Séptimo compás

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Séptimo compás: Toda una vida para darnos

—No sé si ahora tenéis un momento, pero quería comentaros algo —dijo Gerard en cuanto vio a mi madre entrar en el salón.

Pensé en hacer un minuto de silencio por él. Estaba a su lado, sentada en la silla frente a la mesa del comedor a rebosar de apuntes. Habíamos repasado hasta que no pude más. Tenía el dorso de la mano con pequeños puntitos, de clavarme el portaminas ante las explicaciones de Gerard.

Se notaba que Gerard se había mentalizado para ello, pero ante mis ojos no podía ocultar el tic de la rodilla, impaciente por acabar ya la conversación.

Mi padre se había acomodado en el sofá, despatarrado, recién duchado y afeitado, preparado para ver la tele. Mi madre se sentó en el brazo del sofá. Nadie quería hablar.

—Quiero quedarme a Marina los fines de semana —admiré su honestidad, su falta de rodeos, y también supe que ya habíamos perdido la batalla.

—¿Qué? —preguntó mi madre, parpadeando varias veces. Con el maquillaje nuevo que se aplicaba, sus pestañas se veían mucho más espesas. Le confería a su mirada más decisión y menos complacencia.

—Me gustaría pasar más tiempo con ella y es evidente que Lina necesita descansar y tener tiempo para sí misma.

—Si lo dices por lo del otro día...

Gerard me pidió explicaciones con la mirada.

—No pasó nada en realidad —intervine—. Y creo que lo de Gerard es una buena idea.

—¿Alguna vez has cuidado de un bebé? —le preguntó mi madre.

—A Marina.

—Más de media hora, me refiero.

—No.

—¿Le has cambiado algún pañal a Marina?

—Alguna vez.

—¿Vives todavía en ese piso de estudiantes?

—Sí.

A cada pregunta la expresión de mi madre era de condescendencia infinita. Seguramente se imaginaba a Gerard viviendo en un estercolero con su amigo y una nube de humo flotante proveniente de los porros que se fumaban, y no se equivocaría demasiado.

—Lo siento, Gerard, pero es que estamos hablando de un bebé, no de un juguete. No es ambiente para ella. Además, necesita tomar el pecho y para eso necesita a Lina.

—Se puede comprar un sacaleches —resolvió Gerard, mientras se pasaba una mano por el cabello, acalorado.

—Pero no está acostumbrada a tomar biberón, además, separarla tan pronto de ella... —Negó con la cabeza, inflexible—. Es lo que las hace estar más unidas.

—Quizá Lina lo que necesita es justo lo contario, tener más espacio.

—¿Y eso lo decides tú? —preguntó mi padre, interviniendo por primera vez en toda la conversación. No pude evitar fijarme en el pequeño corte que tenía en el cuello.

Mi madre continuó hablando:

—Gerard, discúlpame, pero eres un hombre, tú no lo entiendes.

—Yo quiero ver más a mi hija y Lina quiere tener más tiempo para ella.

—Lina tiene tiempo para ella, por eso la ayudamos.

Tanto Gerard como mi madre me miraron, ambos en busca de mi aprobación. No era mentira que no me ayudara pero tampoco lo era que quería tener más tiempo para mí. Tiempo que no fuera interrumpido por un llanto.

Al otro lado del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora