²¹| Antepenúltimo

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Amelié

El dia de ayer me había costado demasiado conciliar el sueño, aun así luego de ver algunos capítulos de grey's anatomy, lo logre.

Debido a los rayos del sol dirigiéndose directamente a mi rostro, desperté. Me sentía como si sólo hubiera dormido unas pocas horas.

Me quité la almohada de la cara y tomé mi celular de la pequeña mesita a un lado de mi cama. Observé la hora y maldeci absolutamente todo.

Había dormido sólo cinco jodidas horas. Mis párpados se sentían pesados y mi rostro completamente inflamado debido a las miles de veces que he llorado el día anterior.

Intenté unos minutos poder dormir nuevamente, pero aun así no lo lograba.

—¡Joder! - Grité. Arroje todas las cobijas al suelo y me senté sobre el colchón desganada.

Froté mis ojos con mis puños y aun así me costaba abrirlos. Me levanté, camine hacia el gran espejo en la pared que estaba a un lado de mi cuarto y me observe en él.

Mis ojos, mi nariz y boca estaban hinchadas. Bufé de la frustración y camine hacia el baño. Lave mi rostro y dientes, cepillé mi cabello y luego lo até en una cola. Me puse un poco de crema en mi cara con la esperanza de bajar la inflamación.

— Amelié, el desayuno esta listo. - Hablo mi madre desde el otro lado de la puerta.

No contesté y ella no espero respuesta alguna.

Baje con mi pijama puesto y fui directamente hacia la cocina.

—Buenos días, pequeña. -Saludó mi padre.

— Mmh. -Contesté y tomé mi tazón con cereales y leche.

— ¿Quieres que hablemos sobre lo de anoche? ¿Sigues considerando ir con tu abuela? -Preguntó mi padre.

— ¿Te irás? -Dijo mi madre con sorpresa. - Que maduro de tu parte, Amelié. Por primera vez me sorprendes, de buena forma.

Deje la cuchara dentro de mi tazon y golpee la mesa con mi puño. — Cierra la maldita boca, no soporto oirte ni una vez más. - Mi madre quedó atónita.

— ¡Amelié! No le hables así a tu madre.

Me levanté de mi asiento y deje mi tazón casi lleno a un lado. — Si me voy, una de las razones seras tú. - Hablé mirando fijamente a mi madre.

Subi rápidamente a mi cuarto y me quite el pijama, para colocarme algo igual de cómodo, pero decente para salir a la calle.

Tomé mi móvil y para mi sorpresa tenía en él un mensaje de Jefnier, de aproximadamente 3 minutos.

Jefnier Osorio: ¿Te irás a Londres?.

Amelié: No molestes.

Decidí hacer lo que me había propuesto hace unos segundo y le textee a Sophie.

Amelié: Me iré ¿Quieres ayudarme con mis maletas?

Sophie: Ire, pero sólo para convencerte de que te quedes.

Amelié: No estoy de humor, Phie.

Sophie: Por eso no es momento de que tomes una decisión tan importante.

Bufé y me deje caer sobre mi comoda cama.

¿Qué haría en Londres? Quizás sólo se me vaya unos meses, no creo poder soportar tal aburrimiento.

• Bling • Sonó mi celular, un nuevo mensaje de texto.

Jefnier Osorio: Lo lamento, siento que estoy dejando ir algo muy importante y aun así no puedo hacer nada.

¿No puede hacer nada?

Amelié:
Ayer pudiste hacer algo, hoy no.

¿Recuerdas lo que te dije? Sólo hablame cuando seas sincero y tengas las agallas de admitir lo que sientes.

Jefnier Osorio: Eres una niña de 17 años, yo un adulto.

Amelié: Oh, ¿Ahora lo recuerdas? Por que cuando me follabas, parecía que no.

Idiota.

Apague mi móvil y lo arroje sobre un pequeño sofá en la esquina de mi habitación.

Me iré a Londres.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que sin darme cuenta caí rendida en sueño.

•••


- ¿Amelié?

— ¿Mhh?

Luego de dormir tan pocas horas, pude descansar al fin y nuevamente algo me interrumpió.

— Amelié, despierta. -Susurra una voz femenina mientras sacude con delicadeza mi cuerpo.

— ¿Quien eres y que carajo quieres? -Murmuré mientras me removia en mi cama.

— Sophie.

Me senté sobre mi colchón y resfregue mis ojos con mis puños.

— Ayúdame a armar las maletas. -Murmuré con mi voz ronca.

— Amelié, de eso quiero hablar. No creo que lo mejor sea irte, ¿realmente el vale la pena?

— Lo amo, Phie. - Mis ojos se habían cristalizado, todavía no había podido hablar con alguien del tema. — Necesito que me apoyes.

Ella observó mi rostro unos segundos y luego una pequeña sonrisa se formó sobre sus labios.

— Armemos las maletas, bebé. - Se acercó a mi y me rodeó con sus brazos, en un fuerte abrazo.

Wasabi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora