1: Abuelo Vincent

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-Mia, ¿podrías por favor escuchar lo que digo? - la voz de mi madre realmente no podía relajarme cuando sabía lo que estaba por decirme. -Encontré a un muchacho realmente agradable. Me gustaría que lo conocieras. - dijo y yo rodé los ojos mientras levantaba mi maleta de la banda transportadora para poder marcharme.

Debo admitir que cuando Dios repartió el don de la paciencia, yo estaba dormida y olvidé presentarme. Eso, aunado al hecho de que mi madre tenía la particular habilidad de sacarme de mis casillas en tiempo record, no era la mejor combinación del día.

Apenas concibo que estuve viviendo con ella durante el último año tratando de que ambas no asentáramos de nuevo en Francia luego de la muerte de papá solo dos años atrás.

Mi madre era la típica esposa enamoradísima incapaz de ver lo ridícula que se veía y para colmos, mi papá era el inusual esposo súper enamorado y fiel que siempre le llevaba rosas y chocolates aunque no había motivos para hacerlo.

De verdad... sé que ambos se cuestionaban mi actitud tan desagradable para con el amor, pero cuando uno crece viendo esa relación al borde del coma diabético, simplemente no puede imaginarse viviendo lo mismo... Eso, aparte del hecho de que mi relación con el sexo opuesto consiste en hacer el ridículo frente a ellos. La teoría dice que; cuánto más me guste el tipo, más torpe me volveré.

-¡No, mamá! ¡No! - le dije con molestia cuando por fin logré desencajar la tira que se había atorado en la banda. -Estoy ocupada ahora. - le dije de mala gana.

-¡Te digo que es lo mejor para ti, cariño! Con todo lo que he pasado desde que tu padre murió... siento que seré la que le siga pronto. - dijo con voz triste y yo me detuve un momento para rogarle a Dios que me diera paciencia.

-Mira... no te vas a morir. Aún tienes que casarme y ver a tus nietos y esas cosas, mamá. - le dije para relajarla; sé qué es lo que quiere escuchar y si le digo que esas cosas pasarán es por que cree que yo lo he considerado en algún momento, pero la verdad es que desde que Pierre me rechazó, el amor se vino abajo.

-Oh, cariño... eso me hace feliz. Pero tampoco quiero tener setenta para cuando tu me des nietos. - murmuró enfurruñada.

Ese era el mayor problema de mamá; era ridículamente aniñada y a veces daba la impresión de que, por mi actitud, yo era la madre y ella la hija. Eso y el hecho de que no envejecía, parecía apenas haber entrado en sus cuarentas y aunque yo tenía veinticuatro, sentía que rondaba los ochentas.

No me sorprendería saber que tengo canas o arrugas alrededor de mis ojos, pero no me miro mucho al espejo; tal vez por eso no le había gustado mucho a Pierre; él dijo que yo era algo seca y fría, pero yo estaba segura de que si encontraba la persona indicada, el amor me cambiaría, solo que... no era Pierre y estaba completamente segura que no era el idiota que mamá quería presentarme.

-Mira, mamá... te prometo que... cuando regrese a Francia y me ocupe de todo aquí, conoceré a todos los hombres en Francia si quieres, pero por ahora y por todo el tiempo que me tome estar aquí, no quiero saber nada de hombres. - le dije mientras me abría camino hacia la salida.

-Pero vas a ver a tu abuelo. ¡Él es un hombre! - dijo ella con molestia y yo rodé los ojos.

-Él no cuenta, mamá. Además, el abuelo es probablemente el único hombre que me quede en la vida ahora y es el único al que necesito. - le dije algo dolida al pensar en papá.

-Oh, cariño... Sabes que tus primos también están considerando visitarlo pronto, me temo que vayan a pensar que vas tras la herencia. - dijo y yo fruncí el ceño cuando por fin di con un taxi y sin ayuda metí mi maleta y me senté dándole la dirección de la estación de autobuses.

Call You MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora