XV

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"Estar entre dos bandos es horrible, pero peor es vivir con incertidumbre, sin poder creer en nadie, ni saber en qué creer"


         Habían pasado tres meses desde que Nad se peleó con todo el mundo. No quería hablar de nada, solo lo básico. Nuestras conversaciones últimamente eran solamente para preguntarme por mis padres y para regañarme porque le seguía hablando a Cristian. Sus padres nunca me quisieron decir que estaba pasando, ni cómo les podía ayudar, solamente me dijeron que eran decisiones erróneas de Nad y que él solo las tenía que arreglar. Después de todo eso, de sentir la tensión que tenían los tres, decidí irme con Lisa y no volver más o por lo menos no hasta que todo se arreglara.

         Por otro lado, todo el progreso que había tenido Cristian en cuanto a los insultos se había ido al diablo. Si mencionaba tan solo una vez a Nadeem se pasaba el día entero hablando horrores de él, Matheo ni se diga. Al no poder lograr que ninguno de los chicos dejara de insultar al otro, tanto Lisa como yo nos alejamos, estábamos cansadas de esa estúpida pelea.

         Mis padres seguían sin aparecer. Había cientos de grupos de búsqueda detrás de ellos por todo el país y nada. Los llamaba miles de veces al día, les mandaba millones de mensajes, pero nada. Iba a la policía día tras día y ni una sola pista de su paradero. Había noches en las que no podía dormir pensando en ellos y en lo que podría estar pasando. Mis ataques de ansiedad habían vuelto cada vez más seguidos, había clases en las que simplemente tenía que salir a mitad de ellas porque no podía seguir sentada, por suerte fueron las últimas del curso. Tenía el labio roto y los ojos rojos casi todo el tiempo. Lisa y su madre trataban de calmarme, pero lo cierto era que ni, aunque estuviera un día completo con Osmon se me quitaría la ansiedad hasta tener a mis padres junto a mí.

         Las vacaciones habían pasado tan rápido por el miedo y el problema de Nadeem que parecieron un abrir y cerrar de ojos. A donde quiera que fuera estaban esos tipos siguiéndome, excepto al templo. Lis y yo optamos por no salir y solo quedarnos viendo series o leyendo, mucho más no podíamos hacer. Cuando ella iba a su trabajo, como era un restaurante buffet me podía quedar allí hasta que su turno terminaba. De lo contrario, si me quedaba sola, me escondía en alguna parte de la casa, con el teléfono a tan solo un click de llamar a la policía, hasta que alguien llegara. Mientras estaba sola apenas respiraba y sentía cientos de ojos puestos en mí, aun cuando sabía que en realidad estaba sola.

         La escuela había empezado. Mi último año, el que se suponía que debía ser el mejor. Bueno el mío había empezado terrible, en todas y cada una de las clases tenía por lo menos a alguno de esos tipos mirando cada minúsculo movimiento que hacía. Estaba tan ansiosa y preocupada que mis grados iban de mal en peor. Ya habían llamado a Adriana, la madre de Lisa, a darle las quejas de mi desempeño, hasta un psicólogo le sugirieron.

          La única buena noticia de todo esto era que por fin habían desaparecido todos esos chicos incluidos los hermanos Miller. Hacía como un mes y medio que por fin me sentía libre y lejos de cualquier peligro. Sentía que por fin mi vida volvería a la normalidad. Había decidido volver a mi casa, no quería seguir molestando y menos si ya no había peligro. La primera noche no pasó nada, ni un solo ruido o vecino molesto, solo paz y tranquilidad, igual que antes.

         Hoy la escuela estuvo un poco lenta sumado a que tenía sueño por acostarme tarde haciendo tarea después de mi segundo día de trabajo. Ya me había dormido en varias clases por lo que ya iba por la tercera llamada de atención del día.

—No creo llegar a la próxima clase con vida... Me estoy muriendo de sueño y ahora tengo la clase más aburrida de todo el año. Mátame... —Me quejaba caminando hacia el final del pasillo con tal lentitud que cualquier zombie me hubiera ganado.

Sangre CodiciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora