Capítulo 1.

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Finn Rousseau miró hacia la ventana del piso de su hermana, el tercero. De pronto, casi le pesaba habe r ido a ver a Maggie. Sacudió la nieve que se había adherido a sus tejanos mientras caminaba las tres manzanas que separaban la parada del autobús de la casa de su hermana.

La noche anterior había nevado tanto que la nieve llegaba hasta las rodillas, y en aquel barrio nunca la retiraban de las calles. Estampó las botas contra el suelo para limpiarlas. Tácticas retardatorias. En el fondo se daba cuenta de que las expectativas que había formado en torno a esa visita eran grandes y que, tal vez, acabaría desilusionada.

¿Qué ocurriría si Jim estaba allí? Era probable que esuviera; al fin y al cabo era su casa. Finn sabía que él tenía vacaciones y que, aunque no estuviera allí, Maggie hablaría de él.

Cogió un extremo de la bufanda y lo pasó por encima del hombro. Era ridículo quedarse parada en la calle. Debía subir, aunque sólo fuera para pedir prestada la falda de terciopelo a su hermana. Aquella misma noche iba a una fiesta de fin de año y pensaba llevarla. Subió las escaleras de entrada y desembocó en el vestíbulo. Era un edificio vetusto que aún conservaba restos de dignidad. En una pared del vestíbulo había una hilera de buzones de latón y allí encontró el apellido de Maggie; Rousseau. A continuación, unido por un guión, habían escrito otro: Warenecke. Rousseau Warenecke, como si constituyera un único apellido.

Durante el trayecto en autobús no había dejado de pensar en que Maggie y ella pasarían unas cuantas horas juntas, las dos solas, hablando de cualquier cosa: de sus padres, de los estudios de Finn, del trabajo de Maggie, de ropas, sexo o dinero. El tema no importaba. Lo esencial era que las dos volverían a sentirse tan agusto como antes, recuperarían la confianza de antaño y se pondría nostalgicas comentando los viejos tiempos.

Subió los peldaños restantes de dos en dos. Al poco de cumplir los 15 años en mayo había crecido de golpe 10 centímetros. Tenía las piernas muy largas, medía 1.75 y sobrepasaba la altura de su madre, quien, complacida, solía decir: «Pareces una potraca». Pero Finn pensaba que tenía más parecido con un caballo; se encontraban menos delicada que un potro, y además cuando sonreía tenía la sensación de enseñar demasiado los dientes. Para colmo, su melena era de color pajizo y ella (naturalmente) se hacía cola de caballo.

-Espero que no estés en casa, Jim-murmuró para sí mientras subía el segundo tramo de escaleras-. No lo tomes a mal.

Jimm era buen muchacho. A Finn no la enloquecía, pero ya que a Maggie  si ella lo aceptaba. Apenas había visto a su hermana en los últimos cuatro meses y, si lo pensaba detenidamente, cuando al fin habían podido reunirse, nunca las habían dejado solas. Aquellos encuentros habían sido poco satisfactorios considerándolo muy unidas que habían estado. A pesar de que Maggie era 5 años mayor, la amistad entre ellas había sido muy fuerte. Habían compartido la habitación, los cosméticos, la ropa, los buenos y malos humores.

Incluso el año anterior, cuando Maggie ya salía con Jim y pasaba el con él la mayor parte del tiempo libre, ambas habían sabido encontrar ocasiones para conversar y hacerse confidencias. Por lo menos Finn le contaba todo a Maggie, a pesar de que ésta hacía su propia vida mucho antes de marcharse de casa.

La puerta de Maggir estaba pintada de verde brillante. Finn llamó tamborileando con los dedos y al poco rato apareció su hermana, vestida con un jersey verde de cuello en pico y unos tejanos. En la cabeza llevaba un pañuelo también verde que cubría sus rizos rojizos.

-¡Maggie! -Ambas estaban contentas de verse y se dieron un achuchón cariñoso-. ¡Estás muy guapa! El verde debe de ser su color favorito.

De repente, dejó de hablar. Por encima del hombro de su hermana había visto a dos desconocidos en el apartamento. Había un chico sentado en el sofá y una chica algo llenita y corta de talla, curiosidad de los discos de Maggie.

-Finn -dijo su hermana, llevándola hasta la sala-. Éstos son Seth y Toby. Chicos, esta es mi hermana Finn. Los dos han venido en coche desde Auburn. Seth es el hermano de Jim.

Finn no salía de su asombro. Sabía que Jim tenía un hermano e incluso que lo consideraban la oveja negra de la familia porque había abandonado los estudios. Jim, en cambio, era un brillante estudiante de medicina. Había imaginado que su hermano pequeño sería parecido a Jim, regordete y engreído. Pero Seth era delgado y de piel oscura, y por la forma en que estaba sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y las manos descansando sobre los muslos, parecía más un príncipe de cuento de hadas que una oveja negra. Sin embargo, su atuendo, consistente en unos tejanos descoloridos y unas botas muy desgastadas, no era digno de un príncipe.

-¡Hola, Finn! -Saludó Seth.

¡Bonita voz!, profunda y cálida.

-Hola -dijo ella.

¡Dios! Era tan guapo como 6 chicos juntos. Finn fue a sentarse cerca de la ventana.

-¿Has venido a pie? ¿Vives cerca de aquí? -preguntó Toby, haciendo tintinear la cadena de oro que llevaba en el cuello.

-He venido en autobús y luego andando -respondió Finn-.

Vivo en el otro extremo de la ciudad y...

Pero Toby no antendía. Se había vuelto hacia Seth y le preguntaba si recordaba una ocasión en que habían recorrido a pie casi 40 kilómetros, durante una marcha contra el hambre.

- Llovió el día entero, ¿Recuerdas? Acabamos empapados -dijo Toby riendo y agitando un montón de pulseras.

Maggie entró en la cocina.

- Os traeré algo de beber -anunció.

- Aquel día se te hicieron ampollas en los pies -dijo Seth a Toby.

-¡Ya lo creo! Aún me duelen cuando las recuerdo.

Finn se hundió en la silla, con la mente en blanco. Quería decir algo pero no se le ocurría el qué. «No digas nada, a nadie le interesa», pensó para sí. Entonces extrajo el maltrecho ejemplar de Cumbres borrascosas que llevaba en el bolsillo.

«A los 15 años -leyó-, ella se transformó en la reina de la comarca. Ninguna podía igualarla y se convirtió en un ser terco y caprichoso.» No era la primera vez que Finn leía aquella novela. Era su predilecta. El pasaje que acababa de repasar y el personaje de Catherine le resultaban especialmente atractivos. Esta última, sobre rodo, era la admiración de Finn, porque había sabido ganarse el respeto de los otros personajes de Cumbres borrascosas.

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⏰ Última actualización: Feb 09, 2015 ⏰

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