Capítulo 16. La oportunidad del enemigo. Parte 2

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16.

La resolución de los hechos me aturde, mi corazón se acelera a sobre manera y mis ojos contactan con los suyos. Todo parece detenerse en ese instante. Siento un vacío instalarse en mi estómago y quiero cavar un hueco y esconderme hasta que sea el fin del mundo cuando siento el color subir a mis mejillas.

Estoy sonrojada hasta la médula, lo sé; pero aun así y con ganas de que me trague la tierra, le sostengo la mirada.

Acabo de caer en la cuenta de uno de los hechos, que como la chica que soy, es importante para mí. Nunca había tenido sentimientos románticos hacía un chico. Pero ahora tengo frente a mí a esa persona, en el momento menos esperado y en una situación no idónea. ¡Él acaba de golpear a alguien, por Dios! Ni siquiera estoy segura de conocer al verdadero Logan. Pero ahora lo comprendo, comprendo que sea como sea, me he enamorado de él. De todo lo que es cuando está conmigo.

Soy una idiota por no haberme dado cuenta antes, quizás hubiera podido evitarlo. Y eso no es precisamente lo que había supuesto pensar cuando era una niña y mi mamá me leía los cuentos de princesas indefensas y príncipes azules. Pero tengo miedo, joder. Tengo pánico, terror, y muchos sinónimos más de esas palabras.

¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?, ¿llorar, reír, alejarme? Estoy tan conmocionada y aturdida. Atemorizada.

El profesor William nos da indicaciones, pero no puedo ponerle atención a sus palabras porque sigo con mis ojos clavados en Logan. Él me mira con una intensidad que hace que se me revuelva el estómago y apriete mis manos en puños. Está a punto de decirme algo, y espero ansiosa a que hable, pero Leah me toma con fuerza de la mano y me jala hacia las puertas de emergencia del colegio. Yo solo atino a seguirla, y me obligo a no voltear. Dejamos atrás al profesor que me ayudó cuando lo necesitaba, al tipo que fue el causante de mis peores días y al chico que me ha hecho rebajarme hasta el nivel de chica enamorada.

Estoy enamorada, ¿cuán malo puede ser?

Pateo mentalmente a mi subconsciente para que no suelte ningún comentario sarcástico y me escabullo junto a mi prima entre los demás estudiantes cuando salimos por una puerta metálica. Todos están aquí afuera, alterados por la alarma de incendio y tomando lista.

Quizás no fue muy buena idea aquello de bajar la palanca, pero fue lo único que se me ocurrió en ese momento. No quise que todos sean espectadores de la golpiza que Chris le estaba dando a Logan, aunque ahora que lo pienso con más claridad, hubiera sido excelente que los demás vieran como Logan lo hizo caer de un solo golpe. Aun no entiendo de donde sacó tanta fuerza, sin embargo.

Suspiro pesadamente y me tapo la boca de inmediato. Había oído que eso era lo que hacían las chicas enamoradas. Diablos, ahora soy una más del resto.

Esto es humillante, deja de pensar estupideces y céntrate en lo que está pasando. Me regaña mi subconsciente y le hago caso sin replicar, consciente de que mi sentido común se está viendo afectado por mi reciente descubrimiento. Estoy actuando como una...

—Ginna Whitely —llama la profesora de arte y salgo de mi ensimismamiento.

Nadie levanta la mano y me encuentro buscando entre la multitud su traidora existencia, pero no la encuentro y la profesora tampoco.

—Faltó, está resfriada —dice Zoey desde algún lugar y la profesora asiente.

Levanto una ceja, incrédula. Ginna nunca se enferma, y si lo hace, aun así asiste. Le gusta tener el premio por asistencia perfecta, le gusta la puntualidad y todo eso que de alguna forma la hace diferente al resto de las personas que frecuenta diariamente. Ahora es popular, pero no deja de lado sus antiguas costumbres. Además, la he visto hace menos de dos horas, y hacia sus piruetas con sus pompones sin parecer para nada enferma. Entonces, ¿por qué Zoey mentía? ¿Por qué Ginna no está?

Until you're mine © |Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora