Capítulo Único

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Me encuentro postrado sobre el sofá, mi mirada está perdida en el infinito mientras el ruidoso ventilador de techo de la sala es el último testigo de mi lamentable estado

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Me encuentro postrado sobre el sofá, mi mirada está perdida en el infinito mientras el ruidoso ventilador de techo de la sala es el último testigo de mi lamentable estado.

Si debiera definirme ahora lo haría como un ente sin vida, pero que aún respira. La locura atenacea mi mente y alma, aunque me debato que podría ser la cordura el artífice de mis suplicios.

Miro a mi alrededor, los pisos manchados, las cortinas hechas jirones, incluso la luz que entra por la ventana se distingue con un aire corrupto y sepulcral.

Escucho pasos afuera, tomo mi revólver, y lo siento frío al tacto, mi mano tiembla mientras apunto hacia la puerta, y los pasos se hacen cada vez más fuertes, hasta que se frenan cerca de la puerta. Escucho que se apoyan en la puerta, como escuchando, me lleno de valor y gatillo el arma seis veces, sin titubear, aunque con el pulso delator de un cobarde. 

Tras unos instantes un alarido estremece mis oídos, alegaría que es un grito de dolor por el tono y la fuerza, pero sé que no es así, y en cuestión de instantes comencé a considerarlo una risa burlona, mientras mis tímpanos zumbaban doloridos por el aún presente ruido.

Luego se hizo el silencio, la puerta presenta varios agujeros, pero no veo nada a través de ellos, sin embargo mis pesadillas me advirtieron, sé que aún ellos están ahí presentes, el lúgubre aire espeso delata su presencia.

Me hallo aún en el sofá, ahora sentado con mis manos en las rodillas, expectante, el ventilador se detiene, y veo a mi alrededor como sombras infames y demoníacas bailan en las paredes, escucho risas burlonas en todos los tonos posibles, ya no soporto esto, coloco el revólver en mis sienes, doy un último vistazo a la inmunda sala donde me encuentro.

...

Ésa noche me dirigí muy ebrio a casa, como de costumbre, zigzagueaba por la avenida principal con dificultad, botella en mano daba tragos torpemente mientras derramaba un poco. Encontré a varios conocidos, di y devolví saludos cordiales, viré por el callejón de Drumsgate rumbo a mi hogar, un gato negro se cruza en mi camino, me detengo a acariciarlo, pero éste me muerde la mano apenas al acercarla, lo pateo y me alejo entre maldiciones e insultos. 

Ya cerca de mi casa compruebo la llave en mis bolsillos, y en la puerta, tras varios intentos infructuosos logro colocarla y hacerla girar.

La noche no estaba muy avanzada, coloco la caldera en el fuego, y mientras espero enciendo un cigarrillo, mi cabeza da vueltas a causa del alcohol, mas no me afecta, ya sea por costumbre o por mera indiferencia, mi mente recorre los oscuros callejones de mi memoria, mi tortuosa infancia, la desgraciada de mi madre, mi ausente padre, pasando por los años de la secundaria, ah, qué horribles tiempos.

El silbido de la caldera me trae de vuelta al mundo más o menos real en el que habito, preparo mi Vodkoffee mientras enciendo otro Kings, tomo mi lápiz y mi libreta, y comienzo a anotar los hechos destacables del día, la anciana del 42 calló por las escaleras, el chico del periódico me dedico una mirada llena de desdén, y ese maldito gato que me mordió en la calle. Maldito sea.

La Ruina de Lilittzè en la Mente de AntoineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora