6. Lo que hay más allá del muro

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Sansa no podía dormir, cambiaba cada dos segundos de posición...pero nada, el sueño le huía más de lo que ella corría. Dándose por vencida decidió levantarse, aún era de noche, apenas hacía unas horas que todo el mundo dormía, o eso pensaba ella, ya que oyó unos pasos en el pasillo ¿quién podía estar levantado a estas horas?...a excepción de ella, claramente.

Abrió con cuidado la puerta, al fondo del corredor pudo ver a Ícaro, se dirigía escaleras abajo. El halcón no era dado a volar por Invernalia solo, a menos que estuviera con Artys.

Se colocó una bata y unos zapatos, e hizo lo más interesante que podía hacer en ese momento; seguir al ave, ¿por qué cada vez que hacía algo indebido, como salir de la cama a horas intempestivas, tenía que ser por algo relacionado con uno de los dos halcones?

Esa noche había menos guardias de lo normal, las nevadas habían empezado, aunque bastante tranquilas comparadas con otros años. Muchos soldados se habían trasladado temporalmente a las aldeas más al norte, para asegurar las zonas y vigilar que no hubiera alguna zona sufriendo consecuencias graves por el comenzar del mal tiempo. Fue por eso motivo que no le costó nada atravesar el patio de Invernalia hacía donde iba su primo, a una atalaya de la muralla.

Aquella torre estaba desocupada, vacía al completo. Formaba parte de la antigua muralla. Una parte de Invernalia tuvo que ser reconstruida en épocas del abuelo de Lord Eddard Stark, ya que una fuerte tormenta hizo que una parte de los muros se debilitaran. Esa atalaya, en concreto, se mantuvo, ya que no fue dañada, por desgracia durante la construcción del nuevo muro se hizo una algo más alta casi al lado, lo que provoco que se usara para guardar equipo de los reclutas, sin embargo, cuando se construyó un segundo piso en el cuartel de la guardia, se dejó de utilizar. Se mantenía como recuerdo de las épocas pasadas, como muestra del avance del castillo y las dificultades que se habían superado. A la pelirroja le parecía una tontería.

Sansa entró algo asustada, ese lugar estaba lleno de polvo y muy oscuro. Oyó ruidos en la parte superior, allí debían estar Ícaro y Artys. Subió las escaleras con sumo cuidado, no se esperaba lo que allí encontraría. La parte superior estaba bastante ordenada y limpia, el único defecto era el tejado, que en su mayoría, estaba roto.

– ¡Sansa! –exclamó Artys. – ¿Qué haces aquí?

– ¿Y tú? Deberías estar durmiendo.

–Tal como haces tú ¿no?

–Bueno...oí ruidos y...

Artys río al ver como intentaba justificarse.

–Tranquila, no seré yo quien te regañe por desobedecer de vez en cuando.

– ¡Artys! –le recriminó cruzando los brazos. Sabía que a ella no le gustaba saltarse las normas.

–No pasa nada. –se sentó sobre una manta con Ícaro a su derecha. – ¿Quieres saber que hago aquí? –ella asintió y se sentó a su izquierda, por indicaciones del rubio. –En esta atalaya conocí a Ícaro, desde ese momento vengo aquí algunas noches. –señalo el agujero del techo. – Desde aquí las estrellas y la luna se ven de maravilla.

Sansa elevó su vista, Artys tenía razón, parecía demasiado hermoso para ser real.

–Es preciso.

–Sí, y aún no has visto nada. –la pelirroja lo miró confundida. –Solo mira arriba y espera.

Estuvieron un rato mirando, el frío se colaba en los huesos de Sansa, estaba en ropa de cama, sentada en el suelo de una torre descubierta, en plena época de nevadas, un plan brillante.

– ¿Tienes frío? –preguntó Artys al verla tiritar. –Toma. –agarró una manta que tenía al lado y ambos se envolvieron con ella.

Al poco tiempo vieron algo impresionante, las estrellas se movían o al menos eso parecía.

El Halcón Dorado |GoT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora