Thomas
El ruido de mi celular me despierta de un profundo sueño, podría tirar esa mierda por la maldita ventana. Saco la mano de la cama hacia la mesa de luz, donde tanteo, tomo el aparato en mis manos y lo llevo a mi oreja, no sin antes deslizar el dedo para atender.
— ¿Si? — una voz ronca brota de mi garganta.
— ¿Tienes idea de la hora que es? — la voz de mi fastidioso hermano me llega, queriendo estrangularlo por atenuar más el dolor de cabeza que cargo.
— Que puta manía de arruinarme el día sin ni siquiera haberlo empezado — ladro molesto.
Una risa se le escapa y se recompone inmediatamente — Levanta tu culo de donde quieras que estés y ven a la mansión, tenemos algo revelador del robo de los procedimientos.
Eso es necesario para que abra los ojos de golpe — ¿Algo bueno?
— Si, algo que podríamos descifrar.
— Voy para allá — cuelgo.
Parpadeo varias veces, tratando de enfocar la vista en la habitación, pero no la reconozco. No es mi cama. No son mis sábanas. Y hay un increible olor a sexo.
El lugar está oscuro, apenas iluminado por el tenue resplandor que entra por una ventana. Paredes blancas, cortinas gruesas... un lujo sobrio, sin demasiado detalle, pero caro. Me intento incorporar, pero algo me lo impide. Giro la cabeza y la veo. Es rubia. Cabello largo y ondulado que se extiende sobre la almohada como una cascada. Su piel está desnuda envuelta en las sabanas. Apenas la reconozco, aunque su rostro me resulta vagamente familiar. Anoche hablé con ella. ¿Cómo se llamaba? Laura... ¿o era Lara? No importa. De hecho, nada de esto importa.
Me froto los ojos, tratando de hacer memoria, pero las imágenes se mezclan: copas de variantes de alcohol en uno de mis tantos clubs nocturnos de Pyronis, voces distorsionadas, la música fuerte, cuerpos moviéndose, y después... nada claro. Mi boca sabe a cenizas, y el estómago se me revuelve ligeramente.
Me incorporo con cuidado, tratando de no despertarla. No tengo ganas de una conversación incómoda ni de fingir que me importa lo que sea que haya pasado entre nosotros. Siempre es lo mismo, un par de copas y luego sexo con alguna que me ponga.
Lo hago porque puedo. Porque es fácil. Porque no quiero complicaciones. Y porque... simplemente ya no me importa.
Mis pantalones están tirados junto a la cama, arrugados. Mi camisa está colgada del respaldo de una silla, como si hubiera sido abandonada sin pensar demasiado en ello, y cuando bajo la mirada en busca de mis zapatos veo los condones usados en el suelo.
Me inclino hacia adelante, agarrando el pantalón mientras el dolor de cabeza late con más fuerza. Necesito agua. Y, sobre todo, necesito largarme de aquí.
Esta mujer se convertirá en otro nombre más, otro rostro olvidado entre tantos. Ella no es diferente. Me gusta el juego, la caza. Por un segundo, me pregunto si ella pensará lo mismo cuando despierte y vea que me fui. Probablemente no. A la mayoría no le importa. Solo se aferran a lo que significa estar conmigo, a lo que ven en mí: poder, dinero, peligro.
Termino de vestirme y, sin mirar atrás, tomo el celular, mi billetera y me dirijo a la puerta. Al salir, cierro suavemente, asegurándome de no hacer ruido. Las imágenes de anoche siguen siendo un rompecabezas incompleto, pero no me detengo a pensar demasiado en ello. No lo necesito.
Detrás de la puerta se puede ver un pasillo de hotel, en el área de suites.
Como no.
Bajando en el ascensor, mi mente sigue en blanco. No puedo recordar cómo llegué a este maldito hotel. ¿En qué vine? No puede ser que lo haya olvidado. Mi jet privado quedó en la mansión anoche, cuando llegamos del evento del Instituto. Y claramente no soy de los que usan taxis o autos alquilados. Debí haber llegado en uno de mis coches. Pero, ¿cuál? No tengo ni idea. La resaca me atraviesa como una maldición, y cada paso que doy me recuerda lo imbécil que puedo llegar a ser.
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PACTO DE SANGRE
Novela JuvenilEn un mundo donde la ley y el caos coexisten bajo un frágil equilibrio, Octavia Holler, fría líder de la mafia en Lynxia fue creada y moldeada para dominar y gobernar todo el maldito planeta si ella se lo propusiera. Deslumbra una sensualidad y bell...