–Ese era nuestro plan –susurró él.
Entonces pude darme cuenta que estaba acostado en la perfección de su pecho. Pude ver el horizonte al abrir los ojos. El sol agonizaba frente a nosotros dos, mientras la luna, al otro lado del cielo, contemplaba todo en silencio.
–Me pediste que jamás olvidara nada de esto. De este mundo que construimos juntos. Que lo ocultara dentro de mí y me escondiera en los rincones más profundos de tu mente. Y así lo hice.
–Pero todo aquí luce devastado...
–Ellos nunca llegaron a descubrirlo. Así fue como ambos lo creamos. Así fue como nos gustaba, ¿recuerdas?
–Sí. Puedo sentirlo. Se siente tan...
–...intenso –pensaron ambos al mismo tiempo. Se miraron con una sonrisa.
Sin embargo, ese recuerdo volvió al acecho. El final.
–Vendrán por nosotros.
–Vendrán por ti.
–Y me arrebatarán mis recuerdos, me separarán de ti una vez más...
–No lo harán. Ya han perdido –sonrió.
–¿De qué hablas?
–Fueron capaces de destruir tu mente al punto de que no quedara ni un solo recuerdo en ella una vez. Pensaron que habían ganado. Pero yo sabía que no. Porque cada noche, cuando la luna brillaba sobre el cielo, nuestro mundo volvía a aparecer, ahí en tus sueños. Perduraba a pesar de sus esfuerzos por reducirlo a escombros mientras estabas despierto. Y se hacía más fuerte con cada intento de reprimirlo. Un día te quedaste dormido al atardecer, y entonces fue el momento preciso para que volviésemos a encontrarnos. Para recordarte todo aquello que creías haber olvidado.
–Y si volvieran...
–...nos volveríamos a encontrar. Porque te seguiré recordando lo perfectas que fueron nuestras vidas aquí, en este mundo, nuestro mundo. Y viviremos por siempre.
Nos aferramos el uno al otro.
–Se aproximan. Puedo oír sus pasos.
–El tiempo... nunca es suficiente.
Un golpe retumbó en la puerta y estremeció todo el lugar, al tiempo que el sol comenzaba a ahogarse detrás del horizonte. La desesperación cual granizo precipitaba sobre nosotros, derribando todo bajo el cielo del atardecer. Allá afuera, persistentes golpes seguían llamando desde el otro lado de la puerta. Lo miré y tuve la certeza de que él realmente me amaba. Tanto como yo lo amaba.
–La muerte es solo una puerta –susurró en mi mente.
Entonces me tocó, me besó, mostrándome cada uno de los recuerdos que vivimos juntos, proyectando sus pensamientos dentro de mi mente. Y se fue.
–Zaid –llamó una voz desde la lejanía.
–Una puerta –repitió Zaid. No era un espejo. Giró hacia el horizonte donde el sol agonizaba, sumergiéndose en el océano. Quizás no era demasiado tarde.
Se echó a correr. La puerta fue golpeada otra vez, esta vez con vehemencia. Todo su mundo se estremeció ante el sonido amenazante. Zaid siguió avanzando mientras su mundo colapsaba a su alrededor. Llegó hasta el laberinto de espejos y entró rápidamente en él. Ya no quedaba nada del techo. Se había derrumbado, como todo lo demás, aplastando algunos espejos. Eso lo haría más fácil. Otro golpe en la puerta. Los espejos reventaban a su paso, pero él siguió avanzando. La luz moribunda del atardecer, la muerte en sí, lo perseguía a través del laberinto. Rebotaba entre los espejos para anunciarle que el sol habría ya de morir, convirtiéndolos en un dédalo de radiante agonía.
Sin embargo, Zaid ha llegado. Y aquel espejo se encontraba intacto. Y es que no era un espejo. Aquel espejo que lucía la luz de la luna, no era el final del camino. Era tan solo una puerta.
***
La puerta de la habitación de Zaid fue abierta. El muchacho estaba recostado en la pared, pero Zaid ya no estaba ahí. Había huido hacia un lugar mejor, dejando atrás un caparazón vacío al que la clínica encontró conveniente. De hecho, al carecer completamente de un Yo, concluyeron que era perfecto.
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Al otro lado del espejo
Teen FictionUn atractivo muchacho con la misteriosa capacidad de oir los pensamientos aparece y sacarlo de tu cabeza será literalmente imposible. ¿Prefieres vivir un sueño que la insulsa realidad? Esta es tu historia.