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Dos días más tarde...

La 01:00 de la noche y todo está en silencio.

El único sonido que altera levemente ese silencio es el "bip" del monitor de signos vitales o algunos pasos de las enfermeras que pasan por los pasillos porque están de guardia.

Inma, la madre de Mimi, se remueve incómoda en el sillón que hay al lado de la cama, intentando encontrar una postura medianamente decente para intentar dormirse un rato, pero le resulta imposible.

Los nervios de los últimos días le habían marcado de más sus ojeras y estaba asustada.

Los médicos le habían asegurado que el golpe que tenía su hija en la cabeza no había sido muy fuerte y que no tendría que ocasionar ningún inconveniente, pero tendrían que esperar a que se despertara para poder estar cien por cien seguros. Las primeras 48 horas eran las más importantes, pero Mimi seguía sin moverse lo más mínimo.

La pobre mujer suspiró hondo y se llevó su mano a su frente.

Su hija era un caso... La directora del internado le había informado de que ella y sus amigos habían montado una especie de fiestecilla en la piscina y su hija había tenido la mala suerte de darse en el bordillo fuerte.

Cuando se despertara y se pusiera bien, la iba a matar.

Inma miró a su hija inmóvil en la cama y le cogió de la mano. Le habían tapado la herida de la cabeza con una gasa, pero aún así no podía evitar que le impactara ver a su hija así.

-Madre mía, Miriam, hija... ya te vale - dijo suspirando.

Resignada, movió el sillón para colocarse más cerca de la cama de su hija. De esta manera, intentó volver a dormirse con su mano entre las suyas.

Al cabo de unos minutos, cuando había conseguido llegar a una ligera duermevela, algo le hizo volver a la realidad. Extrañada abrió de nuevo los ojos y con algo de dificultad, enfocó sus manos. En ellas, los dedos de su hija se estaban moviendo.

Inma miró rápidamente a Mimi y los ojos de ésta se estaban abriendo lentamente y con dificultad.

La madre se incorporó de un salto emocionada.

-Miriam, cariño. Estoy aquí- le informó susurrando y acariciandole la cara sin esconder la emoción y la alegría que le provocaba que se despertara por fin. -Soy mamá, cariño.

Mimi tragó con fuerza, pues tenía la garganta y la boca muy secas, y orientando sus ojos a los de su madre, intentó decir algo.

-Ma.. mamá... ¿Dónde.. dónde estoy?  -le preguntó la chica muy desorientada.

La cabeza le dolía una barbaridad y sentía su cuerpo entumecido.

-En el hospital, cariño. - Entonces, la mujer se acordó que debía llamar a una enfermera - Ahora vengo, ¿si?

Al poco rato, la habitación de su hija se había llenado de enfermeras. Inma, con los brazos cruzados y apoyada en la pared, intentaba calmar sus nervios y su preocupación mientras esperaba a que la doctora que había venido le hiciera un rápido chequeo a Mimi.

En cambio, Mimi seguía desorientada. Sentía a las dos enfermeras tocarle las extremidades mientras la que parecía la doctora le apuntaba con una pequeña linterna a los ojos.

-Hola, soy Irene. ¿Me dices tu nombre, guapa? -le preguntó la doctora para comprobar sus capacidades mentales después del golpe.

- Soy Mimi.. -contestó a duras penas.

- Anda, que bonito. Es el diminutivo de Miriam, ¿no? -le decía simpática mientras le quitaba la venda de la cabeza para revisarle la herida.

-Sí- el tono que utilizó la granadina fue tan bajo que solo lo escuchó la doctora.

Te quiero lejos, pero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora