26. Tensión palpable

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La presencia imponente de Gabrielle caminaba ante su amiga y Travis, que la seguían a través del pasillo que conducía a las habitaciones. Doblaron la esquina y la rubia se detuvo ante una en la que el cartel indicaba que era una habitación especial para más de dos personas. El chico se sorprendió al ver que no iban directos a la habitación de la mujer, sino a otra de las que solían usar los demás clientes. Abrió y pronto comprobaron que no habría nadie más que ellos tres, pues además de estar vacía, Gabrielle cerró la puerta por dentro con un seguro especial que tenía la puerta. Una luz blanca indicaba en el exterior que aquella sala estaba ocupada.

—Estas habitaciones se limpian cada vez que son utilizadas —aclaró al ver la cara de desagrado de Naomi, que nunca había llegado a entrar en una—. Y esta no ha sido usada aún esta noche, por lo que tengo entendido.

Naomi se relamió y, aunque mil preguntas la asaltaban, decidió disfrutar de la experiencia. No iba a ser su primer trío, pero sí en el que participara solo un hombre. Tras una mirada cómplice de su amiga, empezó a quitarse las mangas del vestido y después lo dejó caer en el suelo, sorprendiendo al chico. Gabrielle hizo lo mismo con el suyo y ambas quedaron desnudas, únicamente con unos tangas de encaje que a Travis se le antojo arrancar del tirón. Sin embargo, permaneció expectante mientras las dos se acercaban a él con el deseo reflejado en sus ojos.

Lo empujaron de espaldas a la cama sin que a él le diera tiempo a hacer nada y las dos, con cierta maestría, le bajaron los pantalones hasta los tobillos, seguidos después de los calzoncillos. Al dejar su miembro ya erecto visible, Naomi volvió a relamerse y fue la primera en probarlo. Gabrielle quedó en segundo plano mientras observaba con detenimiento los ojos del chico y cualquier detalle que no pudiera escapar de sus sentidos, como sí hizo la primera vez que se acostó con él. Reconoció algunas pecas de haberlas visto antes y en ese momento pensó en la posibilidad de haberse cruzado con él en el restaurante el día anterior.

Travis, que sentía la mirada de Perséfone clavada sobre él, esbozó media sonrisa y con su mano derecha la instó a que se acercara para besarla. Las sensaciones se multiplicaron para él, e incluso más, cuando ella bajó junto a su amiga para deleitarse con su sabor. Travis echó la cabeza hacia atrás, sobre el colchón, al notar las dos lenguas sobre su piel ardiente. Perséfone acarició el vientre del chico mientras subía y bajaba, introduciendo su miembro una y otra vez en la boca. Después era Afrodita quien se encargaba de hacerlo y así, ambas se turnaban para darle placer. Hasta que él no permitió que siguieran. Se irguió sobre el colchón y se quitó para dejar que ellas se tumbaran. La rubia se colocó sobre la morena, tumbada ya de espaldas. Las dos se besaron con ansia mientras él se colocaba en posición para darles placer a ellas. Acarició los pliegues de Gabrielle lo justo para saber si ya estaba húmeda y después introdujo dos dedos de forma inesperada, arrancando un gemido de placer de sus labios. Después se encargó, mientras tanto, de repartir caricias húmedas a la morena, cuyos gemidos se sumaron a la música sensual que ya había en el ambiente.


···


Darrell no iba a darse por vencido con Catherine. Esa noche, con la firme convicción de que June no aparecería gracias al soplo de su esposa, iba con un plan perfecto para intentar hablar con ella. Por eso no acompañó a Gabrielle a través de la puerta roja, sino que permaneció en el bar acechante, buscando con la mirada a la joven pelirroja. La encontró tras la barra con una sonrisa mientras atendía a un hombre con traje oscuro. De espaldas no fue capaz de reconocerlo, pero tampoco le importaba su identidad. Lo que más le preocupaba, si era esa la palabra, era que hablara con él con esa familiaridad y cercanía. Por mucho que Gabrielle le hubiera dicho que allí todos los trabajadores trataban de esa forma a los clientes, había algo en esa escena que no le encajó del todo. Eso solo podía significar que ambos se conocían. Un emoción cercana a la rabia lo embargó y con determinación se acercó para pedir él también una bebida con la esperanza de que ella lo atendiera. No obstante, antes de que consiguiera hacerlo, los dos se alejaron en dirección a la puerta roja. Chasqueó la lengua y se sentó en la barra para pedir una bebida, ya que no podía obviar la sed que sentía. La esperaría hasta que saliera o, en cualquier caso, entraría a buscarla si tardaba mucho en regresar.


···


—¿Estás segura, Orquídea? —murmuró Lucien nada más entrar en el pasillo.

Catherine asintió. Sabía que todos los encargados estaban en el bar y que nadie los interrumpiría en un rato así que lo llevó de la mano hasta la primera esquina, donde se refugiaron.

—Es ese hombre, lo sé. Tiene algo que me provoca algo desagradable... Estoy segura de que está aquí porque sabe que June hoy no estaría vigilando. ¡Maldita sea!

Lucien la agarró por los hombros e hizo que lo mirara para intentar tranquilizarla. Se dedicó a contemplarla unos segundos antes de atraerla y abrazarla.

—No va a pasarte nada porque, aunque no esté mi hermano, estoy yo —aseguró él.

Catherine se aferró a su cuerpo con ansia, con un anhelo que no fue capaz de reconocer en ese momento. Aspiró el aroma exótico que desprendía y cerró los ojos. Cuando se separó de su cuerpo y lo miró, tan cerca, se deleitó con cada uno de los rasgos que era capaz de ver con el antifaz. Lucien le devolvió la mirada con la mandíbula apretada y sus manos sujetando la cintura femenina como si de un momento a otro pudiera esfumarse.

El sonido de una de las salas penetró en aquel pasillo dándoles a entender que alguien se acercaba a donde ellos se encontraban. El sonido de unos pasos, además, los alertaron para separarse justo a tiempo de que algo los delatara. Fingieron que estaban hablando sobre la otra puerta, aunque Lucien no tuviera ninguna intención de traspasarla o de disfrutar de sus ventajas allí dentro. Cuando los dos se giraron, encontraron a un hombre que mostró una pequeña sonrisa.

—Volvemos a encontrarnos, Orquídea.


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La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora