29. Una nueva alianza

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Durante todo ese tiempo Gerard reflexionó bastante sobre su puesto en el club. Se lo había ganado sin necesidad de quitarse la ropa, pero no le compensaba tanta preocupación por la atención recibida de parte de las mujeres. Primero Gabrielle, que para su suerte cejó en su empeño pronto, y después Blancanieves, que hasta ese momento no se había rendido con él. Tuvo que recurrir a June para pedirle que le rotara los turnos de trabajo y justo esa semana probaba con días diferentes.

No se libraría tan fácilmente de ella.

Esa noche Blancanieves se presentó en el lugar más tarde de lo acostumbrado, por eso hasta que la reconoció a lo lejos, estuvo tranquilo atendiendo a sus obligaciones. Por desgracia para él no había coincidido con Catherine, por lo que tendría que volver a lidiar solo con la situación. Tras poner varias copas para ayudar a los compañeros que atendían en la barra, se paseó por el bar por si alguno de los clientes necesitaba ayuda o asesoría sobre las actividades del club o la forma de hacerse socio. Su mirada se cruzó con la de un hombre que tenía los ojos del mismo color que los suyos. Por algún motivo que desconocía le escrutaba y sintió que podría ver a través de él por la intensidad con la que lo hacía. El desconocido sonrió y él hizo lo mismo justo antes de notar que alguien le tocaba el hombro. Con una pequeña sacudida, volteó el rostro para encontrarse precisamente con quien menos quería coincidir.

—¡Trébol! Te estaba buscando. —La mujer esbozó una amplia sonrisa.

Él permaneció serio, quieto y con los músculos tensos.

—¿Necesitas algo?

—Sí, verás, no sé si he perdido o me he dejado en otro bolso el pequeño mando que nos dais la primera vez que atravesamos la puerta roja y no quisiera atravesarla sin tenerlo...

Era consciente de que solo era una excusa, pero se limitó a buscar uno de repuesto para dárselo al menos por esa noche. Le indicó que la esperara en el bar y él se adentró durante unos minutos en la zona administrativa, saliendo después con el pequeño aparato. Se lo ofreció y ella lo cogió.

—Antes de irte no olvides volver a dármelo o a cualquiera de mis compañeros, ellos sabrán que hacer con él —dijo, antes de avanzar de nuevo hacia el lugar donde ambos coincidieron antes.

Ella lo detuvo agarrando su brazo.

—¿Podrías acompañarme? —preguntó a su espalda, muy cerca de su cuerpo.

Gerard, que había retenido el aire al sentir de nuevo su agarre, expulsó el aire por la boca antes de girarse y asentir. No podía permitir que sus jefes recibieran quejas de los clientes, necesitaba el trabajo y haría lo que fuera por mantenerlo.


···


Cuando Alexa regresó esa noche tras su cita con June, Travis ya estaba en casa. La esperaba de brazos cruzados sentado en el sofá, pero se levantó en cuanto ella le dirigió la mirada. Los bajó y relajó los músculos y la expresión de su rostro.

—Lo siento mucho, Alexa.

La chica, sorprendida, se quedó quieta en el sitio mientras lo observaba. Abrió los labios, pero no salió nada de ellos.

—Esto no se me está dando tan bien como a ti y creo que estamos en las mismas —reconoció él mientras avanzaba poco a poco hacia ella—. Estás conociendo a alguien que parece buen tipo, pero nosotros dos seguimos en las mismas: no puedo darte el tiempo que te mereces y, por el contrario, me arrastras a los brazos de otra mujer.

Se detuvo a pocos metros de ella, que empezó a derramar lágrimas sin ser plenamente consciente de ello. Acarició su rostro para limpiar la humedad de sus pómulos y Alexa terminó derrumbándose. La abrazó y dejó que se desahogara en sus brazos.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora