Culpa y responsabilidad

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Lisa tapó rápidamente la boca de Jean mientras ésta trataba de recuperar el aliento. Bárbara se dispuso a caminar lentamente buscando a Lisa, quien se encontraba vistiéndose con apuro.

— ¿A qué se debe esta agradable sorpresa? — dijo Lisa de lejos.
—Ah, señorita Lisa. Algunas personas se acercaron diciendo que escucharon sonidos extraños de esta zona y quise corroborar que todo estuviera en órden. — respondió Barbara en voz alta mientras esperaba a Lisa.
— Oh, que terrible oír eso. Afortunadamente aquí se encuentra todo bien — dijo Lisa mientras llegaba a la entrada de su casa.— aunque me resulta extraño que alguien de la iglesia venga personalmente por un asunto así.
— Ciertamente es extraño, pero no encontramos a Jean por ningún lado, quizá se fue a alguna expedición sin avisar...
— Quizás, ella suele irse así cuando el deber llama. — dijo Lisa cruzando sus brazos.
— Así es, siempre ha sido así. Está casada con su trabajo. — Bárbara se encogió de hombros.
— Es verdad... — Lisa bajó la mirada.
— Señorita Lisa, ¿Puedo preguntarle algo? — dijo Bárbara un poco nerviosa.
— Adelante.
— ¿Usted y mí--- Jean son cercanas? — preguntó desviando la mirada.
— ¿Por qué lo preguntas? — Lisa caminó lentamente hacía ella.
— Ah... Bueno... Jean siempre está tan concentrada y ocupada en su trabajo, jamás la veo disfrutar ni sonreír, pero he notado que cuando usted está cerca ella se ve más relajada y su mirada se ve más serena.
— Oh... ¿Eso cree? — Lisa suspiró.
— Bueno, quizá sea una interpretación mía pero... Me agrada verla así, me alegro que sean amigas. — Bárbara sonrió.

Lisa no respondió nada pero sintió un pequeño nudo en la garganta. Barbara simplemente se despidió y se marchó de allí en silencio. Jean, quién estaba escondida cerca a medio vestir también se sintió un poco incómoda con la situación, Lisa volvió hacia el cuarto y la encontró frente a frente, ambas se quedaron en silencio, la joven bibliotecaria la miró fijamente, Jean se había puesto un camisón blanco casi transparente que Lisa tenía cerca de su cama. Si se prestaba atención se podía ver levemente a través de él.

— Querida, ¿No te parece que no es una vestimenta adecuada para la situación que acabamos de pasar?— dijo Lisa levantando una ceja.
— Oh... Lo lamento, en realidad estaba apurada y tomé lo primero que ví, y luego me quedé escuchando... — Jean se sonrojó un poco.
— Ya veo, por suerte no te descubrieron. Imagínate el revuelo que se armaría si encontraran a la prestigiosa y pura Líder de los caballeros de Favonius así...
— Ey... No es para tanto... — dijo Jean riendo.
— ¿Ah no? A ver, camina hasta aquí.

Jean quién no comprendía el porque se esa pregunta se dispuso a caminar como si nada, y al dar unos pasos sintió como su cadera se aflojaba y sus piernas no respondían. En ese momento Lisa, previendo la situación, la atajó rápidamente.

— Ya ves... Mira que pura e inocente criatura que no puede caminar tengo aquí adelante. — Lisa rió.
— O-oye... Ésto no es para nada gracioso... Tengo trabajo que hacer y...
— Mmm... No parece que estés en condiciones de luchar si ni siquiera puedes dar dos pasos... Fu fu fu... — Lisa sonrió burlona.
— No es culpa mía, yo... — Jean llevó su mano hacia atrás y comenzó a encaminarse entre sus glúteos.
— ¿Que sucede? ¿Te duele? — preguntó Lisa.
— N-no... No me duele, pero se siente algo ahí y... — Jean apartó la mirada con vergüenza. — se siente raro y late un poco... Nada más.
— ¿Entonces se siente desagradable? — Lisa apoyó sus manos en la cintura.
— No... al contrario... Pero, creo que cada vez estoy más lejos de ser alguien apto para ser un ejemplo para la gente de Mondstat...
— ¿No crees que te cargas con demasiado peso y responsabilidad? — Lisa se acercó lentamente.
— Es mí deber, es para lo que me he preparado toda mí vida, desde que cumplí los 15 años. Para ser quien cuide esta ciudad y a su gente. — dijo Jean seriamente.
— Bella, lo que estás diciendo no coincide con lo que estoy viendo. — Lisa sonrió.
— ¿Q-que estás diciendo? Mis valores no tienen nada que ver con ésto.
— ¿Ah no..? Dime, ¿Que pensaría la gente del pueblo, la iglesia, los demás caballeros... Si supieran que a su adorada Jean disfruta de ser poseída y dominada? Y por otra mujer...

Jean se quedó callada con preocupación en su rostro.

— ¿Que sucede querida? ¿No puedes responder? — continuó. — Te estoy viendo frente a mí parada, vestida solo con esa ropa casi trasparente, tan sugerente... sosteniendote porque no puedes caminar luego de que te hice mía... Luego de que disfrutaste que toque cada rincón de tu cuerpo...
— Basta... — dijo Jean apartando la mirada.
— No decías eso hace un rato. ¿No eres capaz de aceptar que además de ser una caballero también eres una mujer? — Lisa arrinconó a Jean contra la puerta de dónde aún se sostenía.
— Basta... — volvió a decir Jean apretando las manos.
— ¿Cuánto tiempo piensas que puedes sostener esa careta que tienes puesta? ¿No crees que es demasiado duro? Es un castigo lo que te estás haciendo... — Lisa miró a los ojos a Jean quién evitaba cruzar la mirada.
— Es mí deber, aguantar... Y ser la persona de todos esperan que sea, ser el ejemplo de pureza, trabajo, ser alguien impoluto, debo predicar la honestidad y--
— ¿Si tú misma no estás siendo honesta? Sé que quizá es más fácil en mí caso porque simplemente estoy allí en la biblioteca encerrada trabajando, esporádicamente tengo charlas y la gente del pueblo conoce lo mínimo necesario de mí, pero Jean...
— ¡Yo no puedo hacer eso...!.— Exclamó bajando la mirada.
— No debes cargar con todo eso Jean... No le debes nada a nadie. — Lisa acarició el rostro tembloroso de la joven rubia.
— Yo... Soy un fracaso... — comenzó a sollozar. — trato de ser una persona ejemplar... Pero ya me ves... Soy una persona sucia y retorcida, solo soy una pobre niña enferma y desviada del camino...
— Jean, no digas eso, no es cierto. — Lisa tomó el rostro de Jean con ambas manos y lo levantó hacía ella.
— ¿No es cierto? Ya lo dijiste, disfruto de ser sodomizada y poseída, hasta en los lugares más sucios... Y por otra mujer. — las lágrimas caían por su rostro.
— No es lo que quise... Oye, no llores, realmente eso no debería influir en los valores que profesas a la gente...
— ¡Pero lo hace! ¿Que autoridad tendría si se supiera todo eso? — Jean frunció el ceño molesta.
— Querida, no pongas esa cara... Si todo ésto es tan doloroso... Déjame compartir el dolor de esa carga contigo. — Lisa abrazó a Jean.
— Lisa... Desde que esa noche todo se volvió un desastre... — dijo Jean devolviendo el abrazo.
— Lo sé... — suspiró Lisa.
— Realmente... No hay vuelta atrás de ésto que siento. Aquella noche que te vi en la biblioteca y me acerqué al verte tan sola, no creí que fuera a pasar ésto. Simplemente quise estar allí un rato, pero en un momento me encontré mirando fijamente tus piernas mientras estabas en la escalera acomodando unos libros sin prestarme atención...
— Lo recuerdo, tenía bastante trabajo ese día y me había quedado para adelantarlo...
— No me di cuenta que te estaba mirando tan concentrada hasta que noté que estaba tratando de mirar por debajo de tu vestido, simplemente estaba hipnotizada y me encontré allí haciendo algo tan bajo... — dijo Jean secándose las lágrimas.
— De todas formas no me había dado cuenta. — sonrió Lisa tiernamente.
— Recuerdo que en ese instante gracias a qué me había acercado para ver debajo de tu vestido fue que pude atajarte al caer... Fue un milagro, si no hubiera hecho eso quizá te habrías lastimado...
— ¿Ves? Tu perversión salvó mí vida querida. — Dijo Lisa abrazándola fuertemente.
— Lisa...
— Jean, te dije que no digas mí nombre con esa voz tan adorable... Sabes que luego no respondo de mí... — Le respondió suavemente al oído mientras interponía una de sus piernas entre las de Jean haciendo presión contra su entrepierna.
— Lisa... ¿Que debería hacer? Siento que podría explotar de alegría y placer al estar así contigo. — respondió Jean mordiendo su labio.
— Querida, no hace falta que hagas nada... Simplemente dejamelo a mí, enseguida te haré sentir mejor. — dijo Lisa lamiendo su oreja con delicadeza.

 — dijo Lisa lamiendo su oreja con delicadeza

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