ASTARTEA. [1]✔

48》Angelus immolavit

Ariel Hunt.

—¡Mierda! —exclamó Azarel golpeando el capó de su auto.

Llegué a su lado, frustrado y molesto, una impotencia me recorría el cuerpo y la ansiedad y exasperación me albergaba, y todo esto por una persona:

Andrea Hunt.

La imagen del video en vivo, donde estaban Astartea y Gabriel secuestrados, Gabriel asesinando a Baxter y ahora Astartea y Gabriel muriendo me llenaba de rabia. La noche dejó de ser fascinante y excitante, convirtiéndose en una noche perturbadora y sombría. Andrea era T.B, Andrea hizo toda esta mierda.

—¿Dónde está esa hija de la gran...

Mis rabietas quedaron en la nada al momento en que mis ojos encontraron la figura idéntica a Astartea saliendo del edificio de nuestros departamentos, con una sonrisa de oreja a oreja y una despreocupación enfermiza.

—¿Dónde están? —espetó Azarel acercándose a grandes zancadas hacia ella.

Andrea se detuvo, con las cejas enarcadas y la boca con una ligera forma de "o", una sorpresa completamente falsa.

—Tú fuiste la maldita jodida que nos dejó el cadáver en el bar —la acusé con el ceño fruncido y señalándola con mi dedo.

Ella rodó los ojos, y no se esmeró en ocultar la sonrisa satisfecha de su rostro.

—Perdieron el juego, todos. Nadie me descubrió por lo que vi más conveniente enfrentarlos —soltó con desdén—. Y, están muy lejos de aquí —le respondió a Azarel—, para cuando lleguen... —miró el reloj de su muñeca he hizo una mueca—, ellos ya estarán muertos gracias al gas letal que libera la pequeña bomba que les dejé.

—Deja la mierda Andrea —espeté acercándome más a ella—, deja de ser una maldita por un momento y di dónde están. Ahora. —ordené.

Me sentía impotente, una desesperación en el pecho y una preocupación asfixiante, Astartea estaba en peligro, Gabriel estaba en peligro. Con los labios apretados, me acerqué más a Andrea, lo suficiente como para tomarla del cuello con mi mano derecha rodeando su pequeño cuello, tenía el pulso ligeramente acelerado y una mirada sombría.

—¿Qué me vas a asesinar? —soltó ella con burla—, si me asesinas, nunca vas a saber dónde carajo están.

Apreté el agarre de mi mano en su cuello y ella rápidamente llevó sus manos a mi muñeca, haciendo un intento inútil de que la liberara.

—No eres la única psicópata aquí —susurré—, no olvides que yo también tengo una retorcida fascinación por ver como los cuerpos van perdiendo la vida, especialmente a los que son más malos que otros.

Y ella sonrió, en grande. Pero lo siguiente, pasó tan rápido que me tomó por sorpresa:

Sentí la boquilla de su arma, fría y metálica contra la piel de mi sien. Su sonrisa se ensanchó, de manera sombría, fascinada y excitada, lucía desquiciada, fuera de sí.