Corro a toda velocidad por el frondoso bosque. Trato por todos los medios de alcanzar al resto de mis hermanos. Mi pecho ya quema, mi respiración es errática, mis piernas ni las siento.—¿Alguien me recuerda porque tenemos que correr tan deprisa? —digo agitada—. ¡Dios! Si seguimos me voy a desmayar.
—Aparte de poco agraciada, también torpe —comenta mi segunda hermana mayor Luisa.
La miro con cansancio, ya casi acostumbrada a ese tipo de comentarios por su parte.
—Pobre, dudo que encuentre pretendiente algún día.
—¡¡Luisa!! —recrimina mi primer hermano Samuel—. Tenemos que salir de los terrenos de padre. Vamos Peque ya falta poco —Me anima a continuar.
Así continuamos corriendo, esquivando ramas, saltando rocas, hasta que para mi alivio llegamos a nuestro destino, el prohibido claro que tanta curiosidad ha despertado en nosotros. Después de tantos relatos de Luis, el mejor amigo de mi hermano Samuel y de su insistencia en romper las reglas que por tantos años se han impuesto de mantenerse alejado del misterioso claro, pues según los más viejos es muy peligroso y quien entre en él no vuelve, el rubio amigo logra convencernos de hechar solo un vistazo. Me detengo tratando de recuperar el aliento, con mis manos en las rodillas, sin si quiera levantar la vista, mi vestido está hecho un asco.
—No estoy segura de que sea buena idea, si papá se entera de que lo hemos desobedecido...
—Solo serán unos instantes, volveremos antes de que noten nuestra ausencia —Me interrumpe Jorge el tercer hermano.
—Cobarde también, otro defecto a la lista —Se burla Luisa.
Rosa la cuarta hermana pone los ojos en blanco fastidiada de los constantes ataques de Luisa.
—¿Quieres parar? A veces pienso que la envidia no te deja ni dormir.
—Ja. ¿Por qué la hiba a envidiar yo? —comenta Luisa llena de seguridad.
—Quizás porque ella no es una cabeza hueca, superficial que no sabe ni dónde se encuentra parada.
Estas situaciones son frecuentes en mi día a día, Luisa se encarga de molestarme cada que tiene oportunidad. Ella es hermosa, con su pelo rubio, grandes ojos azules, labios llenos, figura estilizada, piel blanca como la porcelana. Llama mucho la atención de los jóvenes, y le llueven las propuestas. Yo en cambio. Tengo unos corrientes ojos color chocolate, no soy tan delgada como ella, aunque no soy gorda. Mi cabello castaño casi negro, roza mis caderas, mis labios aunque muy rosados son medianos. Nada fuera de lo normal. Me llamo Elena y soy la menor de los cinco hermanos. Todos de cabellos claros, ojos azules o verdes en el caso de Rosa, con una belleza inusual . Menos yo, que estoy dentro de lo común. Nuestra madre dice que me parezco a mi abuela y me consiente un poco más, creo que por eso el resentimiento de mi hermana Luisa hacia mí. Mis hermanos me aman con locura a excepción de Luisa, aunque en el fondo debe quererme también "a su manera".
—Vamos Ena —dice cariñosamente Rosa tomándome de la mano para avanzar.
Luego de unos pasos me quedo estática ante lo que veo, mis ojos están fijos en el hermoso paisaje que se dibuja a nuestro alrededor. La luz del sol brilla mucho más en este lugar, aves de muchos colores cantan, el suelo está cubierto de infinidad de hermosas flores, la vegetación se nota más verde, más viva. Continuamos avanzando guiados por Luis, hasta llegar a un enorme árbol. Por un momento me embarga una extraña sensación, un presentimiento, pero decido no hacer caso.
—Lo mejor esta al cruzar ese hoyo —dice Luis apuntando un gran agujero en lo bajo del árbol, el cual estaba oculto por la vegetación.
—Está realmente oscuro, no se ve nada —pronuncio insegura.
—Yo iré primero —afirma Luisa—. No hemos venido hasta aquí para nada.
—Pero.... —No termino de hablar cuando ya mi hermana atravesó agachada el agujero.
—Vamos Peque —Me insta mi hermano Jorge apoyando su mano en mi espalda—. No pasará nada.
Mis hermanos y yo seguimos a Luisa que ya se nos perdió de vista dentro de el agujero. Pero nada es lo que esperaba, de pronto una segadora luz dorada me ciega y siento mi cuerpo mareado. Cuando logro abrir mis ojos y enfocar mi vista, me congelo en el lugar.
—¡Oh Dios! ¡¿Dónde estamos?! —exclama Rosa confundida.
Frente a nosotros vemos un lugar completamente desconocido, como si fuera otro mundo, con criaturas antes no vistas.
—¿Esas son hadas? —pregunta un descolocado Jorge.
—Mantengan la calma, tenemos que buscar el camino de.....
Samuel ni siquiera completa la frase, pues de entre los árboles aparecen unas imponentes criaturas armadas con arcos y lanzas.
—¡¡Deténganse en nombre del rey Darius, soberano de los elfos del Reino Creciente!! —ordena con potente voz el elfo que los lidera.
—¡¡¿Dónde nos hemos metido?!!
Hola a todos, ¿cómo están?
Les cuento que es mi primera historia que me animo a publicar. Por tanto, no es perfecta. A pesar de eso espero que disfruten leyendo tal como yo escribiendo. Ya tengo muchas ideas, estoy entusiasmada. Depende de sus comentarios que suba el otro capítulo y continúe con la historia. Un abrazo grande.
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El Reino de los Elfos
RomanceA veces lo que en un lugar es ordinario, en otro es peculiar. Elena una joven de 18 años, que en su localidad es alguien que no goza de gran belleza, que está dentro de la media, que es opacada por la belleza de sus hermanos. Pero la vida la lleva a...