Hoja en blanco

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Fue imposible sacar tu recuerdo de mi mente
Fue imposible olvidar que algún día yo te quise
Tanto tiempo pasó desde el día que te fuiste
Y allí supe que las despedidas son muy tristes

Lo vio irse en aquel tren, su pecho dolió pero no debía ser egoísta, el pelinegro estaba un paso más cerca de cumplir su más grande sueño y aunque sintiera que se le desgarraba el alma al imaginar el tiempo y distancia que les separaría, aun con las lágrimas amargas surcando su rostro, mostraba una diminuta sonrisa de felicidad por su novio.

Nunca me imaginé que un tren se llevara en su viaje
Aquellas ilusiones que de niños nos juramos
Todos tus sentimientos los guardaste en tu equipaje
Quisiste consolarme y me dijiste yo te amo

Desde entonces no supe qué sería de tu vida
Desde entonces no supe si algún día regresabas
Los amigos del pueblo preguntaron si volvías
Llorando di la espalda, no les pude decir nada

*** DOCE AÑOS DESPUÉS***

Stephen Strange miro el rustico paisaje con nostalgia, aferró su maleta con fuerza y nerviosismo mientras recorría la vieja estación de tren, la última vez que estuvo ahí fue el día que partió de hacia la ciudad y hasta hace apenas unos meses no pensó en volver ni una sola vez. Sólo había pensado en volverse el mejor y lo había logrado, ahora no había nadie en el campo de la neurocirugía que lo igualara por lo que había estado planeando minuciosamente este viaje, con la única intención de volver a ver a cierto rubio de ojos azules...

-¡Strange!- un hombre de rasgos asiáticos y cabeza afeitada le recibió

-Wong, amigo es un gusto verte- murmuró el cirujano con un fuerte apretón de manos

-Me hubiera gustado verte en otras circunstancias. Lamento mucho tu perdida- susurró Wong

-Mamá ya era grande, no es algo que me sorprendiera- dijo el pelinegro.

...claro, nunca había esperado que la muerte de su anciana madre fuera lo que le haría regresar.

-Ella era muy feliz aquí y estaba orgullosa de su hijo en la gran ciudad

-Deben detestarme por dejarla sola- murmuró

-No, ella jamás estuvo sola. Siempre tuvo a Everett a su lado- declaró el mayor

-Ev... ¿Cómo esta él?

-Uf, él está enorme, ¡Pronto no será capaz de ver sus propios pies!- rio el asiático

-... ¿Qué?- cuestionó el pelinegro apenas logrando contener su voz

-Oh, claro no lo sabías. Está esperando a su segundo hijo, él y su esposo están entusiasmados, se casaron hace cuatro años- dijo el hombre sin darse cuenta del dolor que le estaba causando a su amigo de infancia.

Ayer que regresé a mi pueblo
Alguien me dijo que ya te casaste
Mírame, y dime si ya me olvidaste
Me marcharé con los ojos aguados

Después le pregunté a la luna
Me dio la espalda, intentó ocultarse
Hasta la luna sabe que me amaste
Hasta la luna sabe que aún me amas

Y vuela, vuela por otro rumbo
Ve y sueña, sueña que el mundo es tuyo
Tú ya no puedes volar conmigo
Aunque mis sueños se irán contigo

Cuando entró en la casa de su infancia todo el mundo le miro, antiguas niñeras y profesoras le dieron el pésame para después alabar su saludable apariencia, antiguos amigos le abrazaban preguntando sobre su vida en la gran ciudad, cuando llegó el momento en que por fin pudo acercarse al féretro de su madre fue que lo vio. Everett Ross con una modesta sonrisa y los ojos un poco irritados, pero aun con aquella belleza que solo el embarazo podía lograr, lucía un saludable color de piel y su cabello era tan brillante, vestía un pantalón de maternidad negro y una camisa suelta a juego que caía con gracia sobre un redondo vientre de aproximadamente seis meses de gestación.

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