_

400 49 8
                                    

No lo soporto más...

El calor que se produce en mi cuerpo en estos instantes no es por las llamas de las velas frente a mi.

El calor de mi cuerpo es directo desde mi corazón; no es producto de la calidez por parte del interior de esta iglesia.
En las calles, el frío te estremece y te hace temblar.
Y aquí dentro, el calor quema como el mismo infierno... pues creo que aquello es la señal de Satanás para hacerme saber que mi pecado esta más vivo que nunca.

Pues mi mirar hacia el hombre alto de descendencia rusa... es más intensa que nunca.

Se acabaron las miradas ocultas que te dedicaba mientras daba la misa y redactada el evangelio.

Se acabaron las miradas ocultas al orar ante el pueblo y familia de dios.
Todo aquello se acabo.

Pues el estar ahora los dos solos en esta la casa de Dios... mi amor y deseo hacia ti ha incrementado.

Llegando a quemar como la sangre de Cristo al pasar por mi garganta.
Esto me esta quemando poco a poco, tal como Satanás en su reino.
Pero me siento una calidez tan hermosa como el reino de el Señor.

Mi amado, dejemos de ocultarnos.

Dejemos de evitar nuestro amor.

Y hay que caer en las manos de Satanás por una vez en nuestras vidas.

Engañemos la mirada de Dios y ocúltemonos bajo las llamas de las velas que abundan en esta fría noche. 

Estamos tan cerca, que es imposible dar una excusa ante aquello.

Estamos tan cerca que el aliento del otro entra a nuestro cuerpo como el espíritu santo en su forma más bella.

Nuestras manos están juntas, tal y como tomamos el rosario y a la vez nos declaramos nuestro amor tal como un rezo.

Cariño mio, por fin hemos de aceptar nuestro pecado.

Por fin hemos de declarar muestro amor ante Dios. 

Tal pareciera que estuviéramos aclamando nuestros votos como si de una boda se tratase.
Y parece que ambos pensábamos aquello, pues tan solo dejamos de rezar nuestro amor y el candente beso fue el Amén.

Tomaste mi espalda y tiraste de mi túnica  como si aquello te salvara de caer en el infierno.

Y yo tome tu rostro, evitando que alejar nuestra cercanía.

Te amo, y si por ti, tendría que soportar la furia de la familia de Dios... lo haría.

Mi amado, nuestro amor es primero que el mirar de aquellos.
Nuestro amor es más fuerte que el de  Adán y Eva.

Mi amado, te amo.

Caminamos por el pasillo de aquella iglesia, por aquel pasillo que conduce hacia el corazón de Dios.

Pero en lugar de caminar a el, nos alejabamos de el.

Nuestras torpes pisadas provocaban eco por todo el lugar.

Danzamos hasta llegar al confesionario, y una vez dentro... cerramos la puerta.

Evitando así el mundo cruel que se encontraba fuera de aquel pequeño lugar.
Nuestros besos y jadeos eran lo único que escuchábamos, y era lo más hermoso que nunca había escuchado.

Nuestras manos tocaban aquello que era prohibido, subían y bajaban, sintiendo el espeso liquido que poco a poco salia.

Nos desvestimos, quedándonos solo en nuestros pantalónes de vestir negros. 

Te bese y baje tu pantalón y ropa interior hasta tus muslos.

Entendiste aquello, pues te volteaste e inclinaste.
Dejándome la increíble vista de tu trasero.
Me puse de rodillas, como si estuviera a punto rezar; tomé tu trasero, producí  tanta saliba, deseoso de aquel manjar.

Y empece a besar, lamiendo y saboreando tu deliciosa piel.

Dejando ya, la suficiente saliva en ti, metí mi lengua.

Arqueaste tu cuerpo y gritaste mi nombre, con tus ojos grises me viste por encima de tu hombro.
Estábamos tan excitados, que nos empezaba a faltar el aire.

Cuando te sentí lo suficiente lubricado, me levante.

Me acerque a tu oído, proclamaba mi amor y besaba tu cuello. A la vez que me quitaba el cinturón y sacaba mi miembro, frotandolo en tu entrada, mojandola mas por mi presemen.

Nos besamos y empecé a introducirme en ti, con cuidado de no hacerte daño.

Estando dentro, tome tu mano y con la otra tome tu cadera... empezando un excitante ir y venir, donde nuestras pieles chocaban y nuestras voces proclamaba vulgaridades y hermosas palabras de amor.

Seguimos así por más rato, y al estar a nada de acabar y culminar nuestro excitante encuentro, tome tu pene y empece a masturbarte.

Pasaron los minutos, y finalmente pudimos sentir el éxtasis y calor del infierno en vida.
Salí de ti, y mire como mi esencia salia de tu interior.
Tomé aquel líquido y te limpie con mi túnica, a ese punto no me importaba en absoluto ensuciarla.

Bese las marcas que deje en tu espalda, piernas y trasero. Volviste a ponerte de recto y volteaste a verme. Volví a agacharme para tomar tu pantalón y ropa interior que habían caído hasta tus talones, aproveche el que te estaba arreglando y limpiando tu miembro y bese tus muslos.

Una vez con playeras puestas y bien fajados, doblamos nuestras túnicas; pues tendríamos que lavarlas.

Y antes de salir, nos besamos.. unimos nuestras frentes y nos miramos...

Eramos dos hombres que habían deshonrado al Padre.

Eramos dos hombres que no escucharon a su Hijo.

Eramos dos hombres que se alejaron de la belleza del Espíritu Santo.

Eramos dos hombres que se amaban con locura.

Tomamos nuestras manos y salimos.

Caminamos por aquel pasillo, y nos hincamos ante el corazón del Señor y ante la mirada de su hijo que yace  sangrando de una cruz.

Nos hincamos, y aun con nuestras manos unidas... proclamamos nuestro amor.
Esperando ser aceptado por Dios una vez más, esperando ser perdonados.

Ser perdonados y dejarnos amar al hombre que se había robado nuestro corazón. 

Y si nuestro amor debía ser negado, y echados con odio y asco... lo aceptaríamos e ignoraríamos aquello.

Pues nada nos prohibiría amar.

Nos levantamos, con aquel sentimiento de paz de nuestros corazones, nos percimanos y agradecimos de la maravillosa persona que el señor nos había entregado y volvimos a caminar por aquel pasillo.

Dejando un rastro de amor puro.

Amandonos.

-Camino hacia el Pecado-[VOLKWAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora