bulle en mis veas cuando pienso otra vez en ella y en sus ojos marrones vacíos como agujeros negros. Hago el amago de darle otro puñetazo, pero Katie me agarra del brazo y, al igual que ella, al verlo tirado como la mierda que es, tengo claro que ha sido suficiente
-Katie, dale un poco de hielo al gilipollas éste.
-Voy a buscar a Noa.
-No, voy yo. Si me quedo le voy a partir los dientes y no va a ser nada bonito.
Me alejo sin dejarla responder y pasando de largo del capullo que se agarra la cara con la mano para frenar la hemorragia que probablemente le he causado. Una vez fuera, maldigo para mí, me he dejado la chaqueta y hace un frio de la hostia. Si no recuerdo mal, Noa tampoco llevaba nada de abrigo, tan solo la graciosa camiseta con un inesperado "Fuck you" en la espalda. No se me dan bien las tías, mucho menos las que lloran, pero he decidido ir a buscarla y hacer algo bueno para variar, así que me monto en la moto e intento olvidarme del frío. Puede que esto me ayude a quitarme de la cabeza la mierda de día que sé que será mañana.
Fijo los ojos en la acera. No puede haber llegado muy lejos, es bajita y además acaba de llegar (según me ha dicho Katie), así que no tendrá ni idea de adónde ir. Después de tres calles, veo a alguien encogido en la acera y sé que es ella. Tiene la mirada fija en la nada y yo fijo la mía en sus pequeñas manos abrazándose el cuerpo. Me acerco a ella, y no gira la cabeza, ni si quiera cuando me siento a su lado.
Después de unos minutos de silencio saco un cigarrillo y sólo cuando le ofrezco uno, habla.
-¿En serio?
-Bien, suponía que no sería lo tuyo, pero ¿En serio? ¿Ni si quiera un cigarrillo estirada?-digo riendo mientras guardo el paquete, pero me lo quita de las manos y, dejándome de piedra, lo enciende y se pone a fumar como si nada.
-Guau, ni tos ni nada.-se gira y me dedica una sonrisa falsa.
Cuando pasan otros cinco minutos me entran escalofríos, creía que no soportaría ver a una tía llorar desconsolada y en busca de un abrazo, pero esto es peor, es raro de la hostia. No llora, no dice nada y esta vez soy yo el que no puede quedarse callado más tiempo.
-Yo... he sido un capullo. No tendría que haber metido más mierda, ni si quiera sé exactamente qué ha pasado.- No se que estoy diciendo ni por qué, pero no puedo evitarlo.
-Da igual.
-Pero tu novio es más capullo aún, eso no podemos negarlo, ¿Quién...
-No lo es, John no es un capullo, es una de las mejores personas que conozco.
-Sí, díselo a Stacy.-cuando me mira confusa añado.- la chica que...
-Ya, de verdad, no es un capullo.-dice haciendo una "O" con el humo el cigarro.
-Joder. No es la primera vez que fumas, no me engañas.
-Quizá no siempre haya sido una estirada.-dice sonriendo.
-Bueno, ahora eres una estirada interesante, pero vas a dejar de serlo si nos quedamos aquí el resto de la noche. Vamos a la fiesta y demuéstrale al gilipollas de tu novio que la fiesta aún no ha terminado.-digo de pie ofreciéndole mi mano. Me la coge y me dirijo a mi moto, cuando me ve parado junto a ella, me giro esperando un "¿en serio? ¿vamos a ir en eso?" con voz de niña tonta, pero lo que me encuentro es diferente, ella me sorprende de nuevo cuando dice:
-¿Puedo conducir yo?
-Mierda estirada, tienes muchos secretillos por lo visto.
-Eso es un sí.
-Eso es un, quizá me gusten los secretos.
-Quizá algún día tengas el privilegio de saber uno de los míos.-dice con una
preciosa sonrisa torcida.
Mierda, creo que me gusta su sonrisa. Mierda ¿estamos tonteando? Ian, gilipollas, tu no tonteas, la gente te tiene miedo, te respeta. Ella debería respetarme pero me pone que no lo haga, y aún más verla subir a la moto como lo esta haciendo ahora. Esos pantalones... Joder, va a ser un viaje incómodo.
ESTÁS LEYENDO
Te necesito. I
RomanceTodos creían haber superado la muerte de su hermano excepto ella. Todos pensaban que su vida era perfecta excepto ella. Todos vivían sin querer excepto ella. Pero siempre estaría John el único en quien había podido confiar desde la muerte de Paul, e...