Capítulo 21. La explosión nuclear.

83 22 39
                                    

Viernes, 23 de octubre (aún).

Estoy frente a la puerta de Olivia. Tengo casi todo lo de clase al día: trabajos, ensayos, repasos... incluso lo del sindicato de estudiantes.

—¿Qué onda? —me saluda la mexicana. Entro en su dormitorio y me invade el calor. Tiene la calefacción encendida.

Salut, Olivia. ¿No te asas? —Me quito el pañuelo del cuello. Ella está en manga corta.

—Es calefacsión sentralisada, así que da igual si me gusta o no... Aunque sí me gusta.

Me conduce hasta su salón, que está en la penumbra porque no hay más luz que la que proviene de un montón de pantallas holográficas. Cuando mis ojos se acostumbran a la oscuridad, reconozco cables y piezas sueltas de dispositivos por doquier. Estoy casi segura de que hay varios discos duros, pero la mayoría de cacharros no los identifico. En el centro, en el suelo, llaman mi atención un montón de cojines fucsia, violetas y turquesa de aspecto mullido. Alrededor, veo las puertas de un baño y de un dormitorio. La mayoría de residencias no tienen dormitorio aislado, normalmente lo mezclan con la cocina y el salón, así que esta se puede considerar bastante grande. Se me ocurre que Olivia la ha pagado trabajando para Katya, y eso me da grima.

Ugh. Estoy dentro de un apartamento costeado con el dinero que la rusa invirtió en invadir mi privacidad. UGGHH.

Me estremezco a pesar del calor.

Cuelgo mi bolso y mi abrigo en un perchero para no regodearme en este desagradable pensamiento. Luego saco el pendrive con forma de conejito de mi bolsillo.

—Si me lo formateas ahora, se lo llevo a Hana y ya nos olvidamos de ella el resto de la tarde.

—Claro. Trae acá. —Lo coge—. Será rápido.

Se dirige a un rincón especialmente oscuro de la estancia y tardo un rato en darme cuenta de que ahí tiene una gran CPU. Intuyo que los cables de las pantallas holográficas y demás cacharros que hay por la habitación desembocan allí. Amusgo los ojos y, de hecho, me doy cuenta de que hay tres torres en total, aunque dos son pequeñas. Todas tienen diversos dispositivos enchufados.

Mi anfitriona vuelve rápidamente al centro de la habitación para iniciar el formateo acomodada en los cojines. Me siento a su lado. Son blanditos y el suelo está enmoquetado. Trabajar aquí parece sumamente agradable.

Se nota que invierte horas y horas en sus ordenadores.

—Ya está. Te dije que sería rápido. —Me devuelve el pendrive en forma de conejito morado, y yo bajo corriendo a la quinta planta con la esperanza de concluir por fin este asunto.

Tengo la extraña sensación de que estoy olvidando algo, pero se me pasa cuando Hana abre su puerta con el entusiasmo de una ardilla hasta arriba de cafeína.

—¡Amélie! ¡Annyeong! —saluda efusivamente.

(Digo que saluda, pero desconozco por completo el idioma, lo mismo me ha llamado idiota).

—Aquí tienes tu pendrive. —Soy muy seca al extender la mano para dárselo.

—¿Quieres pasar? —me ofrece ilusionada.

Me pregunto qué es lo que le hace pensar que cabe la posibilidad de que le diga que sí: ¿que la sacase de clase para amenazarla? ¿Que haya sido fría y escueta al chatear? ¿Quizá lo deliberadamente borde que estoy siendo?

Se me ha enarcado una ceja. Intento relajar la mirada cuando abro la boca para responder, y es entonces cuando me fijo en que lleva puesta una gargantilla de cuero en torno al cuello.

Suave como la seda [Overwatch]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora