Celoso

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Celoso

One shot

-1363 palabras-

Inuyasha estaba sentado, como era habitual en él, cruzado de brazos y piernas, frente a su esposa. Aunque mantenía los ojos cerrados sin intención de observarla, un leve tic nervioso se notaba en el movimiento de su pierna derecha, al igual que la mano derecha que descansaba en el brazo izquierdo, donde el dedo índice parecía haber adquirido vida propia.

Kagome lo miraba sin decir nada, no lograba entender cual era el punto que tenía a su pareja de esa forma, pues en cuanto regresó a su hogar él ya estaba así. Frunció el ceño tratando de comprender que había sucedido en su ausencia, pero el dolor en su tobillo la hizo apretar los ojos y llevar la mano derecha para sobarse sobre la herida, fue ante lo que pareció ser un balbuceo que comprendió quizás a que se debía.

¿Sabría que se había lastimado? ¿Estaría enojado por eso?

—Inuyasha —dijo con algo de mesura, tratando de no ponerlo más sensible de lo que estaba. Ella sabía que el más mínimo daño que pudiera realizarse, causaba una gran molestia en el hanyou.

El mencionado no respondió, siguió en su posición malhumorada, sin mirarla ni dirigiéndole la palabra.

Kagome bajo la mirada a su tobillo que aún frotaba con algo de cuidado y decidió contarle lo que sucedió, esperando que eso aplacara la furia del ser frente a ella.

—Estuve en las tierras de Jinenji —empezó la explicación, haciendo que Inuyasha gruñera por lo bajo. Él sabía eso, podía sentir el aroma a hierbas medicinales y al del hanyou, en Kagome—. Empezaron a florecer unas hierbas muy buenas contra el veneno y la parálisis, así que he estado trabajando en como distinguirlas y tratarlas. Jinenji me explicó todo paso a paso y lo anoté en el cuaderno que Rin me regaló.

Inuyasha detuvo el tic en su dedo, parecía en conflicto de seguir moviéndolo puesto que había recordado como esa jovencita había hecho que Sesshoumaru le regalara un cuaderno, tinta y plumas a Kagome para ayudarla en su organización de hierbas.

No pudo evitar sonreír ante la realización de que el gran Sesshoumaru cumplía con los pedidos de una humana como un perrito faldero, aunque volvió a su pose de seriedad, cuando recordó que tampoco era como que él no estuviera en la misma situación.

Kagome pareció notar su monólogo interno, porque detuvo su narración, hasta que él volvió a la pose anterior, moviendo el dedo dejando en claro su molestia. Ella puso los ojos en blanco para retomar su historia.

—Mientras recolectábamos hierbas, resbalé con mis sandalias y se rompieron, causando que me lastimara el pie. —contó, volviendo a deslizar su mano por el tobillo—. Jinenji me explicó de un método que había desarrollado al sumergir las hierbas en agua caliente, así que me acompañó hasta unas termas cerca de sus tierras, colocó las hierbas en mi pie y lo sumergí en el agua caliente. Estuve con él un buen rato, me contó cosas de su infancia y yo le conté de la mía. Luego, me vendó con cuidado y fuimos a su casa una vez más, ahí su madre me tenía este kimono para cambiarme el traje de sacerdotisa porque estaba completamente embarrado.

Inuyasha detuvo su movimiento y abrió el ojo derecho para mirarla.

—No estarás celoso de Jinenji, ¿no? —preguntó de forma acusatoria, generando que Inuyasha se paralizara en su lugar. ¿Cómo iba a estar celoso de Jinenji? ¡Él lo conocía y Jinenji a él! Ese hanyou le caía bien, además era muy considerado con Kagome y sabía que lo que fuera que hiciera para que la chica estuviera segura y sana, era con absoluto respeto. Incluso era capaz de dejar a su madre sola por venir a instruir a Kagome por cualquier duda que ella pudiera tener.

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