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El suave viento del crepúsculo sacudió los cabellos de Jungwoo, que yacía a su lado con su arco y flechas en mano. Era inevitable no ver como el chico estaba totalmente enojado, cargando una vez más su arco listo para apuntar. En cambio, Yuta hacía de todo para guardar la calma por su amigo. Con su mandoble aún reposando en su vaina de cuero, el viento agitaba sus ropas junto con sus cabellos. Tal vez, era un poco insólito pero detectaba el olor que sus susodichos enemigos desprendían. Eran aromas frutales tan deliciosos y encantadores. Magia mística provenientes de las altas montañas.

La constante lucha contra las hadas no era un juego, representaba el defender de su propia especie llena de usuarios de la magia. Pero que había comprobado no superior al de estos seres. Aún así, su mejor amigo; Jungwoo cargaba sus flechas llenas de magia y otras sustancias para derribar a todos ellos.

Habían sido asignados como dúo a cazar a todos los que pudieran, anteriormente se habían topado y enfrentado contra todo tipo de criaturas. Con dolores habían regresado, un brazo sangrando para su mejor amigo y una enorme cicatriz en el pie para él.

La rendición no era una opción.

—No tienes que actuar de esa forma, harás mucho ruido y los tendremos encima nuestro en un parpadeo.

Posó su mano sobre el tenso hombro, con una mueca de fastidio Jungwoo había bajado la guardia para comenzar a caminar montaña abajo. Yuta no buscaba ser impertinente, él quería encontrar la solución con el número de bajas reducido. La muerte de sus compañeros representaban sacrificios y no sólo números.

Kim era un cazador algo ruidoso, con una mano y vista prodigiosa pero con pésima resistencia. Era por eso que eran el equipo perfecto. Porque era fácil distinguirlo como el protector del chico al ser un tanque total que aporreaba a los enemigos hasta el subsuelo. Se definía como niñera de Jungwoo, pero también era un gran soldado.

Una vez a la semana, arrojaban por la tarde a parejas denominadas fuertes y avanzados a la caza de las hadas. Estos eran enviados con el fin de no sólo cazar, sino de recopilar la mayor información posible. Cosa que Jungwoo no comprendía, porque traspasaba a los enemigos las veces que fueran posibles hasta eliminar todo rastro de vida en ellos. No le molestaba en lo absoluto, pero sus superiores enfurecían. Aunque no lo remplazaban debido a lo poco experimentados que estaban los demás para esos trabajos.

Yuta siempre iba pisando los talones del otro, alerta ante cualquier movimiento para canalizar o proteger al chico. Ambos desfilaban con cabelleras rojas como la fresa. Su etnia era asociada al fuego que podían muchos hechiceros a desprender. Sus habilidades mágicas eran transportadas a lo largo de objetos inanimados. Era por eso que Jungwoo era tan bueno, prendía fuego a sus múltiples flechas que descansaban en su carcaj. Un poco colérico Woo le hacia caso. Su insistencia siempre era una clave a todos los combates donde hubieran perdido la razón; e incluso la vida.

Estaban en un terreno que no era de  fiar, los enemigos siempre estaban al asecho. Eso ponía a Yuta muy nervioso, ellos eran los ciervos y lo que los rodeaban el león. El sonido de la cascada lejana resonaba entre el silencio, con un gruñón Jungwoo por delante todo parecía tan calmado.

El silencio podía ser interpretado de diferentes maneras, podía ser calma o caos a la vez. Eso era algo que a Yuta le parecía increíble, tanta dualidad en algo tan simple pero placentero. En esa caminata, con el crujir de las hojas bajo sus pies había deseado la libertad de poder caminar sin miedo por el bosque, sin esperar a que en cualquier segundo algo los atacara o devorara.

¿Era así como vivían siempre? ¿Con miedo? ¿Y sin amor? Él quería ser un soldado respetado, enorgullecer a su familia y que éstos vivieran bien. Pero anhelaba algo más, amor. Eso no podía ser recompensado con medallas, monedas u oro. Irremplazable en su soledad era el amor.

𝔻𝕚𝕗𝕗𝕖𝕣𝕖𝕟𝕥ʸᵘʷⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora