Sabela
Llevo varios días sin poder quitarme a Jacobo de la cabeza. Ni yo lo he llamado, ni él a mí. Siento demasiada vergüenza por lo que sucedió entre nosotros. No sé cómo voy a reaccionar cuando lo tenga delante.
Sin embargo, es algo que tengo que hacer y que no puede esperar más. Cuando salgo del trabajo al mediodía, me dirijo a su taller. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
Para no variar, tiene la puerta abierta, por lo que no me resulta nada difícil poder acceder al interior de su negocio. Me lo encuentro trabajando como de costumbre en sus coches.
No se da cuenta de que acabo de llegar, pues está de espaldas y como siempre, tiene la música de heavy metal demasiado alta para mi gusto.
La sensación de no poder controlar lo que siento al verle, provoca un profundo desasosiego en mí. Me acerco a él y le toco el hombro con una mano. Jacobo se sobresalta cuando lo hago, seguramente porqué no espera mi visita.
—Joder... —protesta—. ¿Quién...?
—Lo siento. No pretendía asustarte —me disculpo.
—No pasa nada. Estaba muy concentrado en el trabajo.
Venía mentalmente preparada para aclarar lo que pasó entre nosotros, sin embargo, su cercanía provoca que me tiemblen las piernas y que no sea capaz de emitir una sola palabra.
—¿A qué has venido? —me pregunta con gesto duro e impaciente.
—Verás, yo... —titubeo.
—Quieres que hablemos del hecho de que casi follamos el otro día, ¿no? —suelta sin más.
Una sonrisa incrédula se forma en mis labios. Sus palabras tan directas echan por tierra la intención que tenía de tratar este tema con absoluta delicadeza.
—Así es —le respondo sin demorarme.
—Muy bien, tú dirás —me invita él.
Jacobo se limpia las manos llenas de grasa a un trapo, se cruza de brazos y se apoya contra uno de los coches en los que está trabajando. Me mira con gesto desafiante, como si estuviera esperando a que me derrumbe. Pero no le voy a conceder la satisfacción de que me vea avergonzada. Si él es capaz de reaccionar de esa forma, yo no voy a ser la excepción.
—Solo quería que supieras que ha sido un error lo que sucedió entre nosotros —comienzo a decir—. Yo no estaba en mi mejor momento y me dejé llevar. No quiero echarte a ti toda la culpa, porque es evidente que yo también metí la pata hasta el fondo. Fue un gesto repugnante por parte de los dos...así que...
—¿Has terminado? —me corta Jacobo de repente.
—Bueno, si...yo...
—Perfecto.
Y sin más, vuelve a subir el volumen de la música y se pone a trabajar de nuevo en sus coches. Soy incapaz de articular palabra ante su falta de sensibilidad. Su actitud me enfurece.
No pretendo que me pida perdón, pero al menos que no me interrumpa y me deje hablando sola. He venido hasta aquí para que me escuche y es lo que pretendo hacer. Camino unos pasos hasta ponerme a su altura y le recrimino:
—¿Es qué no te importa nada de lo que te he dicho?
—¿Qué quieres que te diga, Sabela? Si tú ya lo has dicho todo.
—Ya lo sé...Pero, no sé...Esperaba que...
—¿Qué? ¿Qué esperabas? —me pregunta impaciente.
—Nada, déjalo —respondo derrotada—. Será mejor que me vaya.
—De acuerdo. Tengo mucho curro pendiente y debo terminarlo cuanto antes.
Vuelvo a quedarme parada como una tonta, mientras él regresa al trabajo por segunda vez. Debería irme después de haberle dicho todo lo que pienso, pero por algún motivo que no alcanzo a comprender, mis pies se niegan a dar un solo paso. Me siento tan desconcertada conmigo misma y tan indignada con él, que no puedo evitar recriminarle:
—Tienes la sensibilidad en el culo. No puedo entender cómo eres capaz de reaccionar con tanta indiferencia. Se me olvidaba lo capullo que puedes llegar a ser. Que te den.
Me siento muy liberada conmigo misma al decirle todo lo que pienso. Por enésima vez, me quedo esperando a que reaccione. Finalmente comprendo que es inútil todo lo que lo que le pueda llegar a decir.
Me dispongo a abandonar el taller, pero cuando estoy a tan sólo unos pasos de la salida, Jacobo me detiene. Me sujeta por un brazo y me arrastra con él. Me acorrala contra uno de los coches y me abraza por la cintura.
Jacobo
Estoy harto de la verborrea de Sabela. No hay quién la entienda. Primero, después de besarnos, me dijo que lo que hicimos fue repugnante. Me dolió en lo más profundo de mis entrañas que lo soltase de aquella forma. ¿Qué quiso decir? ¿Qué yo también le repugnaba?
La besé y la toqué debido a que la deseo con todo mi corazón y creía que yo a ella también. ¿Qué es lo que quiere de mí?
Sé lo que está haciendo. Ha venido hasta aquí porqué se siente desconcertada. Pretende pagar su frustración conmigo, estoy seguro. No sé que coño espera de mí, pero va lista si piensa que me voy a mostrar arrepentido al igual que ella. ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué es mi hermana y se supone que no está bien esta atracción que siento por ella?
—Déjame, por favor. Quiero irme, Jacobo —me pide.
La suelto tal y cómo me pide.
—¿Por qué? ¿Acaso te resulto repugnante?
—Yo... —titubea.
—Antes de irte vas a escuchar todo lo que tengo que decirte, pues no volveré a repetírtelo.
—¿Ah...si...? —se burla Sabela.
—¿Sabes lo que pienso? Que quiere que se repita lo que pasó entre nosotros...
—Estás enfermo... —me dice enfurecida.
—Puede —afirmo—, pero quieres que volvamos a besarnos...
Atraídos como la polilla a la luz, nos acercamos el uno al otro, nos besamos...
Ella no se resiste, es más, corresponde a mi gesto con ardor, como si estuviera sedienta y yo fuera el oasis del que bebe.
Nos comemos la boca hasta quedarnos sin aliento.
Desabrocho su camisa blanca. La visión de sus preciosos pechos rodeados por el sujetador negro de encaje me vuelven loco.
Sabela abre el cierre y desciendo mi boca hasta sus pezones. Los chupo con maestría, haciendo círculos sobre ellos. Sabela me aprieta el culo con las manos y busca de nuevo mis labios.
Vuelvo a besarla con un beso arrollador y sin más, me detengo, dejándola totalmente caliente e insatisfecha.
—¿Qué haces? —me pregunta muy desconcertada—. ¿Por qué te detienes...?
—Ahora sino te importa, te puedes ir por dónde has venido.
Se viste con rapidez y cuando termina de hacerlo, me lanza una mirada de odio, observándome con desprecio. Pero no voy a ser yo el que se arrastre para buscarla. Si quiere algo de mí, tendrá que venir ella misma.
—No quiero volver a verte nunca más —me dice antes de marcharse.
Y sin más, se larga de mi taller dando un sonoro portazo.
ESTÁS LEYENDO
ALGO NUESTRO
RomanceSabela Ulloa viaja desde Pontevedra hasta Ribadavia, un pueblo situado en la comarca del ribeiro ourensano, para buscar a su verdadera familia. Sin embargo, solo encuentra a Jacobo Quiroga, su hermano mayor. Un hombre taciturno, de fuerte carácter...