Apenas tenía un par de horas para prepararme. Cogí mi neceser a rayas y mi toalla, y me dirigí hacia las duchas comunitarias. Detestaba muchísimo que no hubiera una ducha en la habitación. Tener que atravesar el gran pasillo con una toalla, era de lo más incómodo.
Un chico que se cruzó conmigo, se me quedó mirando hasta que lo fulminé con la mirada y siguió su camino.
Por suerte, no había más que un par de chicas esperando para ducharse, por lo que no tuve que esperar casi nada. Una vez llegó mi turno, entré y dando un leve tirón a la cortina color azul, conseguí cerrarla. Tuve que asegurarme de que no dejara ver ni un milímetro de mi cuerpo. Dejé la toalla extendida en la barra que sostenía la cortina, y apoyé mi neceser en el suelo. Gracias a dios, era de plástico. De lo contrario, se me mojaría todo lo que estaba en el interior.
La primera gota de agua salió tras presionar el botón de la ducha fija, y luego salieron de golpe las demás. El agua estaba caliente y me ayudó a calmar mis nervios. Levanté la cara y me pasé las manos por ella para lavármela. Noté cómo desaparecía gran parte de la tensión que tenía en mi pecho y espalda. Me separé del agua tanto pude, y abrí mi neceser. Cogí el shampoo, dejé caer una gran cantidad de su contenido en mi mano y empecé a frotar mi pelo hasta que salió espuma, y a continuación lo aclaré.
—¿Os queda mucho? —dijo una voz femenina bastante gruesa. Me sobresalté y acto seguido me cubrí con las manos las zonas de mi cuerpo más íntimas. Me aterraba pensar que abrieran las cortinas. Al fin y al cabo, eso era lo único que separaba mi cuerpo de los demás.
Cogí el gel y me froté el cuerpo tan rápido como pude y lo volví a guardar. Escurrí mi pelo con la intención de no gotear tanto por el pasillo, y me puse de puntillas para coger la toalla. Me envolví en ella asegurándome de que cubría todo, y con el neceser en la mano salí de la ducha.
Una señora estaba apoyada en la pared con los brazos cruzados y mascando chicle. Estaba rodeada de utensilios de limpieza. Cuando salí ni me miró.
—Venga, que tengo que limpiar. —dijo algo más alto que antes.
Me limité a caminar rápido por el pasillo hasta que llegué a la habitación y por fin me sentí segura. Tuve que coger otra toalla para envolver mi pelo. Goteaba demasiado y sólo esperaba que nadie resbalara por el pasillo por mi culpa. Una vez vestida, solté mi pelo y suspiré. No sabía por dónde empezar a peinarlo.
—Genial—gruñí cuando me arranqué un buen mechón de pelo rizado.
Tras un buen rato luchando contra él, logré desenredarlo. Por fin. Con la ayuda de un producto, me encargué de que los rizos se vieran algo más definidos.
La puerta se abrió.
—¡Hola Madi! —exclamó Katy. Nunca me habían llamado así, pero no me disgustaba en absoluto, sino todo lo contrario.
Me limité a sonreír y me calcé con unas sandalias negras que cubrían la mayor parte de mi pie.
—¿Te vas de fiesta? —negué con la cabeza mientras me ponía la sandalia restante y me levanté.
—Estoy conociendo a gente—miré a Katy detenidamente. Veía algo raro en ella. ¿Tal vez se había cortado el pelo?
Rebusqué en el cajón de mi parte del armario y arrugué la nariz. Sólo tenía un rímel seco. Lo cogí y lo tiré a la basura. No tenía maquillaje porque no me gustaba pintarme habitualmente. Me dejé caer en la cama con un suspiro sonoro.
Katy se sentó en el borde de mi cama intentando examinar mi expresión.
—¿Qué pasa?
—Nada. No tengo maquillaje y voy que parezco un topo. —Dije señalando mis ojeras y Katy rió por mi comentario.
—A ti no te hace falta maquillarte. Tú ya eres guapa. —no pude evitar sonreír ante su cumplido—aunque si quieres, te puedo prestar el mío.
Katy me ayudó a pintarme de forma natural. No quería parecer un mono de feria, así que dejé que me pintara los labios con un color claro y me diera un poco de rímel en las pestañas. Bueno, y también le dejé echarme algo en el párpado, pero nunca llegué a saber qué era.
Llevaba un buen rato negando con la cabeza.
—No—repetí por cuarta vez.
—Venga Madison, si me dejas hacerte la raya de los ojos, tendrás una mirada salvaje—insistió extendiéndome tres lápices de ojos de distintos colores.
—No gracias. Prefiero así.—prefería mantenerme al margen de esas cosas.
—Vale, vale. Sólo te digo que tus ojos se verían todavía más verdes—dijo tratando de convencerme por última vez. Al ver que era imposible, levantó las manos en signo de derrota y guardó todo en su neceser.
—¿Puedo verme ya? —dije algo nerviosa.
Me miró y se mordió el labio inferior. Luego cogió una brocha y me la pasó por las mejillas. Me hizo cosquillas.
—Ahora sí—dijo orgullosa de su obra maestra.
Me sorprendí al ver el resultado del poco maquillaje que me había aplicado mi compañera Katy. Me encantaba. No era para nada lo que me imaginaba cada vez que me decían la palabra "maquillaje". Siempre pensaba en una chica con una sombra de ojos muy visible, las pestañas postizas, ayliner y un color de labios que se veía desde lejos. A mucha gente le quedaba bien, pero yo no me imaginaba con eso.
En cambio, me encantaba cómo me veía.
Tenía una sombra marrón muy clara que apenas se veía y la máscara de pestañas hacía que mis ojos parecieran más verdes y grandes. El colorete que me había aplicado Katy hacía unos minutos parecía completamente natural, y el pintalabios rosado, se convirtió en mi maquillaje favorito.
Apareció tras mí en el espejo y sonrió.
—¿Ves? Tampoco era para tanto —luego empezó a juguetear con su piercing.
Me despedí de Katy y salí de la residencia.
Mis nervios se intensificaban cada vez que daba un paso. Respiré hondo un par de veces, y eso ayudó a que me relajara.
Miré el móvil y me aseguré de estar donde marcaba el Google maps. Loren me había mandado la ubicación, pero ella no estaba allí.
Empecé a andar de un lado a otro sin saber que hacer. No quería utilizar mi móvil. La batería duraba muy poco y tenía que comprarme otro urgentemente porque corría el riesgo de que no se encendiera de nuevo. No quería perder todo lo que tenía en la galeria, y mucho menos mi playlist favorita.
—Madisoooon —reconocí al instante la voz de Loren. Me volví hacia todas las direcciones, pero no la veía.
El ruido de unos tacones hizo que me volviera de nuevo hacia la izquierda. Loren venía corriendo hacia mi a la vez que agitaba la mano para que la viera.
—Perdón por llegar tarde —dijo exagerando el cansancio y luego me abrazó—he tenido que ayudar a mi vecina a llevar la compra a casa.
Llevaba el pelo pelirrojo perfectamente liso recogido en una coleta alta. Le favorecía mucho. Sus pequitas apenas se notaban. Tal vez era por el maquillaje.
Loren era esa clase de persona que le quedaba bien la sombra de ojos oscura. Tenía unos ojos grises muy bonitos.
Miré sus tacones. Arrugué la nariz al imaginarme andando con ellos. Probablemente me caería al dar el primer paso. No obstante, eran muy bonitos y estilizados. A pesar de que llevara tacones, yo seguía siendo un poco más alta que ella.
—¡Vamos! —dijo agarrándome del brazo —no hay tiempo que perder.
Me contó el incidente de su vecina y yo le dije que mi compañera de piso tenía intenciones de hacerme la raya de los ojos. Ella se puso de mi parte. No le gustaba en absoluto.
Queridísimos lectores:
Los que hayais llegado hasta aquí, sigais apoyándome o simplemente leyendo, sois increíbles!
Espero que acabeis muy bien esta gran semana!
Un beso para todos, y todo mi amor.
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Eterno🌪️ (En Proceso)
Roman pour AdolescentsPersonas que creía conocer ahora son extraños.