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Me desperté sin ganas de volver a hacerlo. Las campanas matutinas estaban sonando en la capilla del orfanato, anunciando que eran las seis de la mañana de un nuevo día.

Otro día más sin saber lo que es vivir. Otro día más atrapado en esta basura de lugar, en donde lo único que tenemos son días vacíos y cucarachas mal vivientes.

No sé cuando llegué, tampoco sé cómo o en qué circunstancias lo hice, solo sé que siempre estuve aquí. Indague hasta el cansancio, pero las hermanas, quienes se encargaban de nosotros, nunca quisieron hablar a cerca la forma en la que terminé en esta pocilga. La respuesta a la pregunta base, es bastante obvia, no tengo padres y asumo que tampoco una familia que se quiera hacer cargo de mi, aun así... eso no responde el como desaparecieron de mi existencia.

Luego de una larga introspección, llegué a la conclusión de que me empeño en buscar antecedentes de mi vida antes de este lugar, para no resignarme a que mi vida fue tan desdichada desde sus comienzos, imaginarme que mis padres fueron estrellas de algo o gente medianamente interesante, se me hacía más entretenido que el vacío de mi ignorancia. Un claro ejemplo del aburrimiento, sería tener que escribir a cerca de mi vida, si alguna vez tuviera que redactar una biografía de mi, se escribiría sola y sería tan cíclica que se volvería tediosa de leer.

Capitulo I: Me despierto a las 6:00 a.m para ir a ayudar con el desayuno.
Capítulo II: Ayudo con la limpieza de la capilla.
Capítulo III: Toco la campana de la merienda

¿Quien querría leerlo? Ni siquiera el libro de estrategias para ajedrez que está acumulando polvo en la biblioteca es tan aburrido, como lo serían las crónicas de mi existencia. A veces fantaseo con comenzar un incendio en la capilla, para así tener algo interesante que contarle a mi diario. Me gustaría poder presumir una estadía terrenal digna de una novela, digna de ser vivida y escuchada por el resto de los tiempos.

A pesar de toda la basura que pienso de mi vida a estas horas de la mañana, me gustaría rescatar algo de mi historia, ya que no siempre fue tan monótona, miserable y aburrida. Años antes tenia amigos, jugaba con ellos y teníamos historias juntos, éramos como hermanos. Recuerdo que jugábamos a que éramos quienes cuidaban de las hermanas y las salvábamos de la oscuridad de este mundo, como el padre Sullen.

El padre fue el único hombre que conocí, aparte de un medico que venía de vez en cuando, Sullen es quien nos daba clases y predicas a los niños, también daba las misas, cargaba cosas pesadas, nos ayudaba a crecer en paz, etc. El nos parecía tan heroico, respetable y sabio en ese entonces, con el tiempo lo vimos como el rey de la nada, solo otra oscura figura en la que aparentaba ser mi eterna estadía en este monotono lugar.

En fin, debo ponerle parar con este corto y deprimente recorrido por mi vida, es muy temprano para autocompadecerme de mis vivencias y vacíos. Me dispongo a salir de la cama para dirigirme a la cocina, así empezar un conocido nuevo día.

En mi camino a la cocina, las voces adormiladas y los gritos de mañaneros de los niños empezaron a inundar los pasillos del orfanato. Por suerte, mi habitación está lejos de todo este desastre infantil, sino, ya me habría tirado desde el campanario hace bastante.

Ya en las cercanías a la cocina, podia oler el pan recién hecho y la nata de la leche recién hervida. Mi estomago se revolcó de hambre ante el familiar olor de cada desayuno. Cuando llegué al lugar, todas las hermanas estaban terminando de preparar las cosas como locas. Era una imagen un poco caótica y tanto graciosa de ver, diez pingüinos yendo y trayendo de aquí para allá las cosas que iban a conformar nuestra primera comida del día.

-No te quedes ahí, Teseo. Ayuda a llevar todo a la mesa- Dijo la Madre superiora Odette, mientras me alcanzaba los dispensadores de leche y agua caliente.-Llegaste tarde otra vez ¿Que hiciste anoche?- Preguntó la mujer.

La religión de los miserables.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora