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Pasos predecibles.

Hola pequeño roedor. Eres tan escurridizo que me da cierta envidia, dime, ¿acaso sabes que te estás metiendo en la guarida del lobo? ¿No? Bueno, eso explica el porque actúas como lo estás haciendo. Si yo soy "idiota" entonces tú serás retrasado.

Pequeña rata, te encontraré, y créeme cuando te digo que estarás muerto antes de que te puedas disculpar por burlarte de mi.

¿Me llamas predecible? Entonces dime, ¿por que regresaste? ¿Ahora quién es el predecible? Dejo está nota porque se que regresarás, y cuando lo hagas, créeme que te darás cuenta que caíste en una trampa.

Atte. Alguien que te pateara el trasero.

¡Ja! ¿Me llama a mi predecible? Ya verás Bakugō.— dobla de nuevo la pequeña nota y la mete en el bolsillo de su gabardina oscura

Por un breve instante pensó que el rubio resultó divertido y algo, lean bien, solo "algo encantador" por responderle y por seguir con este infantil juego de cartas.

Escalo la estantería de herrería, quito el pequeño tapete que había sellado al techo con su quirk y abrió la tapa de la ventilación, justo a tiempo antes de que alguien empiece a golpear la puerta con fuerza, intentando casi tirarla.

Solo hay alguien que haría eso sin importarle si la rompe o no. Bakugō Katsuki está del otro lado, esperando atrapar a su presa.

—¿Ya lo leíste no? ¡Ahora sal de ahí pequeña rata inmunda!— grita con fuerza pateando la puerta que tiene seguro

—¡Ja! ¡Quizá si soy una rata escurridiza Katsuki! ¡Pero tú serás un idiota!— gritó engruesando su voz desde la última repisa del mueble que había en aquél pequeño cuarto, apunto de entrar al conducto de ventilación.

—¡Estás muerto!— gritó con más fiereza y de una patada, rompió la cerradura y abrió la puerta.

Pero nada. Ya no había nada ni nadie ahí. No había señales de que hubiera habido alguien en aquél pequeño espacio.

—¿Quirk de teletransportación?— se pregunto confuso —No, no ¡No! ¡Caraj*!— gritó y pateo el único mueble que había —Te atrapare rata.— Murmuró entre dientes y salió

Meirara solo podía contener su risa desde aquel lugar y empezar a avanzar. No podía creer que no se le haya ocurrido alzar la vista hacia arriba, el tapete se hubiera notado, ya que ahora estaba aplastado por la rejilla de ventilación, así que se hubiera visto claramente que alguien lo cerró desde dentro. Pero no, el rubio le demostraba una vez mas que era un idiota.

Con pequeñas risas contenidas para que no le escucharán, llegó al salón correcto, quitó la rejilla y bajo por medio de un escritorio que había dejado justamente abajo de aquella ventilación. Era un salón de cómputo algo abandonado, solo tenían ahí cosas viejas y sin utilidad. Ahora ese sería su nueva guarida.

Sonrió victoriosa, con las ideas frescas, le escribió una nota a modo de respuesta de la que había dejado su querido idiota, ya con la hoja lista, la metió en un sobre, se quitó su disfraz y salió alegre de ahí.

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Notas a un querido idiota [Bakugō Katsuki] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora