Epílogo

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-¡Oye, estaba viendo eso!- Soyeon se quejó desde la comodidad de su sofá cuando Yuqi apagó la televisión y arrugó su rostro en un gesto burlón. Los años habían pasado, pero para ella su pareja siempre tendría el semblante de un pequeño cachorro juguetón en busca de constante atención. Pretendió seguir enfurruñada mientras la mujer se empujaba contra su cuerpo, ocupando casi todo el espacio del sillón, y rodeó sus hombros con un brazo a regañadientes, sin mirarla.

-¡Es sábado, deja de quejarte!- protestó Yuqi- Los sábados son solo para nosotras. Ya desconecté el teléfono y me tomé la libertad de apagar tu celular por ti- Soyeon enarcó una ceja y ella solo se encogió de hombros- De todas formas en el taller saben que no deben molestarte, igual que a mí en el departamento policial.

-Ya, al menos dime que el viejo celular para emergencias tiene batería, no quiero...- Yuqi levantó su barbilla usando apenas uno de sus dedos y besó castamente sus labios, silenciándola de inmediato.

-Por supuesto, cariño, ahora relájate y háblame de algo bonito, puedes empezar por ti si gustas- la mirada seria de Soyeon se desvaneció mientras sonreía derrotada, su novia no tenía remedio y seguía sin desaprovechar cualquier oportunidad de coquetear que se le presentara, no lo admitiría jamás pero esa era una de las cosas que más le gustaban de Yuqi, el hecho de que quisiera hacerla sentir especial y querida todos los días a pesar del paso del tiempo.

-Nuestro sobrino está haciendo grandes progresos en sus clases de artes marciales, creo que podría convertirse en mi mejor estudiante- Yuqi sonrió ante la mención del hijo de Soojin, la mujer se había casado con Hui y convivieron varios años hasta que la relación acabó por romperse ya con un niño y una empresa compartida de por medio. Gracias al cielo ellos mantenían un trato estupendo y podían seguir manejando la cadena de restaurantes y compartiendo la tenencia de su hijo sin inconvenientes, eran dos personas conscientes de que no había necesidad de partir al medio todo lo que habían luchado por construir en conjunto.

Soojin volvió a vivir con su padre un tiempo, el hotel había ganado bastante popularidad desde que ella instaló una sucursal de su reconocida franquicia en la vieja cafetería donde hacía ya 18 años todas habían bailado entre espuma. Consiguieron colocarlo en el mapa y volverlo una parada casi obligatoria para los viajeros que desearan despejarse unos días en medio del desierto con todas las comodidades y lujos que un lugar pudiera ofrecer, nada quedaba ya del destartalado edificio en el que su grupo de seis se había encontrado por pura casualidad.

Luego de un par de meses Shuhua le ofreció mudarse con ella a su penthouse en Nueva York, al menos hasta que consiguiera una casa apropiada para vivir con su hijo mientras administraba sus negocios, pero la convivencia resultó tan cómoda que ella simplemente dejó de querer encontrar otro sitio, la modelo pronta a retirarse le ayudaba mucho con el cuidado de su pequeño y le brindaba todo el apoyo que necesitaba para superar su desilusión marital con Hui.

Por otra parte, Minnie había abandonado el hotel luego de que comenzara a llenarse de personas, seguía teniendo un espíritu libre y aventurero que la llevaba de un lado a otro, aunque siempre regresaba a verlas a todas, en especial a Miyeon, con la que parecía compartir una relación de idas y vueltas en la que ninguna se había atrevido a indagar. Ellas eran capaces de resolver las cosas por su cuenta, no necesitaban saber de ninguna otra cosa que les no quisieran decir. Aunque admitía que de vez en cuando le picaba la curiosidad en los momentos en que la consagrada diseñadora comenzaba a refunfuñar por las largas ausencias de su compañera.

-Te lo dije, ese niño es un prodigio, apuesto a que será igual de bueno que tu... No he visto nada igual en mis treinta años de vida. - Soyeon rio y rodó los ojos- ¿Qué es tan gracioso?

No day but TodayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora