Segundo fragmento: capitulo 4

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Los condenados

la cara de Deméter había sido inigualable y no había duda de que Perséfone se encargaría de no olvidarla jamas, ella no se habia sentido tan bien en siglos.

Luego de llegar al inframundo Hades tuvo que excusarse con ella. Debido a su trabajo, tenia que atender a sus mas queridos prisioneros y a los que acaban de llegar.

Perséfone recorrió el enorme castillo con detenimiento, sin embargo, a pesar de lo grande que era no habia nada en el que fuera interesante, además del dormitorio—claro que solo es interesante si nos involucra a Hades y a mi desnudos— Admitió la diosa en silencio y riéndose de sus pensamientos subidos de tono.

sin poner mucha atención por donde iba y dejando que sus pasos la guiaran llego hasta la puerta del castillo y la abrio. el aire caliente del lugar la recibió. alzo una ceja extrañada pues estaba segura de que su primera vez alli el aire habia sido helado. tratando de ignorar aquel hecho siguio su rumbo por un camino rocoso y húmedo—algo irónico considerando el clima caliente de ahora— pensó.

Escucho gruñidos que se hacían mas fuertes a cada paso que daba. intrigada por ver que era lo que los producía acelero sus pasos y sus ojos se abrieron de impresión cuando vio a un perro de tres cabezas gigante. el perro movia su cola de lagarto de lado a lado como si estuviera feliz mientras sostenía en su  hocico lo que parecia ser el alma de uno de los mortales, esta tambien atrajo su atención pues era mas grande que la de un humano promedio, casi parecía una bola de carne humana.

El perro tiro el mortal hacia arriba y la volvio a recibir en su hocico varias veces, como si jugara con una pelota. sin poder evitarlo a Perséfone se le escapo una risita y el can volteo a verla de inmediato alerta. El can se acerco a ella a paso lento y mostrando los colmillos de sus tres cabezas con el mortal aun chillando de dolor entre la cabeza principal. Por alguna razón la diosa no tuvo miedo y tambien se acerco a el, mas que todo porque quería ver de cerca la tortura del hombre; debia admitir que era ingeniosa y divertida.

tranquilamente la diosa toco las fauces del gran perro y acerco su rostro al alma, casi metiéndose dentro de la boca del animal. las 2 cabezas que estaban en los extremos se acercaron a ella por detrás pero esta vez con curiosidad—genial—susurro encantada viendo el alma atravesada por un colmillo—esto es genial ¿tu ideaste este juego?—pregunto la diosa dirigiéndose a la cabeza que estaba a su derecha, la cabeza del can solo se inclino un poco y solto un ligero aullido. Perséfone sonrió feliz al ver que al menos habia intentado responderle y luego rio un poco mas fuerte burlándose de ella misma por haber siquiera considerado la posibilidad de que el animal le podria responder.

con lentitud la diosa acerco su mano a la cabeza de su izquierda y la acaricio levemente—¿Cómo se llamara?—se pregunto en silencio pues ya habia comprobado que el animal no era de mucha ayuda en eso, sin embargo, como si el perro hubiera escuchado lo que piensa separo su cabeza de ella y se estiro un poco para que viera el nombre "cerberos" grabado como una especie de tatuaje dorado en el. Perséfone le sonrio agradecida.

—hola Cerberos, yo soy Perséfone y soy la diosa de la primavera—el perro volvió a soltar un aullido leve en respuesta a su presentación y la diosa volvió su atención al al mortal—¿Quién eres?— pregunto dirigiéndose al humano que la miraba aterrado y se negó a responder. Perséfone fruncio el seño molesta—parece que tanto jugar con cerberos te ha dejado sordo así que por favor lee mis labios—le sonrio inocente—¿Quién eres?—su mirada se volvió severa.

—yo jamás respondo a nadie que no sea el rey del inframundo, mucho menos a una diosa de bajo nivel—dijo déspota y Perséfone lo miro indiferente

—¿tan importante te crees?—el hombre no dijo nada y la siguio mirando asqueado. Perséfone lo miro con burla—ya entiendo, lamento haberlo ofendido; usted no se cree ser importante, mas bien afirma serlo asi que como disculpa déjeme hacer de su estadia aqui algo mas digna para un ser de su altura—ahora miro a la cabeza central del can que la observaba atento—¿me ayudarías cerbero?—este movio su cola de lagarto de lado en respuesta. 

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