Un espejo en el camino

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Caminaba como si ya conociera el camino, enfrascado en un sendero de pensamientos silenciosos. No estaba seguro si en realidad me dirigía a un lugar en específico. Quizás solo avanzaba errante cuando me encontré a mí mismo frente a un espejo convexo. No había nadie alrededor, así que me detuve, cautivado por aquello que el espejo me mostraba: mi propia imagen distorsionada.

No había estado consciente de cuánto tiempo podía pasar mirándome al espejo hasta que me percaté de la mirada de mi reflejo fija en mí. Me gustaba ese yo mirando hacia arriba, con ese aire de inocencia. De un sexy e inocente twink (pensé al sonreír).

–Suerte que haya aparecido un espejo en medio del camino –pensé.

–¿Cómo puedes tener la certeza de que haya aparecido allí? –susurró alguien desde atrás.

Quedé perplejo por casi un minuto. O así me pareció en ese momento. Él era tan guapo. Aparté mi vista en cuanto me di cuenta de que me había quedado mirándolo embelesado todo ese tiempo. Demasiado tiempo para lo que uno pudiese considerar normal para quedarse mirando a alguien. Si es que algo como eso podía considerarse normal de todos modos. De seguro había sido incómodo para él. Sin embargo, reía disimuladamente. Como si le divirtieran mis pensamientos vacilantes. Solo entonces, reaccioné como debía haberlo hecho mucho antes.

–¿Cómo puedes saber lo que estoy pensando?

–¿Cómo podría no saberlo? –respondió él, encantado de llevar el papel del chico misterioso.

–¿Debo entender que eres telépata o solo actúas raro?

Rió.

–Soy raro. Sin duda. Pero estoy seguro que nadie necesitaría de telepatía para descifrar lo que un adorable twink pudiera estar pensando frente a un espejo en medio de la calle.

¿Twink? Esa palabra me pareció demasiado sospechosa.

–No has respondido mi pregunta –le recordé.

–¡Ah! ¿Si puedo leer mentes? Sí... quizás.

–¿Quizás?

–Quizás puedo leer la tuya... quizás es que simplemente eres demasiado obvio –respondió con una insoportable sonrisa provocadora.

¿Obvio? Quizás él era demasiado obvio. Era obvio que él esperaba que respondiera a su sonrisa seductora con una cara de tsundere (pero haber caído en su juego muy en el fondo). No era tan complejo.

Pero seguía mirándome con un gesto de diversión, carcajeándose por dentro. Podía verlo en su rostro. Era tan claro que no necesitaba ningún tipo de habilidad extrasensorial para tener la certeza de que podía oír lo que estaba pensando.

–Veo que eres todo un telépata –sonrió exultante.

En ese momento me di cuenta que todo lo que pudiera pensar de ahí en adelante quedaría al alcance de su completa falta de consideración por la privacidad mental.

Al otro lado del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora